jueves, 23 de agosto de 2012

seduccion peligrosa cap 25




Nick llevaba un par de días en París, ocupado en sus negocios.
Miley hablaba por teléfono con él, pero se dio cuenta de que la estaba tratando como antes, como cuando era su empleada.
Y eso lo hacía siempre que las cosas iban mal entre ellos.

A la mañana siguiente, Miley tomó una decisión de lo más dura.
No, Nick no le iba a hacer eso a ella, hacerla pensar que el más pequeño problema los iba a llevar a la ruptura del matrimonio.

Era como verse forzada a vivir en el filo de una navaja.
Llenó de ropa una maleta.
Pudiera ser que no significara nada, pero pretendía quedarse en Ladymead, que ya estaba casi terminada.
Lo único que necesitaba para ese día era comida... y una cama.
Así que tendría que hacer unas compras por el camino.

Luego le mandó un fax a Nick antes de subir a la limusina.

Querido Nick:
Esperar a ser abandonada es malo para mis nervios, así que me he ocupado del problema por ti y te abandono yo.

El capataz de la obra le dio la bienvenida en la entrada cuando ella llegó.

-Llevan un par de horas llamando por teléfono preguntando por usted, señora Jonas.
Alguien llamado Pete.

-Así que estás ahí - le dijo Pete cuando ella contestó la vez siguiente que sonó el teléfono - ¿Qué ponía en ese fax? Nick dio un salto que llegó hasta el techo y lleva de un humor insoportable desde que llegó.

-¿Te ha dicho que me busques?

-Claro. Este asunto está en un momento crucial. Está muy ocupado negociando con los franceses. ¿Tienes malas noticias o algo parecido? ¿Es qué no te las puedes arreglar sola? Ya sabes que a Nick no le gusta que le molesten cuando está...

-Mira, ya no trabajo para él. Sólo dile que estaba demasiado ocupada como para ponerme al teléfono.

-¡No le puedo decir eso a Nick! - exclamó Pete, horrorizado.

-Entonces Nick no debiera haberte dejado que te ocuparas de esto.

Al fondo ella oyó una voz masculina más profunda.
Hubo un corto silencio y luego, sin previo aviso, le resonaron los oídos.

-¿A qué demonios estás jugando? -le gritó Nick por el teléfono a todo volumen - ¿Cómo te atreves a mandarme un mensaje como ese?

-Esa clase de chantajes no te gustan, ¿verdad?

pero Nick no la escuchó.

-¡Quiero que estés de vuelta en Londres esta misma noche!

-No, Nick.

-Si no paras esta locura ahora mismo, yo...

-Ahórrate las palabras. Ya conozco mis opciones. O te comprometes a hacer funcionar nuestro matrimonio o me dejas marchar y, dado que dudo que tengas el valor para hacer lo primero, estoy haciendo yo lo segundo.

Luego colgó con la cara muy pálida.
Se relajó y soltó el aire.
Ahora tenía que esperar.
El próximo movimiento tenía que hacerlo él.

El día fue uno de los más largos de su vida, y no dejó de darle vueltas a lo que había hecho, sin saber si estaba bien o no, sí él iría a por ella o si la dejaría por pesada e imposible.
Al oscurecer se hizo unos sándwiches, pero no se los comió por falta de apetito.
Estaba lloviendo lentamente y eso hacía que se viera borroso por las ventanas.
Subió al dormitorio principal y deseó haberse llevado algo para leer.

Poco después de las diez se metió en la cama que había comprado esa misma mañana para entrar un poco en calor mientras oía la lluvia y el viento golpeando la casa.

La despertó un ruido distante en mitad de la noche.
Por un momento se quedó completamente desorientada hasta que se acordó de dónde estaba y lo que hacía allí.
Eran casi las dos de la madrugada.
Salió de la habitación con una linterna en la mano, ya que no tenía todavía conectada la electricidad.

Desde lo alto de las escaleras podía ver la gran puerta de la calle y en ella se oían unos golpes fuertes.

-¿Qué he hecho yo para merecer esto? -exclamó Nick nada más entrar en la casa, empapado.
Miley retrocedió un poco, sorprendida por su aspecto.

Estaba empapado y el traje se le pegaba completamente al cuerpo.
Parecía como si se hubiera bañado completamente vestido.

-¡Si esto es la vida en el campo, ya te puedes quedar con ella! ¡El Bugatti se me ha quedado atascado en el barro de esa maldita pista!

-Oh, querido...

Miley sintió la urgente necesidad de abrazarlo, tranquilizarlo si estaba furioso.

-Necesito un baño y algo de beber.

-Oh, querido... -repitió ella como una tonta, sabiendo que no podía darle nada de eso.

-¡Mi maleta sigue en el coche!

-Oh, querido...

-Mira, si me dices eso una vez más, voy a explotar.

-Tienes que quitarte esa ropa. Ven arriba.

-El helicóptero no podía volar con este tiempo. El avión no estaba disponible. Y aquí ni siquiera hay luz eléctrica. ¿Tienes idea del tiempo que llevo llamando a la puerta?

Miley le abrió la puerta del cuarto de baño y encendió la luz, que por suerte funcionaba.

-No hay agua caliente, pero todo lo demás funciona.

-¿No hay agua caliente? -le preguntó Nick, desesperado.

Cuando él se metió en el cuarto de baño, ella se vistió de nuevo a toda prisa, se puso una chaqueta y salió de la casa.

Por suerte, Nick no había cerrado el coche, así que tomó su maleta y se volvió a la casa.
La lluvia estaba escampando y el viento calmándose.


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