martes, 21 de agosto de 2012

Dama de treboles cap 20




Miley regresó a la herrería a toda prisa, donde suponía que él la esperaba, salvo que hubiese decidido abandonarla a su suerte ahora que conocía su secreto.

Nick conversaba con el doctor mientras éste le alzaba la manga y le examinaba la herida.  
Cuando llegó junto a ellos, el medico felicitó a Miley por sus cuidados y se despidió de la pareja.

  —¿Presumiendo de buena samaritana? —ironizó Nick atravesándola con una mirada gélida.

Subió al caballo y, sin ayudarla, esperó a que ella lo hiciera por su cuenta.
A Miley le costó, al no poder asirse al cuerno de la silla.
Tras el segundo intento, Nick quitó de mala gana el pie del estribo y ella por fin pudo montar agarrándose a su camisa, gesto que aún lo irritó más.
Sin darle tiempo a acomodarse, él clavó espuelas y Miley se tuvo que aferrar a su cintura para no salir despedida.

El regreso se le hizo eterno.
Al llegar al establo casi se cayó al suelo al verse obligada a desmontar sin ningún punto de apoyo.

Nick bajó de un salto y desensilló al appaloosa sin prestar atención a Miley , que esperaba a su lado sin saber qué hacer.

   —¿Puedo quedarme? —preguntó con la vista en el bajo de su falda—. Si lo prefieres, recogeré mis cosas.

   —¿Y eso a qué viene? —preguntó con el ceño fruncido—. Lo que tienes que hacer es volver al trabajo, y rápido.

   —Crecí en un poblado lakota. No quiero avergonzarte por ello —comentó en voz baja—. Si anulas el matrimonio, lo entenderé.

   —Eso te gustaría, ¿verdad? —masculló con furia contenida—. Pues… ¡olvídalo! Lo teníais muy bien pensado esa rata de McNabb y tú pero, mira por donde, os ha salido mal la jugada.

   —No sé de qué hablas.

   —¡Ya está bien de tonterías! —dijo tirando la silla al suelo con rabia—. Conmigo deja de fingirte inocente porque me tienes harto. Eres una embaucadora, pero te quedarás. ¡Mírame! —le ordenó con tono fiero a la vez que la sacudía por los hombros.

   —Por favor —suplicó.

   —Me consideras un imbecil, ¿verdad? Tu tío, por decir algo, ¿o es tu amante? —Miley  tembló al oír aquello—, me engatusó para cargar contigo, así se quedaba con la casa. De un plumazo anulaba la absurda disposición de la viuda y de paso evitaba pagarme mi dinero. Tú te niegas a consumar el matrimonio haciéndote la mojigata y ahora me sueltas lo de los indios. Si creíais que así anularía el matrimonio y te dejaría libre para volver con él y disponer de la casa a vuestro antojo, estás muy equivocada. ¿Habíais planeado venderla y repartiros el dinero? Pues es una lástima porque no verás ni un dólar. Y si se te ocurre volver con ese tipo, cometerás adulterio.

   —No sabes lo que dices. Yo no he mentido en mi vida —alegó.

   —Te creí honesta y me equivoqué. Tu amigo y tú encontrasteis a un tonto que se dejó engañar con demasiada facilidad. Pero te juro que os vais a arrepentir de esto, por lo menos tú. En cuanto a McNabb, ya le llegará su momento, no lo dudes.

Miley giró sobre sus talones camino de la casa.
Discutir con él era del todo inútil.
 
Nick estaba indignado, odiaba la rivalidad existente entre alemanes, irlandeses y escandinavos que parecían querer repartirse Colorado como si fuese un pastel.
Y aún detestaba más a quienes se consideraban por encima de los que tenían una piel más oscura.

   —No me des la espalda. —El tono hizo estremecer a Miley , que frenó en seco—. Además de embustera eres mezquina. ¿Por qué supones que tengo prejuicios contra los indios? No me importan ni el color ni los ancestros, trato a las personas por igual y respeto a todo el que me respeta. Hace años que acabaron las guerras indias y por aquí no causan problemas; Matt les compra broncos y son gente de palabra. Me juzgas sin conocerme. Utilizar ese argumento ha sido un gesto muy sucio.

Miley bajó la cabeza y encogió los hombros, pero no se movió de sitio.
Él la alcanzó en dos zancadas, se situó tras ella y, con un giro brusco, la colocó frente a él.

   —Firmamos un compromiso en casa del juez, ¿recuerdas? Aunque te niegues a cumplir con tu parte del trato, debo encargarme de tu protección y tu sustento. Yo soy un hombre de palabra, no como tú.

   Miley alzó el rostro hacia él con expresión de derrota.

   —¿Y quién me protege de ti?

   Nick no respondió.
Lo estaba desafiando con inexplicable docilidad.
De pronto, solo podía pensar en poseer a aquella extraña mujer que aunaba sumisión y rebeldía.

Se inclinó sobre su boca, pero al rozar sus labios abrió los ojos.
 La asió con firmeza y la apartó bruscamente. Ella abrió los ojos aturdida.

   —¿Te gusta verte rechazada? Ahora ya sabes lo que se siente.

Miley  bajó la vista temblorosa y corrió hacia la casa.

Nick recogió la silla de montar y dio un puñetazo al portón del establo que asustó a los caballos.


1 comentario:

si te gusto el capitulo o tienes alguna sugerencia no dudes en decirmela seran todas bienvenidas gracias C:
besitos vuelve pronto y mil gracias por visitarme ♥