lunes, 6 de agosto de 2012

Dama de treboles cap 9




En cuanto llegaron a Indian Creek, Miley presintió que allí se encontraría a gusto.

Reunía todo el encanto de las pequeñas comunidades, tan diferentes de una ciudad mediana como Kiowa Crossing. Ni demasiado tranquilo, ni ruidoso en exceso.

Lo bastante bien abastecido como para no necesitar desplazarse, pero tan poco concurrido como para disfrutar del placer de pararse a conversar. En definitiva, un pueblo corriente. Y a Miley le gustó.

   Tal como el carro fue enfilando la calle principal, notó sobre ella un montón de miradas curiosas, pero su esposo no parecía dispuesto a perder el tiempo en presentaciones.

   Un par de hombres paseaba en dirección contraria. Por las estrellas de sus chalecos supo que se trataba del sheriff y un ayudante.

Al llegar a su altura, Nick los saludó con un gesto, pero no paró pese a que ellos sí lo hicieron mirando hacia el coche con descaro. Y no fueron los únicos que se detuvieron a su paso.

   Al final de la calle, se levantaba un hotel con una fachada tan blanca y elegante que hacía desmerecer los edificios cercanos; y, frente a éste, un almacén general.

A su entrada se distinguían apilados barriles y mercancías; contaba además con un ventanal escaparate tras el que se exhibían los objetos más delicados o novedosos.

El último edificio, que a Miley le pareció un inmenso granero, era el almacén de maderas. A partir de ahí, la calle se bifurcaba en dos caminos.

   Justo a la puerta del almacén maderero, Nick detuvo el coche, bajó de un salto y ató al caballo.
Miley  decidió estirar las piernas.

Mientras se alisaba la falda, dio un vistazo a su alrededor y, a cierta distancia, se fijó en una joven menuda que paseaba bajo una sombrilla de encaje con la cabeza muy alta.
Miley supuso que con aquel porte no podía ser de allí; quizá se encontrase de paso, camino de Denver.

Apartó la vista para no parecer impertinente y vio que Nick se disponía a entrar en el almacén.

   —Tengo un asunto que debo resolver y me llevará un poco de tiempo…

  No acabó la frase.
Se quedó mirando al frente mientras se colocaba el sombrero.
Miley giró la cabeza y comprobó que la rubia de la sombrilla y él se estudiaban a distancia el uno al otro.

   —Mientras esperas — continuó Nick —  ve a la tienda. Si ves algo que necesitas di que lo apunten en mi cuenta.

   La joven entró en el establecimiento, no sin antes saludar a Nick con un leve movimiento de cabeza.

Miley volvió el rostro hacia su esposo y con malestar bajó la vista porque él todavía miraba al frente como si la elegante mujer no hubiese desaparecido.

Reparó entonces en su modesto vestido y por primera se avergonzó de lucir un aspecto tan austero.
   Nick giró en redondo, pero una voz a sus espaldas lo detuvo.
 
   —Nick Jonas, ¿has olvidado tus modales?

   Ambos miraron hacia la puerta de la tienda y allí, sacándose con cuidado unos guantes calados, se encontraba la joven de la sombrilla.
Se acercó a ellos con una cadencia estudiada y a Nick le brillaron los ojos.

   —Harriet, te presento a la señora Jonas mi esposa.

   —¿Tu esposa? — Hizo una pausa para mirarla de soslayo — Felicidades entonces.

   Sus ojos le parecieron más duros, pero aquello sólo duró un segundo porque cuando Miley quiso darse cuenta se dirigía a ella con una sonrisa afable.

   —Me alegro de conocerla, señora Jonas, esto es toda una novedad.

   —Llámeme Miley , por favor — añadió tendiéndole la mano.

   Alzó la vista hacia su esposo a la espera de que interviniese, pero no parecía dispuesto a hacerlo.


   —De acuerdo, Miley . Yo soy Harriet Keller. Y será mejor que nos tuteemos, ¿no te parece? —Echó un vistazo a Nick y estrechó la mano de Miley —.Nick y yo nos conocemos desde hace años.

   Miley estaba incómoda, tanto por el intercambio de miradas como por aquella familiaridad excesiva, y decidió acabar con la conversación.

   —Voy a la tienda —dijo en voz baja.

   Harriet Keller la observó alejarse y con rapidez volvió la cabeza hacia Nick, que le sostuvo la mirada impasible. 
Ella le dio la espalda y siguió a Miley.
 
   Nick se encaminó de nuevo al almacén maderero paladeando con satisfacción la cara que se le había quedado a Harriet al saberlo casado.
 
   Miley entre tanto curioseaba sin intención de comprar, no pretendía ocasionar gastos a su nuevo esposo y más cuando él le había advertido de su precaria situación. 
Aun así, se paseó ante una amplia mesa donde se exhibían todo tipo de tejidos.
 
   —Una maravilla, ¿verdad? — comentó Harriet a su espalda — Aquí disponemos de las mejores telas y adornos. No por ser éste un pueblo pequeño debemos descuidar nuestro aspecto, ¿no crees?
 
   Miley asintió por cortesía, pese a advertir la insolencia del comentario.
 
   —Son muy bonitas, desde luego — respondió —  Sobre todo esta azul.
 
   —No hay duda de que tienes buen gusto, has ido a escoger la más costosa.
 
   —¿Es muy cara?
 
   —Tres dólares la yarda, pero como verás merece su precio. ¿Cuánto cortamos? — preguntó con las tijeras en la mano.
 
   —No te molestes, por favor —la frenó apurada—. No había pensado gastar tanto dinero. Tal vez más adelante.
 
   —Puede que se agote. Yo no lo pensaría mucho.
 
   —Lo tendré en cuenta. Adiós, señorita…
 
   —Harriet — interrumpió— . Ha sido un placer conocerte, Miley. Espero verte pronto.

    

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