miércoles, 8 de agosto de 2012

La caida de jonas cap 4




No podía sacarse la imagen de la mente. Miley Cyrus, extendida sobre el cemento de su piscina, con los largos y pesados rizos abanicándose alrededor de su cabeza, su voluptuoso cuerpo resbaladizo y caliente y… ¡oh!, tan excitado.

Se apoderó de él, casi haciendo que saliera a buscarla después de entrar en su casa.
Infierno, como si pudiera evitarlo.
Cuanto más pensaba en ello, más difícil le resultaba.
No había estado tan condenadamente caliente por una mujer en años.
Desde su primera mujer, de hecho.

¿Quién lo hubiera pensado? La tímida señorita Miley

Sacudió la cabeza otra vez antes de agarrar una cerveza y salir a la terraza de atrás.
La valla de Miley era de más de dos metros de alto y se extendía alrededor del medio acre de tierra por detrás de su casa.
Su valla de madera blanca conectaba con la de ella en una esquina y se extendía casi el doble de su área.

No tenía piscina, sin embargo.
Entornó los ojos en el patio trasero y lo consideró sonriendo y levantando la cerveza a los labios.
Acabaría metiéndose en problemas.
Nunca sería capaz de mantener a sus amigos lejos de allí.
Ya era difícil mantenerlos fuera de su casa.

Sonrió y se preguntó si la señorita Miley le dejaría usar su piscina.
Tal vez mientras ella se estaba bronceando bajo el caliente sol de Texas.
Toda caliente y húmeda.
Hizo una mueca al pensar en eso.
Dejando los piercings a un lado, y su delicioso y dulce cuerpo, la señorita Miley Cyrus no se mezclaba con la gente como él.

Terminó su cerveza antes de ir al baño a ducharse y cambiarse.
Ser propietario de uno de los más duros bares de la zona podía ser arriesgado a veces.
Le gustaba estar allí antes de que anocheciera.

Al salir de la casa, cerrando la puerta detrás de él vio el compacto sedán de Miley, de aspecto un poco aburrido pararse en su camino de entrada.

Sintió el calor lamer en su mirada por un segundo antes de parar el coche y salir del vehículo.
Ella mantuvo su cabeza baja.

Jonas no pudo dejar de mirar cómo iba a la parte trasera del coche y abría el maletero.
Sacó, lo que asumió, era una bolsa de comestibles, y se dirigió rápidamente a su casa.
Haciendo caso omiso de él.

—Hola, señorita Miley —gritó mientras se acercó al porche y se paraba.
Levantó la cabeza, los ojos como platos.

—Ho-hola. —Una pequeña sonrisa, apenas una insinuación, en la comisura de sus labios.

Una mueca en sus labios.
Le gustaban sus sensuales labios.

Jonas cruzó el patio.
No había mucha distancia que separara sus casas.
Las dos viviendas habían sido construidas por dos hermanas muy unidas.
La propiedad se extendía detrás y a los lados de las casas, manteniéndolas cercanas mientras los otros vecinos estaban a distancia.

Jonas no podía ni siquiera explicarse por qué estaba empujándose a esto, excepto que se había excitado dos veces hoy gracias a ella.
Le dirigió una de sus lentas y registradas sonrisas y observó el rubor que llenaba sus mejillas.

Ella lo miraba atentamente, sin hacer ningún movimiento para abrir la puerta, sosteniendo las llaves con cuidado en una mano, la bolsa de lona con la otra, como si no lo hubiera conocido durante dos años.
Temerosa, haciendo una pausa para tener cuidado.
La señorita Miley no era una persona casual en ninguna circunstancia.

Sus ojos casi se redujeron.
Estaba en una posición cuidadosamente preparada de protección.
Preparada para golpear con el bolso.
Su cuerpo equilibrado, listo para huir en cualquier momento.

Ahora,
¿por qué demonios tendría la pequeña, malditamente tímida, estar en guardia contra un vecino?

—¿Puedo ayudarlo, señor Jonas? —preguntó con cuidado mientras se apoyaba contra la pared de su casa.

Dejó que su sonrisa se ensanchara.

—Sí, señorita, seguro que puede — Asintió con la cabeza — Me puede decir por qué una cosa tan bonita como usted está sola en una noche de viernes. Debería haber una ley contra ello.

—Estoy segura de que debe haberla — Había un toque de cinismo en la mirada que ella le dio.

—Los chicos de por aquí no solían ser tan tontos. —Negó con la cabeza. —Dejar que una chica guapa como usted se aburra sola.

—Voy con hombres, Señor Jonas no chicos — le dijo con frialdad — Y soy una mujer, no una niña, desde hace mucho tiempo. ¿Hay algo más en que pueda ayudarle?

No había miedo en ella. Ninguno que pudiera detectar.
Recelo, suspicacia, una gran cantidad de excitación, pero no miedo.

—No, señorita. —Finalmente, sacudió la cabeza y retrocedió.

No empujaría más, decidió.
Había algo malo en eso.

La señorita Miley Cyrus sentía por instinto en su interior al macho peligroso en él.
Y él no era el hombre que esta delicada mujer necesitaba.
No, la señorita Miley necesitaba al tipo de hombre que era para siempre, y Jonas no era el tipo de para siempre.

—Buenas noches, señorita Miley.

—Señor Jonas. —Su voz lo detuvo.

Se volvió hacia ella, arqueando las cejas un poco desconcertado, viendo de pronto a una mujer, que es más de lo que muestra al mundo.

—¿Sí, señorita?

—Mi nombre es Miley. No señorita Miley. O señorita Cyrus  si lo prefiere. Pero después de dos años, bandejas de galletas y platos de sopa, creo que me puede llamar por mi nombre.

No había censura en su voz, sólo una nota tranquila.
Esa tranquilidad casi le hizo reír entre dientes.
Ella no era una persona que se dejara convencer fácilmente y quería que él lo supiera.

—Sí, señora. —Asintió hacia ella. —La veré pronto.

—"Señora" no fue una de las opciones —la oyó murmurar mientras cerraba la puerta con furia al entrar en la casa.

Se subió enérgico a la camioneta y dejó que una risa baja saliera de sus labios.
Maldita sea si no tenía espíritu.
Tal vez la señorita Miley no era la señorita tímida que todo el mundo había llegado a creer que era desde que se mudó aquí.
Se preguntó, si no podría tener un poco de fuego en ella.

Infierno, él sabía que ella era un incendio.
Tanto fuego que podía conducir a un hombre directamente al infierno con solo pensarlo.
Y para un hombre como Jonas, tenía algo más en mente a parte de simplemente pensarlo.
Más que fuego por su parte.
Demasiado malo.
No le hubiera importado compartir su cama, su piscina, y todo lo que quisiera compartir con él
 Por un rato.



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