domingo, 19 de agosto de 2012

Dama de treboles cap 16




Miley aceptó la humillación con entereza, pero se sintió insignificante y notó cómo los ojos le escocían.

Respiró hondo.
Cuando levantó la cabeza, él ya se había marchado.
Tenía trabajo que hacer y sabía por experiencia que lo mejor para no pensar era mantener las manos ocupadas.

Pasaron las horas y acabó con todas las tareas casi sin darse cuenta.
Sin hacer nada no podía estar. Tomó su libro y subió al desván.
Abrió la ventana y dejó que la luz y el aire inundasen la estancia.
Allí se encontraba a gusto y decidió que lo limpiaría a fondo como el resto de la casa.
 
Curioseó el interior de dos baúles y encontró vestidos que quizá pudiese recomponer.
Al mover un viejo maniquí de costura lleno de polvo, descubrió una máquina de coser.

Singer había construido un imperio vendiendo a plazos esa maravilla que liberaba a las mujeres de la esclavitud de coser a mano.
Se alegró de contar con una porque, dada la situación, no podía asumir su coste.

Tras limpiar con un trapo viejo el banco de la ventana, se sentó con el libro en el regazo y contempló los pastos.
Estaba muy cansada, no había parado de trabajar y durante la noche apenas había dormido.
Apoyó la cabeza y cerró los ojos.

 Nick se aproximó a la casa y desde el caballo le pareció ver abierta la ventana del piso alto.  
Hacía años que nadie subía allí.
Con rabia intuyó quién debía de andar explorando en las alturas.  
Al verla recostada se le calentó la sangre, por lo visto estaba ociosa.

Subió los escalones de dos en dos y abrió la puerta de golpe.
Miley se había quedado medio dormida y se sobresaltó con su llegada.
De un salto se puso de pie, ocultando el libro detrás de ella.

   —¿No tienes trabajo?

   Nick no levantó la voz, ni dio muestras de estar alterado, pero su voz baja y peligrosa acompañada de una mirada feroz evidenciaban su irritación.
Se acercó a Miley y ella retrocedió pegándose a la pared con las manos a la espalda.

   —¿Qué escondes ahí? —preguntó tendiéndole la mano abierta.

   Miley sacó el libro de su espalda y se lo tendió.

   —Es mío. Por favor, no me lo quites —suplicó.

A Nick se le erizó el vello al ver sus ojos indefensos.
Tomó el libro y lo abrió movido por la curiosidad.
Comprobó que se trataba de una antología de cuentos ilustrada con grabados en los que aparecían princesas ataviadas con ricos vestidos.

La miró a los ojos y se lo devolvió en silencio.
¿Qué clase de extraña inocencia escondía aquella mujer para considerar un tesoro un libro propio de una niña?
Sin decir ni una palabra, le dio la espalda y la dejó sola.



En cuanto salió de su estado de aturdimiento, Miley cerró la ventana, dejó el libro en el alfeizar y bajó tras él.
Debía esforzarse en cumplir con sus obligaciones y no irritarlo aún más.

Nick no estaba en la cocina.
Respiró más tranquila y comenzó a preparar la cena sin dilación.
Cuando entró de nuevo, ella mantuvo la vista en los fogones, pero al acercarse a la alacena no pudo evitar fijarse en él.
Se había quitado la camisa dejando a la vista su ancha espalda.
   Él notó que Miley no le quitaba la vista de encima.

—Me es indiferente si te incomoda verme así. Esta es mi casa y hago lo que quiero —le espetó con una mirada de advertencia.

—No eres el primer hombre que veo desnudo de cintura para arriba.

   Nick se giró con una lentitud que asustaba.

—Explícame eso —exigió.

Miley continuaba mirándolo sin asomo de turbación. Parecía preocupada.

—Tienes el brazo herido.

   Sorprendido, giró el brazo y al hacerlo contrajo el rostro por el dolor.
Hacía dos días de aquella escoriación y ni se acordaba de ella, pero tuvo que reconocer que presentaba un feo aspecto.

Miley se acercó y le tomó el brazo para examinarlo más de cerca.

   —No me toques —dijo apartándose de ella con rudeza


   —Se ha infectado —comentó frunciendo el entrecejo—. ¿Cómo te lo has hecho?

   —Me quemé con una soga hace un par de días.

Miley le tomó el brazo con cuidado y lo giró para verlo con más luz.
Nick continuaba asombrado al ver que lo estudiaba sin prestar el menor caso a su actitud esquiva.

   —¿Desde cuándo no lo has curado? —lo regañó con gesto severo—. Ya veo, ni lo has limpiado ni lo has curado. Una quemadura infectada… — Cabeceó en gesto de reproche—. Siéntate.

Diciendo esto entró hacia los dormitorios.
En seguida salió con una toalla, jabón, palangana y varios paños.
En un momento, puso agua a calentar. Entonces él entendió que se disponía a curarlo y le molestó.

   —Más vale que te metas en tus asuntos y me dejes en paz —advirtió.

   —Siéntate.

   Nick giró la cabeza con una mirada fiera.

   —Por favor, siéntate —insistió—. Confía en mí, sé cómo hacerlo.

 No era una orden ni una súplica, la voz de Miley transmitía seguridad.
Se sentó y la observó mientras ella se ponía de puntillas y rebuscaba con interés entre los estantes de la alacena.





2 comentarios:

si te gusto el capitulo o tienes alguna sugerencia no dudes en decirmela seran todas bienvenidas gracias C:
besitos vuelve pronto y mil gracias por visitarme ♥