jueves, 28 de marzo de 2013

Dama de treboles cap 95



Cuando oyó aquello, Emma se emocionó ante la perspectiva de un día entero sin sus hijos alrededor.
De pronto, se sintió culpable por cargar al joven matrimonio con toda su prole.

   —Quizá sean demasiado estorbo, me parece que vosotros solos lo pasaríais mejor — alegó con el ferviente deseo de que su cuñada mantuviera la oferta.

   —Tonterías. Lo pasaremos estupendamente y a vosotros os vendrá bien algo de intimidad —comentó mirándola de reojo a la vez que remataba un botón.

   —¿El próximo domingo? —Sonrió haciendo planes.

   —Sí, dentro de ocho días. ¿Hace mucho que no vas a la cascada de arriba? —preguntó Miley fingiendo desinterés.

    —Ni me acuerdo de la última vez que estuve allí. Me encantaba bañarme en el remanso, ¿sabes?

   —Lo imagino —contestó con el mismo tono despreocupado—. Se me ocurre que podíais aprovechar que estáis solos para acercaros a la cascada Matt y tú.

   —Sí que es buena idea, y podríamos comer allí. —Emma ya se veía en la cascada.

   —Hace calor, podríais bañaros —sugirió sin dejar de coser.

   —¿A nuestra edad?

   —Lo dices como si fueses una vieja. ¿Qué te pasa? Nadie va a subir a espiar. A lo mejor prefieres dejar la excursión para un día que estén los niños — replicó contrariada ante la indecisión de su cuñada.

La observó de reojo y supo que la imaginación de Emma giraba a la velocidad de un tornado planificando la jornada dominical.
Decidió que ése era el momento de entregarle el regalo.

   —No, con los niños otro día. Desde que nació Albert, no he pasado ni un día a solas con mi marido. Y ya va siendo hora — se dijo convencida.

    —Te he traído un regalo, espero que te guste — dijo Miley entregándole el paquete.

   —Pero, ¿por qué te has molestado? No necesito que me regales nada — comentó incómoda.

   —No me supone ninguna molestia y esto no es nada para todo lo que tengo que agradeceros —añadió con cariño —. Porque el regalo no es para ti, es para los dos.

   —Pues no pienso esperar a que llegue Matt — aseguró deshaciendo el envoltorio.

Cuando descubrió el contenido, se quedó sin palabras y abriendo mucho los ojos, extendió las dos prendas sobre la mesa.

   —¿Para los dos?

   Se giró escandalizada hacia Miley que le sostuvo la mirada impasible.

   —Si lo prefieres, para ti sola — respondió sin inmutarse.

   —Pero esto es... la ropa interior más... impúdica y desvergonzada que he visto en mi vida.

Miró a Miley con la mano en el pecho y de nuevo volvió los ojos a la ropa que se exhibía sobre la mesa.

   —La he cosido yo. La seda la saqué de un camisón del baúl, espero que no te importe.

Emma negó con la cabeza sin apartar los ojos de aquella ropa.
No recordaba haber visto en toda su vida una labor tan delicada y lujosa, con aquella seda casi transparente y encajes finos.
 
Al instante, recordó el camisón de boda de su madre y mentalmente le pidió perdón por el uso que habían dado a aquella prenda.

Tuvo que disimular una sonrisa convencida de que estaba perdonada porque Agnes Jonas, si las estaba viendo desde allá arriba, debía de estar pasándolo en grande.

   —¿De dónde has sacado una idea tan... descocada? — preguntó sin salir de su asombro.

   —La señora Owen me dio la idea, incluso me dibujó un patrón. Por lo visto, en Europa ya hace tiempo que se usa. Ella conoció estos modelos cuando estuvo en el Este.

   —¿Rose? No la Rose Owenque yo conozco desde hace años, es demasiado recatada.

   —No veo la falta de recato por ninguna parte — aseguró con convicción — ¿o es que piensas enseñarla? Lo que va debajo de las enaguas no incumbe a nadie. Además, resulta muy cómoda ahora que hace calor.

   —Entonces, ¿tú también...?

   —Claro, yo también me hice un juego como éste. No pasa nada, no lo ve nadie. — Su cuñada enarcó las cejas —. Bueno, casi nadie.

   —No quiero ni pensar la cara que va a poner Matt cuando vea esto. Aunque, pensándolo bien —sus ojos se tornaron dos rendijas— no se la pienso enseñar. Será una sorpresa para el domingo y me la verá puesta.

   —Por fin lo has entendido —respiró Miley con alivio—. Me tengo que ir.

Emma tomó al bebé en brazos y la acompañó al patio para despedirla.
Con el pie en el estribo, Miley le recordó que avisase a los chicos de la excursión y acordaron que la familia Sutton llegaría temprano al rancho de los Jonas para salir desde allí.

De este modo, ellos estarían a un paso de la cascada.

   —Albert tendrá que quedarse a cargo de todo, no contéis con él. Y Joseph supongo que no querrá ir, ya es casi un hombre y no creo que le apetezca.

   —Como ellos prefieran. Emma, te dejo que tengo trabajo en casa —se despidió ya a lomos del caballo.

   —Miley  estoy pensando en lo transparente que puede resultar la seda mojada —comentó recuperando la osadía de siempre.

   —Te aseguro que disfrutarías más del baño sin nada de ropa.

   —¿Sin nada? ¿Y tú cómo lo sabes?

Emma no salía de su estupor.

   —¡Ay, Emma! —alegó azorada—. Utiliza tu imaginación.

   —Me pregunto qué ha sido de aquella rubia mojigata que apareció por aquí hace dos meses —enunció su cuñada divertida.

   —Se perdió por el camino —respondió con una amplia sonrisa—. Y, si la ves, dile que no vuelva porque desde que se fué soy inmensamente feliz.

Azuzó al caballo para girar grupa y clavando talones salió al galope rumbo a su casa ante la atónita mirada de Emma, que con su hijito en brazos todavía dudaba si estaba soñando o despierta.


Dama de treboles cap 94



  —¿No había en Denver un hotel peor? —preguntó Harriet a través del espejo.

Jason era capaz de hipnotizarla con los ojos.
Y con la boca, reconoció evitando un suspiro.
Por no hablar de sus manos.

Él sí era un hombre de verdad, desvergonzado y lascivo.
En un par de noches, le había quitado la venda de los ojos enseñándole la osadía de sumergirse en placeres prohibidos.

    —Aquí no hacen preguntas. No podemos arriesgarnos a llamar la atención — aclaró desde la cama.

Harriet acabó de peinarse dando un vistazo a su alrededor.
Cortinas baratas, empapelado de pésimo gusto y un mobiliario ramplón.

No la convencía su argumento, podían haberse alojado en cualquier sitio mejor que aquel hotelucho de la calle Market, el barrio con peor fama de Denver.

    —¿No piensas llevarme a conocer la ciudad? —Se giró con los brazos en jarras.

    —No, de momento. No conviene que nos vean.

    —Si lo llego a saber, no me escapo contigo.

Jason Smith la agarró por la muñeca y de un tirón la sentó a su lado.
El corazón de Harriet se aceleró, la mirada de Jason lucía un brillo peligroso que la hacía temblar.

    —Escucha, pequeña, aquí las cosas se harán como yo decida. —Harriet intentó zafarse— Cuando llegue el momento, saldrás de aquí y lo primero que haremos será ir a presentarte a «tu familia». Yo me retiraré de escena y todo quedará en tus manos. Trata de ser convincente, porque tendrás que engatusarlos lo antes posible. Sé muy bien que hay un dinero esperando, así que tendrás que arreglártelas para hacerte con él.

    —¿Y cuándo será eso?

    —Cuando yo lo diga.

La tomó por la nuca y la besó con vehemencia.
Harriet gimió al sentir el excitante dolor que le producía al clavarle los dientes.

    —¿Y mientras? —gimió.

    —Ya pensaremos en algo — jadeó mordiéndole un pecho y luego el otro por encima de la ropa
— Hemos repasado el plan. ¿Lo tienes todo claro?

    —Seré tan dulce y amable que los Watts se desharán en llanto al recobrar a su sobrina perdida.
Cuando me haga con la fortuna de la huerfanita, aprovecharé cualquier ocasión para largarme. Tú me esperarás aquí y, en cuanto llegue, pondremos tierra de por medio.

    —Hermosa y condenadamente lista —aseguró cruzando los brazos bajo la cabeza—. No me equivoqué contigo, princesa. Estás hecha a mi medida.

Harriet echó la cabeza hacia atrás y se pasó la mano por el cuello hacia el escote.
En la habitación hacía un calor infernal.

Él la observó relamiéndose los labios, la lenguaraz mujercita de la sombrilla lo había sorprendido con aquella faceta desconocida.
Ni ella misma era consciente del poder de seducción que encerraban sus gestos indolentes.

    —Apaga la chimenea, por favor. ¡Estamos en agosto!

Aquello le recordó a Jason Smith que aún tenían un pequeño inconveniente que solucionar.
Se levantó de un salto y, ante la extrañeza de Harriet, cerró la puerta con llave.

Fue hasta la chimenea y mantuvo en el fuego el atizador.
Al escupir sobre él, se escuchó un desagradable siseo y Harriet empezó a temblar.

    —¿Qué piensas hacer? —balbució tragando saliva.

    —Ahora es cuando tienes que demostrarme tu valentía. —Ella se levantó e intentó girar el pomo de la puerta aterrorizada—. Vamos, sabes muy bien que sin quemadura no tenemos ninguna oportunidad.

Ella empezó a chillar con la cara desencajada.
Smith se felicitó por haber elegido aquel tugurio, porque nadie pareció reparar en el escándalo.

Pero no tenía ganas de aguantar un numerito de histeria femenina.
La cogió por los hombros y, antes de que Harriet pudiese reaccionar, le dio un puñetazo en plena cara.

La dejó tan aturdida que tuvo que cogerla en brazos.
La depositó de lado en un sillón, con la cabeza colgando de un reposabrazos.
Mejor, así no vería nada.

Harriet, casi desvanecida, no opuso resistencia cuando le abrió la mano izquierda.
Agarró el atizador candente y cumplió con su desagradable obligación.

Un alarido desgarrador resonó en la habitación instantes antes de que Harriet perdiese la consciencia.

Emma dejó a Tommy sobre una manta en el suelo de la cocina y le acercó algunas cucharas.
Por fin disfrutaba de un rato de tranquilidad para coser botones.

Ya era sábado por la tarde y no deseaba dejar la tarea pendiente para la siguiente semana.
Fue a por el costurero después de ver al pequeño muy entretenido examinando sus nuevos juguetes.

En menos de un segundo, volvió a la cocina, consciente del peligro que suponía Tommy sin vigilancia.

Antes de sentarse, aguzó el oído.
Apartó la cortina de la ventana y vio aproximarse un caballo, y sobre él las faldas al viento de una mujer.

Por la trenza rubia y su soltura como jinete, supo que se trataba de su cuñada.
Sonrió contemplando cómo disminuía el ritmo al aproximarse a la casa.

Daba gusto verla, y recordó los tiempos en que ella, con veinte años menos, galopaba con la misma audacia.
Salió a la puerta a recibirla.
Miley ató al caballo en un abrevadero y sacó un paquete de la alforja.

   —No te esperaba —comentó tomándola del brazo—. Pero me encanta que hayas venido, hay veces que echo de menos hablar con algún adulto que no se llame Sutton.

Miley rio y se acercó al pequeñín que, ante la novedad, alzó los bracitos reclamando su atención.
Emma evitó que lo cogiese y ella se limitó a acariciarle la cabeza con palabras cariñosas.

Tommy empezó a lloriquear contrariado y su madre le dio un par de jarras de metal que al instante empezó a golpear con una cuchara, encantado con el sonido que obtenía.

   —Si lo coges ahora, no querrá volver a la manta — le explicó Emma — Y bien, ¿cómo es que has venido?

   —¿Quieres que te ayude? —se ofreció Miley al ver el costurero y el montón de ropa.

   —Claro — exclamó agradecida.

    —He venido a contarte una cosa — anunció solemne mientras enhebraba una aguja —. ¡Nick me ha regalado un carro!

   —¡No sabes cuánto me alegro! — dijo entusiasmada — Eso es que van bien las cosas.

   —Cada día mejor — aseguró con orgullo.

   La felicidad de Miley trajo a la mente de Emma lo sucedido esa misma mañana.

   —Hoy he vuelto a la tienda  — comentó con cautela — El caso es que todo el mundo hablaba de ello, y Amanda ha terminado por derrumbarse.

   —No sé a qué te refieres —rehuyó incómoda el asunto.

   —Hace casi una semana que no se veía a Harriet. Al principio, su madre fue contando que estaba de viaje en casa de unos familiares. Pero no ha podido aguantar las murmuraciones y ha acabado confesando que ha escapado de casa. Al parecer, el mismo día que dejó el hotel un tal Smith con fama de vividor.

   —Si ése es su deseo, que les vaya muy bien.

   —La verdad es que he sentido una pena inmensa por Amanda, estaba destrozada — aseguró apretando los labios—. A fin de cuentas, es una madre que sufre. Ha puesto en venta el almacén, piensa mudarse a San Luis con su hermana.

   —Emma, lo siento por la madre — mantuvo muy seria — pero espero no volver a ver a Harriet Keller en mi vida.

   —No hablemos más de ello — resolvió —. ¿Cuándo piensas estrenar el carro? Porque hoy has venido a caballo.

   —Así pierdo menos tiempo. —De nuevo afloró la sonrisa a su rostro—. El carro es muy lento para mí. Pero de eso venía a hablarte. Nick ha decidido estrenar el carro con una excursión a Kiowa Crossing. El próximo domingo inauguran la nueva estación y hemos pensado llevar a los chicos con nosotros.

   —¿A los míos? —preguntó ilusionada.

   —¿A cuáles si no? —replicó Miley ante la evidencia del ofrecimiento—. Me gustaría llevármelos a todos, incluso a Tommy.

 

Corazon Indomable cap 4



En ese momento, entró Hettie, sacó unos guisantes y los puso en una fuente.

—Miley  cariño, ayúdame con esto. ¿Te quedas a cenar? —le preguntó a Nick.

—Miley ha dicho que podía quedarme.

—Muy bien, pues vete a dar una vuelta hasta que esté la cena lista.

—De acuerdo. Iré a ver a mi toro.

Sin decir nada más, salió de la cocina.
No sin antes mirar a Miley con complicidad.
Sin embargo, aquel beso no cambió en nada su relación.

Nick se pasó toda la cena hablando de cría genética con su padre y, aunque fue correcto y educado con ella, era como si no estuviera.
Después de cenar, solo se quedó un rato.

Se despidió alabando la cena de Hettie y sonrió a Miley pero no como antes de la cena.
Era como si hubiera borrado de su memoria el episodio de la cocina y quisiera que ella hiciera lo mismo.

Qué chasco.
Todo volvía a ser como antes, pero él la había besado y Miley quería que volviera a hacerlo.

A juzgar por su comportamiento durante la cena, tenía más posibilidades de convertirse en actriz de Hollywood.

Se pasó las siguientes semanas recordando los besos de Nick.
Cuando no estaba soñando despierta, estaba haciendo bizcochos.

Como gastaba todos los paquetes de harina que se le ponían por delante, no paraba de ir a la tienda.
Aquella tarde no fue una excepción.


Se maquilló un poco y se puso la chaqueta de cuero antes de montarse en su deportivo blanco.
Una nunca sabía cuándo podía encontrarse con Nick en el supermercado.

Era muy dado a ir a comprar bizcochos congelados.
Cuando estaba en la cola de la caja con la harina y los huevos y la leche que Hettie le había en cargado, lo vio.

Estaba de espaldas, pero era inconfundible porque era más alto que todos los demás.
Estaba sonriendo.

Miley se dio cuenta de que no estaba solo.
Miró hacia abajo y vio a una chica castaña.
Aquel pelo le resultaba familiar.

¡Era Marilee Morgan!

Qué bien.
Seguro que su amiga le estaba hablando de ella.
Pensó en ir a saludar, pero ¿y si interrumpía en un momento crucial?

En dos semanas, el sábado antes del día de Acción de Gracias, era el baile de ganaderos de Jacobsville.

Seguro que Marilee le estaba diciendo que a Miley le encantaría que la invitara.
Era una suerte tener una amiga como Marilee.


Si Miley hubiera sabido lo que Marilee le estaba diciendo a Nick en realidad, habría cambiado su opinión sobre su amistad y sobre muchas cosas más.

—Te agradezco mucho que me hayas traído a hacer la compra — le dijo al salir de la tienda — Tengo la muñeca fatal desde la caída.

—No es nada —murmuró Nick sonriendo.

—El baile de ganaderos es dentro de dos semanas — comentó ella coqueta — Me encantaría ir, pero nadie me lo ha pedido y no voy a poder conducir para entonces porque me he hecho un buen esguince. Ya sabes que tardan tanto en curarse como las fracturas. ¿Sabes que Miley le ha dicho a todo el mundo que va a ir contigo? Sí, todos lo saben. Ha dicho que estás todo el día en su casa y que no vas a tardar mucho en comprarle un anillo.

¡Pero si solo la había besado!
¡No había comentado nada de casarse, por Dios!

Nick odiaba los cotilleos, sobre todo, cuando eran de él.
Miley ya se podía ir olvidando de que la invitara al baile.
No le gustaban las mujeres que mentían.

—Puedes ir conmigo — le dijo enfadado — A pesar de lo que te haya dicho Miley no soy propiedad de nadie y soy libre para ir al baile con quien quiera.

—¡Gracias, Nick! —dijo ella radiante.

Nick se encogió de hombros.
Marilee era guapa y le gustaba su compañía.

No era una mujer a la que le gustara estar siempre compitiendo con los hombres.
No como Miley que, de repente, se había puesto a hacerse el vaquero en el rancho.

Como le había comentado a Marilee, no le gustaban las mujeres así.
Lo último ya era que se le hubiera ocurrido ir diciendo por ahí que la había invitado al baile.

—Gracias por decírmelo. Lo mejor para acabar con esto será decirlo en público — le dijo a Marilee.

—Pues claro. No le guardes rencor a Miley por esto. Es muy joven. Comparada conmigo, digo. Si no hubiéramos sido vecinas, seguramente jamás habríamos sido amigas: Es tan... bueno, tan niñata a veces, ¿verdad?

Nick arrugó el ceño.
Había olvidado que Marilee era mayor que Miley .

Recordó los apasionados besos que se habían dado y se preguntó cómo podía decir lo que había dicho por un par de besos.

Entonces, se acordó de algo.

—Me habías dicho que Miley había tenido más novios que nadie.

Marilee carraspeó.

—Bueno, novios... lo que se dice novios. Amigos... — dijo cubriéndose las espaldas.

Era difícil presentarla como una niñata y una devora hombres a la vez.

—No es lo mismo —apuntó Nick más tranquilo.

Marilee le dijo que tenía razón.
Se arrepentía por ser tan mala con su mejor amiga, pero Nick era muy atractivo y a ella le gustaba tanto como a Miley .

En la guerra y en el amor, todo estaba permitido, ¿no?
Además, no había muchas posibilidades de que Nick invitara a Miley a salir...

Pero, por si acaso, ya se encargaría ella de que no fuera así.
Sonrió al montar en el coche de Nick, soñando con el primero de muchos bailes juntos.

¡Y si algún día quería casarse con ella!


Corazon Indomable cap 3


Miley se duchó mientras pensaba en el consejo de su amiga Marilee.

« Nick me ha dicho que no le gustas porque no tienes ni idea de las cosas del rancho, que vas siempre demasiado bien vestida, demasiado chic y sofisticada. Además, no sabes cocinar».

Estaba claro: si quería que Nick se fijara en ella tenía que aprender a llevar el rancho y a cocinar.

Marilee y ella eran amigas y vecinas de toda la vida, así que confiaba en sus consejos.
Su mejor amiga lo hacía todo por su bien.

¡Estaba dispuesta a no volver a la universidad aquel año con tal de demostrarle a Nick Jonas que era capaz de convertirse en el tipo de mujer que a él le gustaba.!
¡Se lo había tomado muy en serio y lo iba a conseguir!


No le iba muy bien montando a caballo, pero, al fin y al cabo, su padre eran ranchero así que seguro que mejoraba con la práctica.

Él se acercó a ella y, de repente, le puso las manos en los hombros.
Miley las sintió, grandes y fuertes.
No podía respirar ni dejar de mirarse en sus ojos negros.
La estaba mirando como si no la hubiera visto nunca.

—Venga, ¿qué te pasa? Si te puedo ayudar...

Miley  no sabía qué decir.

—Me he hecho daño al caerme del ternero — mintió.

—¿Ah, sí?

Nick apenas la oía porque estaba absorto en aquella maravillosa boca de labios rosados y dientes blancos.
Se preguntó si la habrían besado alguna vez.

Aunque no la había visto nunca salir con un chico, Marilee le había dicho que salía con muchos, que era mucho más experimentada de lo que parecía.

Miley se estaba derritiendo.
Las rodillas le temblaban.
Nick la sentía estremecerse.

¿Por qué se comportaba así si era tan experimentada como Marilee decía?
Una mujer con experiencia ya le habría puesto los brazos alrededor del cuello y se estaría frotando contra su cuerpo...

—Ven aquí — le dijo abrazándola.

Al hacerlo, sintió sus pechos a la altura del diafragma porque era mucho más alto que ella.
Miley puso las manos sobre su, camisa, pero con vergüenza.

Nick suspiró.
La imaginación se le había disparado, pero no podía ser, Miley solo tenía veintiún años y era la hija de un amigo.

Entonces, ¿por qué no podía parar de mirarle la boca y por qué se había excitado al sentir sus pechos?

—Pon las manos en mi pecho —l e dijo.

Miley obedeció lentamente.
Tenía las manos frías y temblorosas.
Se quedó muy quieta, sin respirar, rezando para que aquel momento no se rompiera, para que Nick no recobrara la cordura que había perdido por unos segundos.

—¿No sabes hacerlo?

—¿Hacer... qué? — dijo ella mojándose los labios con la lengua.

Nick le acarició la mejilla y le pasó el pulgar por el labio inferior en un rapto de deseo.

—Esto —murmuró bajando la cabeza.

Miley sintió sus labios sobre la boca, acariciándola y besándola suavemente.
Aquello no saciaba su apetito ni de lejos.

Le clavó las uñas y Nick se tensó.
Miley sentía sus músculos bajo la camisa y el latir acelerado de su corazón.

—Tranquila — le dijo Nick.

Miley sintió sus manos deslizarse desde su cintura a sus caderas mientras no paraba de besarla.

¿Se habría dado cuenta de que le costaba respirar, de que se moría de deseo?
Estaba experimentando sensaciones que nunca había imaginado.

Miley abría cada vez más la boca.
Nick la apretó contra su cuerpo.
Al sentir que su anatomía había cambiado, Miley se echó atrás.

—Muchos novios, ¿eh? — dijo Nick como para sí mismo.

—¿Novios? — repitió ella en un hilo de voz.

Nick la agarró de la cintura y con la otra mano le acarició la cara.

—Déjalo — susurró besándola de nuevo.

Miley le clavó las uñas y gimió.
Nick la apretó contra sí y la miró con los ojos encendidos.
Le quitó la goma del pelo y se lo esparció.

—Puede que sí tengas la edad... — dijo antes de besarla con pasión.

Miley se regodeó en su deseo.
Arqueó el cuerpo contra él y lo agarró de la nuca para que nunca dejara de besarla.
Aquello era su sueño hecho realidad.
Era genial.

Desechó cualquier rastro de prudencia y abrió la boca para invitarlo a entrar.
Sintió su lengua explorando la oscuridad y tembló mientras la devoraba.

Al oír una puerta que se cerraba, salieron de la niebla en la que estaban.
Nick la miró como si no la conociera.
Tenía los ojos como esmeraldas mojadas.

La había levantado del suelo y su cuerpo se moría por ella.
Sabía que Miley se había dado cuenta de que estaba excitado.
Solo lo sabían ellos y así debía ser.

¡Debía parar aquello en ese mismo instante!

La soltó despacio y tomó aire.
Se echó en cara haber perdido el control con una mujer a la que no debería de haber tocado jamás.
No entendía qué le había pasado.

Normalmente solía mantener la cabeza fría con las mujeres.
Y más con Miley
Le desconcertaba su mirada.

Iba a tener que darle muchas explicaciones y no sabía por dónde empezar.
Miley era mucho más joven que él, pero su cuerpo no parecía darse cuenta.

—Esto no tendría que haber ocurrido — dijo apretando los dientes.

—Es como un helado... apetece — contestó ella, que no quería oír un no por respuesta.

—Eres demasiado joven para tener apetencias — le contestó Nick — Y yo, lo suficientemente mayor como para no hacer estas estupideces. ¿Me oyes? Esto no tendría que haber ocurrido. Lo siento.

Horrorizada, Miley se dio cuenta de que se estaba arrepintiendo.
Se apartó sonrojada, con los ojos llenos de sueños que él no debía ver.

—Yo... también lo siento —dijo.

—Maldita sea — dijo Nick metiéndose las manos en los bolsillos — Ha sido culpa mía. He empezado yo.

—No pasa nada —contestó Miley encogiéndose de hombros—. Así practico.

Nick enarcó las cejas sorprendido.
¿Había oído bien?

—No soy la reina del baile de graduación. Por aquí no hay muchos hombres y los que hay son solterones que mascan tabaco y no se bañan.

—Menudos prejuicios — bromeó él.

—¿Acaso tú sales con mujeres que huelen a caballo?

—No sé. La última vez que te vi, si no recuerdo mal, olías a barro y a mi...

—¡No sigas! — lo interrumpió sonrojándose.

Nick la miró intensamente.

—Es una pena que no te llames Jeanie —murmuró—. Stephen Foster tiene una canción muy bonita sobre el pelo de una mujer que se llama Jeanie.

Miley sonrió.
Le gustaba su pelo.
Era algo.
Nick pensó que se ponía muy guapa cuando sonreía.

—¿Estoy invitado a cenar, entonces? — Preguntó perdido en su mirada —.Si me dices que sí, tal vez te dé unas cuantas clases más. Solo nivel principiante, claro — añadió sonriendo.

Miley se dijo que era imposible que Nick hubiera dicho aquello, pero lo importante era que seguía sonriendo.
Ella también sonreía.

Se sentía guapa.
Sin maquillaje, descalza, sin peinar... y Nick la había besado.
No se lo podía creer.

Entonces, recordó el amor que los Jonas tenían por los bizcochos.
Harían lo que fuera por ellos.
¿También por panecillos?

—Estoy pensando que un hombre que es capaz de secuestrar a un cocinero para que le haga bizcochos, es capaz de hacer cualquier locura por unos panecillos — le dijo.

Nick suspiró.

—Hettie hace unos panecillos de muerte.

—¡Vaya! —bromeó Miley riendo—. Está bien, te puedes quedar a cenar.

—Eres un encanto.

Encanto.
Bueno, al menos, le caía bien.
Ya era algo.
No se le ocurrió que un hombre que realmente se interesara por ella no le diría que era un encanto.



Un Matrimonio Feliz? cap3


—¡Miley ! —la voz de Andrew la sacó de su ensoñación—. ¿Todavía estás ahí?

—Sí, Andrew —respondió pensativamente, todavía contemplando la esmeralda que lucía en el dedo—. Todavía estoy aquí.

—Así que, ¿vienes esta noche o no?

Miley vaciló, pero de pronto no le fue difícil tomar una decisión.
Echó un vistazo a su reloj de oro.
Eran las seis.

En ese momento, Nick estaría volando sobre el Atlántico, de vuelta de una semana de negocios en Nueva York.
Su avión llegaría a las nueve, luego tomaría un taxi desde el aeropuerto; por tanto no llegaría a casa hasta pasadas las diez de la noche.

Se había ofrecido para ir a buscarlo al aeropuerto, pero él no consintió porque le disgustaba que hiciera de chófer.
Y era el tipo de hombre con el que no se podía discutir una vez que había tomado una decisión.

—Sí, Andrew. Esta noche me tomaré una copa contigo —dijo con decisión.

Le costaba imaginarse a Nick suspirando por ella, solo en la habitación del hotel, todas las noches de la semana anterior.

Lo más probable es que hubiera salido a cenar con las amistades y relaciones de negocios que tenía en los Estados Unidos.

¿Cuál era la diferencia, entonces?

—¿Y qué me dices de Superman? —preguntó Andrew con un tono infantil, como un eco perturbador de sus propios pensamientos.

Nick y él nunca habían hecho buenas migas, y ninguno se molestaba en ocultarlo.
Miley , en medio de ambos, mantenía un discreto silencio

— ¿No pondrá objeciones a que su querida esposa confraternice con otros hombres después del trabajo? Normalmente rompes el récord de velocidad para volver a casa junto a él —agregó sibilino.

—No te voy a reñir por el uso de ese ridículo sobrenombre que le has puesto a mi marido, Andrew, porque creo que realmente es muy apropiado. Tienes toda la razón, él es un Superman — dijo suspirando.

Casi podía oír su ego protestar indignado en el teléfono.

—Y yo no lo soy, supongo.

—De otro tipo —comentó bromeando con suficiencia, con la secreta convicción de que esa noche se encontraría en el sitio que más le apetecía estar, en los brazos de Nick .

Con dificultad se concentró otra vez en la conversación.

—¿Dónde y a qué hora nos reuniremos?

—En el Henry's, a las siete.

—Andrew, ¿realmente tiene que ser allí? Hay que ir muy bien arreglado al Henry's.

Alarmada, se miró el traje de lino gris con la camisa de seda de un tono albaricoque debajo de la chaqueta.
Muy elegante, pero se notaba claramente que era para la oficina.

—Ellos lo eligieron, cariño. Sabes que el sitio es impresionante.

—Pretencioso, querrás decir —suspiró Miley —. Tendré que ir a casa y ponerme algo adecuado para la ocasión.

Guardaba ropa extra en la oficina para casos de emergencia; pero era muy informal: un pantalón y un jersey de algodón y ropa interior. No se prestaban para una copa en el Henry's.

—¿Para qué tienes que molestarte en ir a casa? Estás a dos minutos de una de las tiendas más elegantes de la ciudad. ¿Por qué no te permites ese gusto?

Se refería a un famoso diseñador italiano que vestía a la mayoría de las estrellas de Hollywood.

—Porque yo…

Miley se detuvo, consciente de que estaba a punto de decir una tontería.
Que no podía permitírselo.

¡Desde luego que podía hacerlo!
No ganaba un sueldo fabuloso, pero sí considerablemente bueno.

Y aunque había rechazado firmemente una generosa pensión que Nick le había ofrecido, justamente para pagarse esos caprichos, todavía podía permitirse el lujo de comprar en las tiendas exclusivas que abundaban en la zona donde trabajaba.

El problema es que nunca antes habría soñado en gastarse varios meses de sueldo en un solo vestido.

Le encantaba la ropa buena, claro que sí, además de necesitarla por la categoría del trabajo que desempeñaba y su estilo de vida sofisticado; pero existía un límite, y los antiguos hábitos tardaban en desaparecer.

Había sido una tarea dura aprender a gastar y olvidarse de la escasez de dinero que había sufrido en su niñez, siempre observando a sus irreflexivos padres, a menudo en el límite de la pobreza, malgastándolo las pocas veces que entraba en casa.

Nunca podría olvidar su ropa y zapatos donados por una institución de caridad, mientras ellos vivían celebrando ruidosas fiestas.

—Miley —una vez más Andrew cortaba sus pensamientos—. Por amor de Dios, vete a comprar un vestido a cuenta de la empresa.

—No.

—De acuerdo, entonces te lo ordeno en mi calidad de jefe —replicó riendo—. Tómalo como parte de tu bonificación por conseguir estos nuevos clientes.

—¿Y si no logramos el contrato? —preguntó, siempre práctica.

—Sí, sí lo conseguiremos —exclamó Andrew con seguridad—. Contigo allí no me cabe la menor duda.


Un Matrimonio Feliz? cap2


Haciendo un esfuerzo, apartó a Nick de sus pensamientos para volver a su jefe, que aguardaba pacientemente al otro extremo del hilo telefónico.

—¿Qué es lo que requiere mi presencia con tanta urgencia y que no puede esperar hasta mañana?

Otra vez pudo notar un tono de satisfacción en la voz de Andrew.

—Es sólo que el jefe de una prestigiosa empresa automovilística americana se ha puesto en contacto conmigo…

—¿Qué empresa? — interrumpió Miley al punto.    

Al oír el nombre, dejó escapar un silbido apagado.
Prestigiosa, en efecto.
Si todavía no eran los fabricantes de coches más importantes del mundo, pronto lo serían.

—¿Y? — urgió, debido a que Andrew se había quedado en silencio, tal vez para darle tiempo a sopesar debidamente la importancia de sus palabras.

—Quieren vernos.

—¿Quieres decir que están pensando en contratar nuestros servicios? — preguntó incrédula, porque la idea no cabía en su imaginación.

La agencia publicitaria de Andrew era original y competente.
En los dos últimos años el sector industrial le había concedido sus premios más importantes, pero sus clientes se reducían a pequeñas o medianas empresas británicas.

No tenían clientes en el extranjero.
¡Y mucho menos un cliente de la magnitud de una compañía automovilística americana!

—Les encantó tu campaña de las galletas de chocolate bajas en calorías — comentó Andrew.

—¡Pero seguramente no lo suficiente como para hacer una propuesta a una pequeña agencia británica como la nuestra! — chilló Miley .

Su acostumbrado don de gentes la había abandonado por el momento.
La respuesta de Andrew fue evasiva.

—Digamos solamente que en la actualidad no están satisfechos con su propia agencia publicitaria, y dejémoslo ahí. Pero insinuaron claramente que su publicidad podría quedar en manos de cualquier otra agencia. Es cosa nuestra convencerles de que podemos hacernos cargo del trabajo, y hacerlo de forma brillante.

—¿Y tú eres que podemos?

Andrew se echó a reír.

—Encanto, por el calibre de su presupuesto nosotros podemos poner una valla publicitaria en la luna, si así lo desean. Esa es la razón por la que te necesito allí. Tú eres tan irresistible —agregó bajando la voz en tono conspirador.

—¡Andrew! — la voz de Miley sonó fría como el hielo.

Él se echó a reír.

—¡Era una broma, encanto, tú lo sabes! Te necesito allí porque posees la mente más creativa que jamás haya visto, junto a una aplastante y fría lógica que nos deja al resto de los mortales con la boca abierta de admiración. ¿Así suena mejor? — hizo una pausa — Vamos, Miley , ¿no es ésta la razón por la que hemos trabajado juntos tanto tiempo? ¿No es ésta la clase de sueño que pensábamos que nunca se haría realidad? Es una oportunidad única en la vida y tú lo sabes.

Miley se quedó mirando el auricular que sostenía en la mano.
En el dedo anular de la mano izquierda, junto a la alianza, y cubriéndola casi totalmente, había una gran esmeralda cuadrada que brillaba en todo su verde esplendor.

Nick le había regalado la sortija cuando aceptó casarse con él.
Estaban en la cama.
Aún recordaba la expresión de enigmática satisfacción reflejada en el rostro de Nick , tras haberse salido con la suya.

Había esperado hasta después de hacer el amor para sacar la sortija de un bolsillo del pantalón tirado en el suelo.
Lo hizo con aire distraído, como un mago que saca un conejo de la chistera.

A Miley se le cortó la respiración cuando le puso la magnífica esmeralda en el dedo y, a pesar de haber manifestado con insistencia que no le atraían los rituales de una boda, sus ojos se abrieron de par en par.

—Pero, Nick , es… exquisita —dijo respirando con dificultad —. ¿Cómo sabías la medida de mi dedo?

Él había esbozado su peculiar sonrisa.
Esa sonrisa suya, devastadora y sensual, que la cautivó desde el principio, aunque había hecho lo imposible por evitarlo.
Esa sonrisa que todavía aceleraba los latidos de su corazón, como un tren que corre a toda velocidad.

—Simplemente lo sabía.

Y con un destello en los ojos que prometía un exquisito placer físico, había agregado con suavidad.

—Espera a que compre tu ropa interior. También te quedará bien. Verás, mi adorable Miley, tengo grabado en la mente cada milímetro, cada centímetro de tu delicioso cuerpo — terminó en un apasionado murmullo, mientras recorría lentamente el cuerpo femenino desde la garganta hasta el ombligo, con un dedo provocador.

Ante la mirada del hombre, Miley había sentido una oleada de amor tan intensa mezclada con tan honda excitación, que no se había atrevido a besarlo.

Estaba demasiado emocionada y temió que, si liberaba sus sentimientos, él se asustaría, alejándose de ella. En cambio, buscó en su mente la respuesta que él habría esperado de ella.

—¿Cuándo lo compraste? —inquirió de un modo casual, como si estuviera preguntándole la hora.

—¿Y eso es todo lo que se te ocurre decir? —replicó Nick , con pasmada incredulidad, que al punto se convirtió en una risa sarcástica.

—¿Y qué te gustaría que dijera? —preguntó tranquilamente.

—Supongo que sabes bien que durante años las mujeres han estado intentando casarse conmigo, y que muchas de ellas se habrían sentido abrumadas al llevar una sortija mía en el dedo — dijo en un tono deliberadamente burlón.

Le estaba gastando una broma, en efecto; pero Miley tenía suficiente agudeza y madurez como para saber que decía la verdad.

—¿Y habrían caído a tus pies muy agradecidas al recibir de tus manos esta magnífica sortija, no es cierto? —preguntó solemne, devolviéndole la broma.

Nick le dirigió una mirada de confundida admiración.

—Dios mío, eres tan terriblemente imperturbable, tan condenadamente serena. Nunca había conocido una mujer así en mi vida —murmuró.

Entonces fue cuando ella aprendió otra lección.
A causa de ese comentario, pensó que había hecho bien al resistir el deseo de decirle que en unas pocas semanas se había convertido en la única razón de su vida.

Pero ésa no era la Miley Walker que el mundo y Nick conocían.
Era de esa mujer de quien Nick se había enamorado.
Fría, serena, imperturbable, capaz de desafiar su arrogancia, burlándose de ella.

Él había tenido suficientes experiencias con las otras mujeres, aquellas que lo consideraban su amo y señor.
Alzó una mirada divertida, bajo sus espesas pestañas oscuras.

—¿Cuándo compraste la sortija? —volvió a preguntar.

—Cuando decidí casarme contigo, desde luego — respondió sonriendo.

—¿Querrás decir cuando decidiste pedirme que me casara contigo? —preguntó frunciendo el ceño.

Él negó con la cabeza.

—No —puntualizó enfático—, cuando decidí casarme contigo.

—¿Y cuándo fue eso? —preguntó, de pronto sin aliento.

Él sonrió, pero su sonrisa no era particularmente cálida.
Era más bien cautelosa, y definitivamente bordeaba el disgusto.
La miró fijamente.

—La primera vez que te vi.

—¿Tan seguro estabas de mí? — preguntó arrastrando las palabras —. ¿Tan seguro de que aceptaría?

—Cariño, ¿no querrás que te mienta, no es cierto?

Ella negó con la cabeza.
El pelo castaño, revuelto después de hacer el amor, caía en mechones desordenados sobre sus hombros.

—No, Nick —dijo con calma—. No quiero que me mientas.

—Entonces, sí —murmuró el hombre—. Me sentía muy seguro de ti.


sábado, 23 de marzo de 2013

Un Matrimonio Feliz ? cap1



El teléfono del escritorio de Miley sonó estridente y ella contestó al primer timbrazo con su habitual y enérgica eficacia.

—¿Diga?

Debido a su costumbre de ir directamente al grano, en la agencia de publicidad Holloway, se había ganado la reputación de no desperdiciar tiempo ni palabras.

Una vez había oído casualmente a una secretaria decir que era tan eficiente como un robot, y le costó creer que se refería a ella. Porque ella no era así.

— Miley, ¿dónde diablos has estado toda la mañana? — le llegó la voz de su jefe, Andrew Holloway.

Reconocía que Andrew tenía talento e imaginación, aunque para su desgracia, era muy vanidoso respecto a las mujeres.

—Quería entregar cierto material gráfico personalmente y acabo de llegar.

—Bien, necesito hablarte.

—Me temo que estoy ocupada en este momento. ¿No puede esperar? — replicó Miley con firmeza al tiempo que miraba desolada su escritorio, lleno de papeles.

—Claro que sí — contestó Andrew complaciente. Por su tono de voz, intuyó que la había comprometido en algo —. ¿Qué te parece una copa después del trabajo?

Ella suspiró.

—Andrew, no puedo. Tengo que acabar un montón de trabajo antes de irme — su voz se convirtió en un ronroneo mientras miraba la fotografía de su boda puesta en el escritorio —, y no olvides que hay un marido esperándome en casa.

«Una pequeña mentira», pensó con tristeza.

Si algo podía predecir de su maravilloso aunque enigmático marido, era que Nick Calder no esperaba a nadie.

— Miley, encanto, por favor.

 Ella contuvo una sonrisa. Andrew no se daba por vencido.
Hacía tres años que era su jefe y aún insistía en seducirla con zalamerías.

¡Nunca podría comprender por qué ella no había caído en sus brazos como fruta madura!

Sí, era alto, fornido, rubio y de ojos azules.
Y no le faltaban ni el dinero ni las mujeres.

La verdad era que podía salir con quien quisiera.
Menos con ella.

Al principio, solía invitarla a menudo, recibiendo siempre una respuesta negativa.
Ella había salido con un solo hombre.

Y se había casado con él.
Tomó la fotografía enmarcada en plata.

Había sido una pequeña ceremonia porque ninguno de los dos quería una gran boda, aunque por diferentes motivos.

Los padres de Nick habían muerto, y los de Miley vivían en Italia.
Sin embargo, Nick era un hombre influyente y muy bien relacionado.

Un día que hacían planes, se había vuelto hacia ella declarando con ese tono conciso y perentorio, propio de él:
«O invitamos a todo el mundo y se celebra por todo lo alto, o a nadie».

Miley no había replicado.
Tenía unas cuantas amigas íntimas que no se sentirían mortalmente ofendidas si no las invitaba.
Y tenía a su ruidosa familia.

Aparte del hecho de que les habría resultado muy duro pagarse el viaje en avión, la verdad era que no veía a los suyos haciendo buenas migas con su futuro marido.

Simplemente, no había deseado convertir el día en un gran evento.
De hecho ella había jurado que nunca se casaría.
Y probablemente nunca lo habría hecho si no hubiera conocido a Nick.

Verdaderamente no podía imaginar a ningún otro hombre capaz de haber cambiado su mentalidad acerca del matrimonio.

Pero él había insistido tanto y era tan maravilloso, que ella sintió que era incapaz de negarse.
«Una boda sencilla», le había contestado tranquilamente.

Aquellos ojos de un azul grisáceo se habían entornado pensativamente, los labios sensuales curvados en una sonrisa.

«¿Pero te das cuenta Miley que una sencilla boda significa eso y nada más?
Registro Civil y dos testigos.
Ni iglesia, ni flores, ni música de órgano.
Tampoco un impresionante vestido blanco con velo.
Pensé que eso era lo que deseabais todas las mujeres».

Ella había alzado la barbilla en un gesto de rebeldía ante aquel comentario, pero más tarde al notar la suave luz de su mirada, se había dado cuenta de que bromeaba.

Sin tragar el anzuelo, se había limitado a sacudir la cabeza, replicando convencida: «Nada de eso», al tiempo que se preguntaba si la leve desilusión que había percibido en el rostro de Nick serían imaginaciones suyas.

Así que había comprado un sencillo vestido de boda, ni siquiera blanco o marfil, eligiendo por el contrario uno corto de lino color escarlata, que realzaba las suaves curvas de su cuerpo y favorecía el tono moreno del cutis heredado de su madre italiana, sus inmensos ojos marrón oscuro, y el cabello castaño que le caía sobre los hombros como una sedosa cascada.

Deliberadamente, y en contra de la tradición, había pasado con Nick la noche anterior a la boda, y por la mañana se dirigieron a la oficina del Registro Civil de Marylebone.

Había sido incapaz de ocultar su sorpresa y placer cuando él, deteniendo el coche en un puesto de flores, puso en sus manos el ramo de rosas rojas más grande y hermoso que jamás hubiera visto.
Luego, en la misma calle, habían escogido dos testigos que los acompañaron en la breve ceremonia.

Miley contempló en esos momentos a la mujer de la fotografía que, un tanto insegura, sonreía a la cámara junto a la figura alta y morena de su marido.
Era la única fotografía de aquel día.

«¿Insegura?», se preguntó mientras contemplaba la fotografía con más detenimiento.
¿Realmente se había sentido insegura?

Bueno, sí. Y de alguna manera todavía se sentía así, aunque lo ocultaba admirablemente.
Nunca había carecido de confianza en sí misma, pero estaba tan enamorada, que a veces tenía que pellizcarse para convencerse de que era la señora Calder.

De todas las candidatas, deseosas de casarse con él, la había elegido a ella.
Quizá porque no le interesaba el matrimonio.

Una vez casados, descubrió que le era muy difícil mantenerse en el papel de la mujer reservada, casi distante de la que él se había enamorado.

Con enormes esfuerzos intentaba no convertirse en la esposa complaciente que él hubiera despreciado.

Como siempre le sucedía cuando pensaba en Nick, sintió que sus pechos se excitaban peligrosamente bajo la fina seda de su blusa e inmediatamente puso la fotografía boca abajo en el escritorio.

¡Maldito hombre!

Se podría pensar que tras seis meses de matrimonio, se habría apaciguado esa insoportable punzada que sentía en la boca del estómago cada vez que pensaba en él.

Más bien había sucedido lo contrario.
Nick era como una droga; simplemente no podía saciar su sed de él.

Recordó que una vez había aparecido inesperadamente en su oficina para invitarla a comer al Savoy.
Se habían sentado a la mesa mirándose fijamente, mientras se enviaban mudos mensajes plenos de sensualidad.

Apenas probaron el primer plato porque, de pronto, como por mutuo acuerdo, Nick la agarró firmemente de la mano y se dirigieron a Recepción, donde pidieron una habitación extremadamente cara.

Pasaron el resto de la hora de la comida entregados al amor más loco y apasionado.


jueves, 21 de marzo de 2013

An obsession with the past cap8



Si quería ser completamente independiente, sería mejor que empezara ahora y aunque el corazón le latía apresurado, cuando cruzó la verja South Park apretó la boca en un gesto de determinación y en sus ojos verdes apareció una mirada fría.

Joe nunca le ocultó los motivos para casarse con ella.
Quería un heredero, una familia que disfrutara de todo lo que él había logrado.

El distanciamiento de ella, tanto emocional como físico, después de que perdió al bebé y del pronóstico médico deque tal vez jamás podría volver a concebir no fue una sorpresa.

Lo que sí la sorprendía, al mirar hacia atrás, era su propia estupidez al aceptar casarse con él.
Estaba enamorada y era lo bastante joven y crédula para pensar que podría enseñarlo a amarla.

Por otra parte, no sabía que Zanna regresaría, llevando consigo a su hijo, fruto de su amor.

¿Cómo podría saberlo?

Habría huido si hubiese podido mirar hacia el futuro, porque aunque estaba dispuesta a luchar por el amor de Joe , no tenía la menor oportunidad con Zanna allí.

Nunca la tuvo ni la tendría y su fortaleza radicaba en reconocer ese hecho doloroso e inalterable de la vida.
Tenía que controlarse y fingir que se iba por su propia voluntad.

Entró en su habitación y empezó a guardar metódicamente su ropa en una maleta, obligándose aconservar la calma, porque se vendría abajo si la perdía, aunque sólo fuera por uninstante.

Cuando estuviera lista para irse, buscaría a Joe , le hablaría de sus planes y se alejaría de allí.

Sin embargo, las cosas río resultaron así, porque Joe entró asu habitación, haciéndola dar un salto, ella giró sobre los talones, llevándose una mano al cuello, con el rostro enrojecido.

 — ¿Ya puedes disponer de un momento para hablar con Zanna y conmigo?— preguntó él tenso y con una expresión dura en sus rasgos severos y atractivos.

Demi se estremeció y sintió que su cuerpo se enfriaba.
Ignorando el sarcasmo inicial de él, lo vio entornar los párpados cuando su mirada se detuvo en la maleta abierta y respondió a toda prisa:

 —No quiero escuchar lo que Zanna y tú tengan que decirme. No creo que sea nada importante — le dio la espalda, pues no estaba dispuesta a que él viera el dolor reflejado en su rostro.

Tenía que alejarse antes de que él tuviera la oportunidad de arrojarla de su vida;  era la única forma de salvar su orgullo y conservar su dignidad.

No se arrastraría, ni lloraría, no delante de él, mucho menos cuando su antiguo y único amor estaba cerca... con el hijo que los dos habían procreado.

Lo oyó retener el aliento una fracción de segundo, antes de que sus manos la sujetaran por los hombros, obligándola a darse la vuelta para mirarlo; Demi  alzó la barbilla en un gesto rebelde cuando él estalló áspero.

 — ¿Qué diablos te pasa?

Pudo decírselo, pero no le daría la satisfacción, ni la oportunidad de qué expresara en palabras su amor por Zanna y su hijo.

Podría soportar cualquier cosa, menos eso.

 — Por favor, déjame ir

El calor de esos dedos fuertes le quemaba la piel através de la delgada tela de la blusa, amenazando con despojarla de todo su aplomo, logrado con tanto esfuerzo.

Cuando él la sujetó con más fuerza habló a toda prisa, esperando que la cólera de él, provocada por su negativa a escuchar lo que su querida Zanna y él tenían que decirle, le impidiera adivinar lo mucho que la afectaba su contacto.

 — Si dejas de maltratarme, te diré lo que pienso — presiguio demi .

Al escuchar la inflexión acida en su tono, Joe dejó caer las manos a los costados y apretó la boca.
Su actitud había dado resultado y si él pensaba que su contacto la disgustaba, eso era ganancia.

Habló tensa, antes que la abandonara su fuerza de voluntad.

 — No necesito decirte que durante los últimos meses nuestro matrimonio se ha desintegrado.

No tenía que especificar fechas, aunque podía hacerlo con toda precisión.
Ni soportaba recordar la tragedia que motivó la pérdida del interés de su esposo en ella

 — Creo que lo mejor será que nos separemos por un tiempo.

Se apartó de él, y se esforzó para que sus movimientos fueran tranquilos y seguros, sacó un montón de ropa interior de un cajón de la cómoda, y lo guardó en la maleta.

El corazón le latía con un ritmo pesado y enfermizo, pero él no lo sabía y aunque el no podía verlo, estaba consciente de que la miraba cauteloso, dominado por la tensión que mantenía rígido su poderoso cuerpo.

 — ¿Eso es lo que quieres? — en su voz ronca había una tirantez que, si no lo hubiera conocido tan bien, se habría imaginado que se debía al dolor.

Pero ella sabía que no era así, se recordó desdeñosa.

Tal vez él no la amaba y con seguridad no planeaba serle fiel, pero no era un hombre indiferente y tal vez le inquietaba el futuro bienestar de ella.

Demi  asintió, incapaz de hablar por el momento, porque eso era una despedida.
Le decía adiós al hombre a quien siempre amó, y al futuro que pudieron haber tenido juntos, si las cosas hubieran sido diferentes.

Tragó saliva para deshacer el dolorosonudo en la garganta, y se inclinó para cerrar la maleta, con el cabello ocultándole la cara mientras trataba de recobrar la voz.

Al fin logró decir:

—Lo es. He encontrado un trabajo, así que no debes preocuparte, te sugiero que nos pongamos en contacto dentro de uno o dos meses para finalizar las cosas.

Para entonces, toda la localidad sabría que día se había ido, que Zanna la había reemplazado y que estaba en el lugar que le pertenecía.

Para entonces, aunque sabía que nunca superaría el dolor, habría creado una vida propia lejos de él, recobrando su autoestima.

Algo amargo en lo más profundo de su ser la hizo añadir

 —  Y al salir, nodes un portazo. Podrías despertar a Harry.


TERMINE! ;D
 lovaticforever lo siento si no he estado subiendo mucho pero lo qe pasa esqe estoy muy agetreada con algunas cosas , pero no sabes como amo ver tus comentarios qe te gustan las noves y  qe estas pendiente del blog por eso hize una peqeña maraton jemi♥ C;

y las demas las quiero mucho espero qe anden bien 
mari♥ cariño vi qe subiste pero no pude comentar por qe asi como lovatic yo tmb reviso tu blog tdos los dias para ver si subiste pero estabien tendre paciencia o al menos lo intentare jijjii solo espero qe este fin de semana subas si o si! plis c;
bueno ahora si me despido byee las quiero mil y besitus de pescaditu para todas C3


An obsession with the past cap7


En el interior de la casa se escuchaba el sonido de una risa infantil y tuvo que controlar el absurdo impulso de arrojarse en los brazos de Joe y suplicarle que no la abandonara.

Consciente de la mirada masculina clavada en ella, se obligó a seguir adelante con la cabeza erguida y se dijo que a pesar de sus otras Callas, Zanna era una buena madre.

Durante los dos últimos días tan terribles, había observado los cuidados que la otra mujer le prodigaba al pequeño.

Demi  pensó en eso yen todo lo que sabía hasta sentir un intenso dolor, porque era la única forma en que podía evitar suplicarle a Joe que se quedara a su lado.

Y mientras más intenso fuera su dolor, más probabilidades tendría de recuperar el orgullo que hizo a un lado cuando aceptó ser su esposa; se armó de valor para abrir la puerta del auto que Joe le obsequió poco después de su matrimonio y que no había vuelto a conducir después del accidente.

 — ¿Tratas de decir que quieres volver a ser mi socia?— preguntó miley cuando regresó con dos tarros de té, Demi  movió la cabeza, sonriendo forzada al tomar el tarro y sentarse en el sofá.

 — No necesariamente

La agencia de empleos, que iniciaron juntas, tenía susoficinas allí, a menos de dieciséis kilómetros de South Park y Demi  no quería estar tan cerca.

Si trabajaba en la localidad, no podía encontrarse de cuando en cuando con Joe , Zanna y su hijo.

Además, sus padres aún vivían en la aldea, y esperarían que los visitara con regularidad, así que cada vez que lo hiciera, tendría que cruzar la impresionante puerta de la propiedad de South Park.

—Bueno, no creo que el amo de la finca permita que su esposa friegue los pisos, haga el aseo en una oficina, prepare cenas para fiestas particulares ni atiendaancianas — rió burlona
Miley hojeando una libreta —  Y por supuesto, no estás calificada para trabajar como enfermera, así que no veo...

 — ¿No hay algún trabajo de secretaria? Para eso sí estoy capacitada — intervino Demi, esperando que su voz no sonara desesperada.

Necesitaba ganarse lavida, ser independiente, y un trabajo por horas, que era en lo que se especializaba laagencia, la ayudaría hasta que pudiera encontrar algo permanente, tan lejos de allí como fuera posible.

 —  Lo siento — Miley arrugó la nariz —  La semana pasada había mucho trabajo, pero ahora no tengo nada. Sólo hay uno y no es adecuado.

 — Es una lástima — Demi  bebió un sorbo de té, tratando de disimular su profunda desesperación.

Nada en la vida era fácil y por lo visto tampoco lo seríaencontrar un trabajo de inmediato, como ella esperaba.
Tendría que alejarse cuantoantes, y buscar un trabajo permanente.

Se llevaría el auto, puesto que fue un regalo decumpleaños, pero no tocaría ni un centavo de la generosa suma que Joe depositabaen su cuenta privada.

Sería un problema encontrar alojamiento mientras buscaba trabajo.

Y puesto que Miley era astuta y experta en captar las vibraciones, Demi  decidióque tenía que mostrar cierto interés, así que logró preguntar con tono indiferente:

 — ¿Qué tiene de inadecuando el único puesto que por lo visto no has podido llenar?

Se obligó a conservar la calma cuando Miley respondió:

 — Es en Francia, con un escritor inglés que vive en Bolonia... aparentemente se mudó allí hace tres años y renovó una pequeña granja, varios kilómetros tierra adentro.

Miley mordió una galleta de chocolate y prosiguió

— El trabajo parece fantástico. Su secretaria inglesa huyó con un tipo alemán que conoció en Le Touquet y quiere encontrar una persona que cubra el puesto mientras encuentra a la persona adecuada...alguien de más de cincuenta años y recatada, ¡por lo menos eso dice él! Betty Mayhew tú la recuerdas, por supuesto, se muere por obtener ese puesto. Si él no ha encontrado a nadie para cuando ella termine su trabajo con Comtech, intentará conseguirlo.

 — Betty siempre ha sabido obtener lo que quiere — le recordó Demi a miley recordando a la atractiva rubia que parecía vivir la vida y encontrar amigos del sexo masculino con despreocupada facilidad.

Fue una de las secretarias que contrataron Miley y ella y si esperaba pasar algún tiempo en el noroeste de Francia, esta vez sellevaría una decepción.

"¡Eres una arpía!" se reprendió brusca y luego añadió decidida:

—Sería una lástima perder un nuevo cliente. Yo iré. Y no creo haber perdido todas mis habilidades — advirtió interpretando de manera errónea la mirada desorpresa de su amiga —  De cuando en cuando he trabajado para Joe y puedes creerme, me he mantenido actualizada.

— Oh, te creo — replicó miley de inmediato — ¿Pero no le importará a Joe que su esposa se ausente? No creo que piense comprar un helicóptero para transportarte de regreso a casa, cada tarde a las cinco en punto — rió burlona — ¡Parte del problema que tiene mi cliente es que a veces trabaja mejor por la noche y amenudo despierta a su secretaria durante la madrugada para que tome dictado!

Demi  se encogió de hombros y evitando la mirada de Miley comentó:

 — Eso no será problema, pues Joe pasa mucho tiempo fuera de casa — era la verdad, pues desde el accidente pasaba mucho tiempo viajando —  No le importará si yo me alejo de casa unas semanas — eso también era cierto, Zanna y él se sentirían muy felices de no verla.


No querrían que estuviera cerca, haciendo escenas, una vez que le explicaron lo que sucedía.
Y ella tampoco deseaba eso, haría una retirada digna.

Después de todo, era lo único que podía hacer.
Se puso de pie y su aplomo natural la ayudó.

Miley podía interpretar la situación como quisiera y algún día ella le diría la verdad a su amiga.
No se sentía lo bastante fuerte para enfrentarse a las frases de simpatía y de "te lo dije".

Se sentía más que agradecida porque sus padres estaban fuera, realizando un crucero alrededor del mundo, un viaje que su padre se prometió que harían cuando se retirara.

 — ¿Podrías llamarme mañana?— preguntó — Una vez que hayas hecho los arreglos necesarios.

 — Puedo hacer algo mejor que eso — declaró miley mirándola seria —  Si me prometes que Joseph Savage de South Park no se enfurecerá y vendrá a golpearme por enviar a su esposa al extranjero.

 — Eso sería lo ultimo que haría.

Demi  se obligó a sonreír, apesadumbrada ensu interior, pues sabía que sucedería lo contrario.

Con toda probabilidad Joe le enviaría a Miley champaña y flores durante meses por ayudarlo de una manera tan oportuna a deshacerse de una esposa a la que ya no necesitaba y a quien jamás fingió amar.

 — ¡Si tú lo dices! — miley descolgó el auricular marcó un número y cincominutos después, terminó su conversación colgó y le informó a Beth —  Me asegura quese siente de lo más aliviado. El trabajo se ha acumulado y será mejor que vayas cuanto antes — a toda prisa anotó algo en una tarjeta y se la entregó a Demi  — Aquí tienes su dirección y su número telefónico; si te extravías, puedes llamarlo y él irá a rescatarte. Aplica lo mismo si quieres reunirte con él en Bolonia. ¿Piensas ir en avión, o usarás eltrasbordador?

 —Llevaré mi auto en el transbordador

Demi guardó la tarjeta en su bolso y se puso de pie.


Celos que Matan cap 5



Demi luchó por contener el dolor que la invadía.
Todavía no podía salir del edificio.

Su rostro estaba demasiado trastornado y tal vez Withers hubiera regresado ya.
Tenía que pasar por su lado para salir.

Cuando se calmó, regresó al despacho y pasó silenciosamente por la puerta de Joseph.
La muchacha seguía escribiendo a máquina y ni la miró, pero no había señales de Withers.

Caminó por las nubladas calles durante horas, se sentía con el cuerpo agotado y la mente torturada.
Ya había adivinado quién era la mujer, debió saberlo enseguida.

Joseph había mencionado a su nueva socia, Linda Blare y ella nunca puso mucha atención, pero ahora buscaba en la memoria huellas que pudieran indicar la relación.

— «Es una mujer inteligente — había dicho Joseph cuando la men­cionó por primera vez — Increíblemente brillante y capacitada. Tene­mos suerte de tenerla.»

Demi pareció recordar que los otros socios eran hombres.
Linda estaba emparentada con el jefe del despacho... su tío.

Pertenecía a la compañía desde hacía un año.
Un año... justo en la época en que su matrimonio comenzó a tambalearse.

Cuando Joseph se negó fríamente a tener un hijo.

¿Por qué no quería afianzar su matrimonio? — se preguntó en ese mo­mento—  ¿O sólo porque sentía que casarse con ella fue un error?

Estaba en pie en el malecón y mirando hacia el Támesis.
Había comenzado a llover.

Su brillante cabello dorado se oscure­ció y su rostro se mojó.
Se quedó mirando el río y apretó las manos sobre la piedra gris de la barandilla.

Unos pasos se detuvieron a su lado y sintió una mano sobre el brazo.

—¿Está bien, señorita?

Se sobresaltó y al volver la cara se topó con la cara amable de un policía.

—Oh... sí, gracias.

—¿No se está mojando? — preguntó observándola.

—Un poco... qué mal tiempo — forzó una ligera sonrisa.

Un taxi pasaba y Demi se subió a él.
El instinto le hizo dar la dirección de Maggie.
No podía pensar en ir a otro lugar.

La idea de regresar a la casa que compartía con Joseph le parecía odiosa.
Maggie abrió la puerta y se la quedó mirando con asombro.

— Regresaste rápido. Y empapada hasta los huesos — luego su voz cambió —. ¡Dios mío! ¿Qué te pasa?

Demi sonrió con esfuerzo.

—Estoy bien, muy bien, no te preocupes.

Maggie le rodeó la cintura con un brazo y la llevó hacia una silla.
Un momento más tarde le puso un vaso en la mano.

—Toma esto, te hará bien.

—No quiero... gracias.

— ¡Tómatelo!

Demi bebió con desgana y sintió que el calor la reanimaba.
Levantó un rostro pálido y sonrió a Maggie.

—De veras, estoy bien.


—Cuéntamelo — le ordenó Maggie.

—No — dijo firmemente.

No podía mencionarle nada.
Maggie la miró y se mordió el labio inferior.

—¿Estoy en lo cierto si imagino que Joseph no vendrá a mi fiesta?

 Demi rió y dijo con una voz al borde de la histeria:

—Estás en lo cierto.

—Pero tú sí — dijo la amiga con firmeza.

Lo último que le apetecía a Demi era ir a una fiesta.

—Me encantaría Maggie, pero...


—Lo necesitas — le dijo decidida — Cuando llegaste hace un momento estabas peor que cuando te vi por la mañana.... te fuiste de aquí tan alegre como nadie y regresaste con el aspecto de alguien que acaba de ser sometida a tortura. ¡Maldito Joseph! Tú, querida mía, te quedarás a mi fiesta.


Celos que Matan cap 4



Demi comenzó a sentirse sola y a darse cuenta que extrañaba a sus amigos cuando Joseph volvió a su trabajo y se apartó de ella.

—La gente todavía se pregunta cómo te esfumaste. Desapare­ciste sin dejar huella.

— Eso es lo que hace el matrimonio.

—A mí me parece que tu depresión se debe a algo más que a la pérdida de tu hijo.

—Nunca supe estar sola.

—Cuando yo te conocí eras toda fuego — dijo Maggie cálida­mente — Animada y vivaz. Nunca debiste dejar tu carrera.

—Eso fue lo que él quiso.

—¡Qué egoísta!

Demi respiró y se levantó para marcharse.

—Tomaré un taxi hasta su despacho. Seguramente estará en el juzgado, pero veré a Withers.

—¿Withers?

— Su ayudante. Es una persona amable — Demi miró a su alrededor —. ¿Puedo telefonear para que manden un taxi?

— Yo te conseguiré uno — dijo Maggie.

Demi se despidió cuando llegó el taxi.

—No olvides... espero verte esta noche. Habrá personas que conoces y otras que no... será una bonita fiesta.

En el taxi, Demi ensayó la forma de decírselo a Joseph mientras se retorcía los dedos con nerviosismo.

Pensó que le tenía miedo y eso la hizo acobardarse.
Admitió que su sentimiento de temor aumentó con el tiempo.

El caos del tránsito de West End disminuyó cuando entró a la ciudad.
Los bloques de oficinas y torres daban paso a la piedra gris del Lincoln Inn Fie Id, los árboles y flores de los jardines alegraban el cielo.

El taxi se detuvo fuera del edificio donde Joseph tenía el despacho.
Pagó al chófer y alzó la vista hacia las ventanas.

Respiró hondo.
Seguramente estaría en el juzgado, pero ella le dejaría una nota diciéndole que no fuera a casa sino que la esperara en el despacho.

Withers no estaba en su oficina.
Una muchacha vestida de rojo escribía a máquina con cara malhumorada.

Miró a Demi con mala cara.

—¿La puedo ayudar?

—Quiero hablar con el señor Withers.

— Regresará enseguida — le dijo la chica y volvió a su trabajo sin sonreír.

Demi se quedó allí, mirando a su alrededor, luego, escuchó una voz familiar.
¡Joseph!

Se dio la vuelta y salió caminando a lo largo de uno de los corredores subiendo por un tramo de escalones.
Se dio cuenta que no estaba en su despacho, el sonido de la voz llegaba de otro.

Se detuvo ante una puerta y escuchó indecisa.
¿Debía llamar o esperar a que estuviera libre?

Tal vez estaba con un cliente importante y ella no quería echar a perder la oportunidad de que fuera a la fiesta de Maggie, molestándolo con la interrupción.

Tratando de valorar la importancia de la conversación, apoyó la cabeza contra la puerta y escuchó:
Entonces le llegó con claridad la voz de Joseph.

— ¡Nunca debí casarme con ella! — su voz era amarga, dura. Lo oyó golpear el escritorio con la mano —. ¡Fue una locura!

—¿No podrías hablar con ella, Joseph? — la otra voz era femenina, clara, segura y Demi no la reconoció.

—¿Cómo diablos puedo hacerlo en este momento? Sería cruel tratar de obligarle a discutir un asunto así.

— ¡Joseph, hace seis meses que perdió al niño! Con seguridad ya estará recuperada.

—No — la voz de Joseph sonó ahogada.

—¿Lo has intentado?

—Cada vez que quiero hacerlo me traicionan los nervios — se movió y Demi oyó cada paso que daba en la alfombra, como si arrastrara los pies.

Pálida, se quedó mirando la puerta.

—Me estoy volviendo loco — dijo con aspereza — Linda, ni si­quiera puedo concentrarme en el trabajo con las cosas así entre nosotros... tiene que suceder algo o me derrumbaré.

—Joseph...

El tono apasionado en la voz de la mujer hizo que Demi levantara la cabeza, abrió los ojos de par en par por la impresión.

—Encontraremos un camino, Joseph — susurró la mujer. — Te pro­meto que encontraremos un camino.

Demi tenía que verla.
Tenía que ver a ambos con sus propios ojos y enfrentarse a los hechos que saltaban a la vista.

Decidida, abrió la puerta y entró.
Al otro lado de la habitación vio la espalda delgada de Joseph con la cabeza inclinada.
En sus brazos estaba una mujer.

Demi no podía verle la cara, sólo los largos mechones de cabello castaño, pero no necesitó ver más.

Vio la desesperación con la que esas manos blancas agarraban a Joseph de los hombros, vio que levantaba la cabeza y oyó el beso.

Con un movimiento reflejo cerró la puerta y se apoyó sobre una esquina angustiada, con la cara entre las manos.

—Alguien entró — dijo Joseph intranquilo.

—Lo imaginaste — la mujer lo tranquilizaba.

—No — dijo él con voz segura.

—¿Y qué importa? — la mujer parecía divertida —. Por Dios del cielo, Joseph. No estamos haciendo nada indebido.

 —Pudo haber dado la impresión... — se interrumpió Joseph.

—Olvídalo.


Un rencuentro volatil cap 27




Demi despertó después de otra pesadilla, con un sollozo que la ahogaba.

En la oscuridad de la extraña habitación, tardó casi un minuto en encontrar elinterruptor de la lámpara, y después de encenderla respiró profundamente, intentandocalmarse.

Nerviosa, decidió hacerse una taza de tila.
No pensaba dejar que esas pesadillas volvieran a controlar su vida.

Saltando de la cama, se puso una bata y salió de la habitación.
La luz del piso de arriba estaba encendida y Demi se quedó inmóvil un momento,aguzando el oído.

Tristemente, Lili seguía llorando, aunque el sonido sonaba más lejano que antes.
Oía también la voz de un adulto intentando calmarla…
Sin pensar, se dio la vuelta para subir la escalera.

Tal y como estaba comportándose,cualquiera pensaría que tenía miedo a la hija de Oleia.
Sólo quería ver qué le pasaba y comprobar que la pobre niñera era capaz de lidiar con la situación.

Además, si veía la cara de la niña tal vez dejaría de tener esa pesadilla.
Pero cuando llegó al piso de arriba, se dio cuenta de que la voz que había escuchado era la de un hombre.

Joe estaba de espaldas a la puerta, con Lili sobre el hombro.
Iba descalzo, con un pantalón vaquero gastado y una camisa de lino, paseando de un lado a otro mientras intentaba que la niña dejase de llorar.

–Todo irá mejor – estaba diciendo, mientras ponía una mano sobre la espalda de Lili congesto más bien torpe – Se me dan bien muchas cosas, te lo aseguro. Puede que ahora mismo no lo creas, pero aprendo rápidamente. Si me propongo ser padre, seguro que lo haré bien.

Agradablemente sorprendida por esa decisión, Demi estudió la carita bajo los rizos oscuros.

No veía ningún parecido con Oleia o con Joe en sus facciones.
Tal vez porque tenía la carita arrugada y roja de tanto llorar.

–Yo sé lo que es importante en la vida – seguía diciendo Joe – Si tienes algún problema, yo siempre estaré ahí para ayudarte y, aunque estés equivocada, te apoyaré. No esperaré que seas perfecta, te lo prometo. No te compararé con nadie. Puedes ser quien eres yo nunca te criticaré.

Emocionada por lo que estaba escuchando, Demi dio un paso atrás.
No quería que Joe supiera que había estado escuchando porque sabía que eso le avergonzaría.

Todo lo que estaba dispuesto a ofrecerle a la niña destacaba los fallos en su relación con sus padres.

Joe había sido juzgado continuamente como un segundón en comparación con su hermano Titos, que había muerto antes de que Joe y ella se conocieran.

Sus padres nunca habían aprobado lo que Joe hacía, incluyendo su decisión decasarse con ella cuando se quedó embarazada.

Y le emocionaba que estuviera dispuesto a ofrecerle a su hija más cariño del que él había recibido nunca.

Después de llegar a unas conclusiones que la hacían sentir incómoda, Demi ya no estaba de humor para hacerse una taza de tila y decidió volver a la cama.

La hija de Oleia era una niña inocente, en absoluto responsable por el comportamiento de sus padres.
Lili era una personita inofensiva, una niña infeliz que ya había sufrido demasiados cambios en su corta existencia.

No debería estar resentida con ella y, sin embargo, lágrimas de resentimiento rodaban por su rostro.

¿ Demi no podía evitar pensar quesi su hijo hubiera sobrevivido, Joe también habría sido un fantástico padre para él.

Si podía prometer que haría todo lo posible para que su hija fuera feliz en medio detanto conflicto, le habría ofrecido lo mismo a su hijo.

Demi se hizo entonces la pregunta que no había querido hacerse hasta ese momento:

¿qué pasaría si descubriera que había vuelto a quedarse embarazada?
No habían usado preservativo en Marruecos.

El retraso que tenía en ese momento podíaser debido a los viajes y a los cambios en su vida.
Pero, por otro lado, también podía ser la primera señal de que había concebido un hijo por segunda vez.

En principio, su corazón saltaba de alegría ante esa posibilidad, pero pensar que ocurriera cuando su matrimonio con Joe había vuelto a romperse…

Si era así, no podría darle a su hijo el hogar unido y feliz que había querido darle.
Tras larevelación de la existencia de Lili, sus vidas habían cambiado radicalmente.

A la mañana siguiente, cuando Joe se había ido a su oficina de Londres, Demi recibió un mensaje de su hermanastra, Cosima, con la que quedó para comer a la semana siguiente.

Robert Miller, su socio, apareció a mediodía en Roxburn Manor conduciendo un elegante Aston Martin y sugirió que comiesen juntos en un restaurante cercano.

–Para ser alguien que ha pasado un par de días tan malos tienes un aspecto estupendo – comentó.

–Gracias –dijo Demi  sin contarle que Joe era responsable de la falda azul turquesa con jersey a juego.

Su marido tenía muy buen gusto y era más atrevido con los colores de lo que lo era ella

–Soy una chica muy dura.

Mientras hablaban de los clientes durante el almuerzo, Robert no le hizo la pregunta que había temido y Demi se relajó.

Siempre había disfrutado de la compañía de su socio y en los últimos meses se había preguntado a menudo si su relación con él hubiera sido diferente de haberlo conocido antes que a Joe .

Alto, moreno y con unos preciosos ojos azules Robert Miller era un hombre muy atractivo y tenía su propia compañía de software pero sencillamente no lo registraba en su radar femenino cuando Joe estaba cerca.

¿Era ella una de esas mujeres que preferían a los chicos malos?

Joe siempre había sido un reto, de una manera o de otra.
Aunque se había casado con ella, jamás había dicho que la amaba.

Y, sin embargo, Demi se había enamorado como una loca y había sufrido por ello.
Por primera vez, intentó mirar el otro lado de la ecuación.

¿Su convencimiento de que Joe nunca le diría palabras de amor habría aumentado el desencanto y la desconfianza por su parte?

Tal vez sus iniciales reticencias a convertirse en padre habían seguido pesando para Demi .

No la amaba y, por lo tanto, había sido fácil creer lo peor de él y pensar que no podía sufrir por la muerte de su hijo como sufría ella.

El dolor los había separado porque no lo habían compartido.

Y, de repente, se dio cuenta de que Lili podía afectarlos de la misma forma.
Si no compartían las consecuencias de la llegada de la niña a sus vidas.

 ¿cómo iba a sobrevivir la relación?


Un rencuentro volatil cap 26






Su suegro había negociado con su mujer para que volviera a su lado… y eso le enfurecía de tal modo que tuvo que hacer un esfuerzo para no golpear la pared con el puño.

–¿Y cuál fue el precio que te devolvió a mi cama? – le preguntó, volviéndose para mirarla con los ojos oscurecidos.

Demi se lo dijo, con la esperanza de zanjar el tema.

–No te ofendas, pero te he conseguido muy barata. Me sorprende que no le pidieras esa ridícula cantidad a Robert Miller. Seguro que le habría encantado acudir al rescate como un caballero andante.

–Yo no involucro a Robert en mis problemas familiares. Mi madre había cometido un fraude… podría haber ido a la cárcel, y contárselo a Robert no me parecía apropiado.

–Así que, de nuevo, le debemos nuestro matrimonio a los manejos de tu padre – Joe soltó una carcajada llena de amargura –  A Anatole se le dan bien las intrigas y a ti también moli mou. Ni siquiera se me ocurrió pensar que tuvieras otra motivación cuando volviste conmigo. No suelo ser ingenuo, pero está claro que tienes un precio, como todas las mujeres que conozco.

–También tú tenías un precio.

–¿A qué te refieres?

–Te casaste conmigo para salvar la empresa de tu familia yo he vuelto contigo para salvar a mi madre.

Vio que Joe palidecía, pero no iba a permitir que la insultara.

En realidad, la propuesta de su padre le había dado una excusa para hacer lo que en el fondo ella había querido hacer.

Quería volver con Joe pero era demasiado orgullosa como para admitirlo.
Y no pensaba decírselo en aquel momento.

Retándolo con la mirada, Demi se dio la vuelta para ir a su habitación.


A solas de nuevo, Joe intentó contener su indignación sirviéndose un whisky.
Tenía que concentrarse en cosas prácticas, se dijo.

Naturalmente, tendría que devolverle a Anatole el dinero que le había dado para salvar a Crystal…

Joe había supuesto siempre que Demi había tenido una infancia difícil, con un padre que no quiso hacerse cargo de ella y una madre irresponsable.

Y, sin embargo, nunca hablaba mal de ninguno de los dos.
De hecho, cuando se trataba de gente a la que quería, Demi era una persona increíblemente generosa.

Una vez había dado por sentado que su mujer lo amaba, que él era una de esas personas a las que quería, pero esa convicción había desaparecido tras la muerte de su hijo.

Se había dado cuenta de que no había sitio para él en su círculo más íntimo, pero también de que no deseaba estar con una mujer que no quería estar con él por voluntad propia.

Después de la segunda copa, Joe se preguntó si estaba siendo absolutamente sincero consigo mismo.

Después de todo, los hombres habían luchado y matado por mujeres que no correspondían a su amor durante siglos.
Pero ni siquiera la Historia podía exigir que dejase que su mujer tuviera un amante en casa.

Robert Miller estaba aprovechándose de la situación, sin duda planeando atacar cuando Demi estuviera más débil.

Miller era un hombre de tácticas y, por supuesto, atacaría mientras estaban luchando para que su matrimonio no se rompiera.

Resultaba difícil creer que esa pobre niña en el piso de arriba fuera la causa de tantos problemas.
Su hija, pensó Joe entonces, amenazaba con costarle su matrimonio, pero eso no lo liberaba de su responsabilidad hacia ella.

En cualquier caso, le recordó una vocecita cínica, la reconciliación en la que tanta fe había tenido no parecía a punto de llegar a buen puerto.

¿Yquién podía saber cuánto habría durado en otras circunstancias?

Irguió los hombros, aceptando la amarga verdad:

Demi había sido manipulada por su padre para que le diera una segunda oportunidad al matrimonio.

Y seguramente había compartido cama con él en Marruecos porque el sexo era parte de la reconciliación…


miércoles, 20 de marzo de 2013

Un rencuentro volatil cap 25


Los ojos de Demi se llenaron de lágrimas y tuvo que parpadear varias veces para controlarlas mientras intentaba seguir comiendo, recordando las muchas veces que había cenado sola en el sur de Francia cuando su matrimonio empezó a resquebrajarse.

Mientras ella estaba rota por el dolor, Joe se había enterrado en el trabajo hasta elpunto de hacer que se sintiera sola y abandonada…

Aunque tal vez ella misma lo había empujado a la oficina, recordándole a todas horas que no sabía si debía seguir con él.

Entonces recordó el chantaje de su padre y estuvo a punto de echarse a reír.
La historia se repetía con el nacimiento de una hija ilegítima.

Una vez, ella había sido esa niña, pero al menos había nacido antes de que su padre, Anatole, se hubiera casado con su mujer, la madre de Cosima.
En aquel momento entendía lo que era estar al otro lado.

Estaba resentida contra una niña que no había pedido nacer, y darse cuenta de eso hizo que sesintiera más desconcertada que nunca.

Seguramente sería más fácil marcharse que quedarse e intentar que su matrimonio funcionara en tales circunstancias.
Pero el camino más fácil no era necesariamente el mejor.

La señora Jones la acompañó a su habitación, con expresión alegre porque la casa estaba ocupada por fin, aunque fuese temporalmente.

Demi intentaba no escuchar el llanto de Lili en el piso de arriba.
Tenía que pasar algo raro para que un bebé llorase a todas horas… pero de inmediato decidió no pensar en ello.

Había un montón de bolsas sobre la cama de la elegante habitación de invitados y dentro encontró un camisón, una falda, un jersey y ropa interior de su talla.

Eso era lo bueno de tener un marido mujeriego, que tenía buen ojo para las tallas y sabía qué tipo de ropa le quedababien a cada mujer.

¿Pero era Joe un mujeriego?

Debía admitir que no había tenido razones para dudarde su fidelidad mientras vivían como marido y mujer.
Y había sido ella quien había roto su matrimonio.

Demi se daba cuenta de que el dolorhabía teñido todo lo que sentía entonces, afianzando su convicción de que Joe sólo se había casado con ella porque estaba embarazada.

La muerte de su hijo la había convencido de que no había ninguna razón para que siguieran juntos, y las constantes ausencias de Joe eran su manera de decírselo.

Pero ahora, sabiendo que se había dado a la bebida mientras estaban separados, algo queél mismo había admitido, pensó que tal vez había supuesto demasiado.

Después de darse una ducha, Demi se puso el camisón para irse a la cama… pero Lili seguía llorando en el piso de arriba y, finalmente, cuando no pudo soportarlo más, salió de la habitación y fue a buscar a Joe .

Estaba en el estudio trabajando sobre un grandioso escritorio de caoba que era mucho más el estilo de su padre que el suyo propio.

Cuando la vio entrar, de inmediato apartó la mirada del ordenador.

–¿A qué debo este honor? – le preguntó, disfrutando al verla con el camisón que él le había regalado.

La costosa seda de color turquesa se pegaba a su cuerpo, marcando la curva de sus pechos y los duros pezones…
Joe se excitó con dolorosa inmediatez.

El escote del camisón mostraba sólo unos centímetros de piel, pero esa piel aterciopelada le pareció lo más erótico que había visto nunca.

–Seguramente pensarás que no es asunto mío, pero cuando un bebé llora tanto como Lili…

Demi pronunció el nombre de la niña en voz alta por primera vez y su voz se rompió ligeramente
– alguien debería llevarla al pediatra.

Él se levantó del sillón, estirando su metro ochenta y cinco.

–La llevé al pediatra en Londres. Aparentemente, sufre de un eccema infantil que se lo hace pasar muy mal, pero le ha puesto un tratamiento.

Demi experimentó la primera ola de compasión por la hija de Oleia.

–Espero que funcione – le dijo, intentando que aquello pareciese una conversacióntrivial– ¿Cómo puede soportarlo la niñera?

–Sólo está con nosotros de manera temporal, será reemplazada por otra más experta mañana. No es lo ideal, pero es lo único que he podido hacer a toda prisa.

Ella dejó escapar un suspiro.

–Hablamos como si fuéramos dos extraños – empezó adecir, casi sin darse cuenta.

Sin previo aviso, Joe la tomó por la cintura para apretarla contra su pecho e inclinó la cabeza para besarla con un estudiado erotismo al que Demi no hubiera podido resistirse dos días antes.

Pero había algo helado donde antes había estado su corazón y se quedó inmóvil negándose a sentir nada.

–No – murmuró, apartándose.

–Estás aquí, conmigo – dijo él, con voz ronca – ¿Por qué no?

–Tú sabes muy bien por qué no.

–¿Por qué quieres castigarme por algo que ocurrió hace más de un año, cuando vivíamos separados? – insistió Joe  .

Demi sintió que le ardían las mejillas.
No podía creer que tuviese valor para preguntar eso.

–No estoy intentando castigarte.

–Me apartas de ti otra vez y no pienso aceptarlo – dijo él, mirándola como si fuera un rompecabezas que no pudiera resolver.

–Puede que no tengas más remedio que aceptarlo.

–Esta vez, tú no vas a tomar la decisión por mí – replicó Joe su acento griego más pronunciado que de costumbre –. Sigues siendo mi mujer…

 Demi cruzó los brazos.

–Sobre el papel…

–Ayer, éramos marido y mujer en la cama, no sobre el papel – le recordó él – Fuiste tú quien decidió volver conmigo. Tú decidiste darle a nuestro matrimonio otra oportunidad.

El recordatorio hizo que Demi descruzase los brazos en un gesto defensivo.

–No es tan sencillo.

–Es así de sencillo – afirmó Joe .

Resentida por esa seguridad que la sacaba de quicio, Demi dijo sin pensar:

–No, enrealidad es muy complicado. ¡De no ser por la presión de Anatole, no habría vuelto contigo!

Él frunció el ceño, sorprendido.

–¿De qué estás hablando? ¿Qué tiene que ver tu padre?

Demi lamentó de inmediato haberlo dicho, porque no habría querido contarle la verdad.

–Déjalo, no importa.

–Demi …

Ella respiró profundamente, sabiendo que se había acorralado.
No iba a tener más remedio que contarle toda la historia.

–Mi madre hizo algo que no debería haber hecho… se metió en un lío y mi padre tuvo que ayudarla. Yo no podía hacerlo porque todo mi dinero está invertido en el negocio.

–¿Y por qué no me pediste ayuda a mí? Es tu madre, lo habría entendido.

–Porque al final no sabía a quién elegir. Ni Anatole ni tú sois de los que dan algo a cambio de nada… – Demi sacudió la cabeza – Mi padre piensa que estar casada es bueno para mí y aceptó darme el dinero para solucionar el problema de mi madre a cambio de que volviese contigo. Como él quería algo a cambio de su generosidad, pensé que tú harías lo mismo.

Mientras hablaba, Joe se había puesto pálido.

–Yo no te habría chantajeado para que volvieras conmigo.

–A ti te gusta salirte siempre con la tuya y no sabía si…

–En este caso, puedes estar absolutamente segura – la interrumpió él, con los ojos brillantes – ¡Yo no querría a ninguna mujer en esos términos! No tengo que chantajear a nadie.

–¿Ah, no?

–Yo te habría dado el dinero sin pedir nada a cambio – dijo Joe – Crystal no sabe cuidar de sí misma y no ha sabido hacerlo nunca. Yo sabía eso cuando me casé contigo e imaginé que tarde o temprano necesitarías mi ayuda

–No necesito tu ayuda – insistió Demi .

–¿Ésa es la única razón por la que volviste conmigo? ¿Porque tu padre lo puso como condición para darte el dinero?

–Anatole creía que si me divorciaba de ti acabaría como mi madre. Es un hombre muy anticuado… su mujer no trabaja, su hija tampoco. No entiende que las mujeres pueden cuidar de sí mismas y creía que necesitaba un salvador.

Joe apretó los puños mientras farfullaba una palabrota en griego.