jueves, 30 de agosto de 2012

La caida de Jonas cap 14




—No he usado un jodido condón. — Nick se dejó caer sobre su espalda, pero la arrastró con él, envolviéndola por encima de su pecho, y la obligó a mirarlo.

Debería haberla dejado tumbada a su lado, porque la expresión de su rostro era peligrosa para un hombre que se había aferrado a su corazón durante tanto tiempo.

¿Lo había hecho? Infierno.
Estaba empezando a sentir el lazo de mierda y se sentía cómodo.

—Estoy protegida. — Una arruga se dibujó en su frente mientras bajaba los labios para darle un beso, y sus dedos se enterraron en el pelo para detenerla.

—¿Cómo sabes que estoy limpio? — Entornó los ojos hacia ella.

Llegó el hoyuelo.
Un poco tímido.
Demasiado condenadamente sexy.

—Tus amigos solían hablar cuando venía a dejar la comida mientras te estabas recuperando, — admitió —Realmente, Nick. Eres un fanático del condón.

Lo había sido.
La dejó bajar sus labios a los suyos.
Maldito si podía evitarlo.

—Y no lo usé contigo, —gruñó, tirando de su cabello con una mano mientras la otra estaba alrededor de su cuello sujetándola a él — Deberías exigir una compensación por eso.

Y lo hizo, con su boca.
Sus labios, su lengua, un beso tan profundo que lo sintió en sus bolas.
¡Infierno! Tenía que alejarse de ella.
Era peligrosa.

Le estaba dando todas las fantasías que tenía sobre las mujeres, como si pudiera ver dentro de su cabeza y darle exactamente lo que necesitaba.

Sus labios estaban ansiosos, sus gemidos derramándose sobre él.
Su ágil, pequeño increíble cuerpo lo acariciaba desde el pecho hasta los tobillos, y él volvió a ponerse condenadamente duro como si no acabara de tomarla apenas unos minutos antes.

—Quiero tocarte.

La dejó retirarse.
Su cabeza cayendo sobre las almohadas cuando movió sus labios a su mandíbula, su cuello.
Podía ser inexperta, y por el infierno sí sabía que ella lo era.
Lo sintió cuando empujó su primer golpe.
Había estado equivocada con lo de su himen.
Había sido débil, fácil de romper, pero había estado allí.

Ahora, su aventura virgencita corría sus labios sobre su cuello, su pecho.
Sus labios cubriendo sus pezones, uno a la vez, aspirado y lamiendo y, a la mierda con él, lo estaba quemando vivo.
Luego fue bajando.
Lamiendo.
Besando.
Cuanto más se acercaba al eje de su gruesa polla, más sentía su angustia.
Su necesidad.
Ella quería ir sobre él.
Podía sentirlo, o infierno, tal vez sólo quería volverlo loco.

Hizo una pausa, su aliento moviéndose sobre la cabeza de su polla mientras levantaba la vista hacia él.

—Ayúdame, — susurró, su respiración dura y áspera ahora, la necesidad en sus ojos arañando con el calor.

—Oh, cariño, — gruñó, empujándose sobre las almohadas, levantando la espalda. — Sólo hazle amor con tu boca. Una polla es bastante fácil de complacer. Succiónala, lámela, hazla saber que es amada, y estará preparada durante toda la noche para ti.

Ese pequeño hoyuelo de nuevo.
Brilló en la mejilla.

—Me gusta mucho eso, —susurró, bajó la cabeza y lamió sobre la corona pesada. — Un montón, Nick.

Dios le ayudara.
Ella hizo el amor con su polla.
Con un poco de estimulación, aquí y allá, y un montón de gemidos devastados de él.
Lo torturó.
Estaba pagando por sus pecados de la mejor forma.

Esta pequeña y dulce virgen estaba chupándole el alma por la cabeza de su polla y estaba disfrutando cada segundo de ello.

—Sí, nena, chúpala profundamente. — Sus manos se agarraron a los tirabuzones largos de su cabello. — Cristo. Sí. Chúpala así.

Ella metió la cabeza contra el techo de su boca, su lengua trabajando debajo de ella, jugando con la bola curva que atravesaba su prepucio, como le había dicho y casi haciendo que se perdiera.
Sus manos acariciaban, frotaban suavemente.

Conocía las nociones básicas, y lo que no, lo aprendió rápido.
Ella amaba a su polla como si fuera chocolate, y estuviera muriéndose por ella.
Lamió y chupó, se quejó a su alrededor.
Jugaba con la perforación por debajo de la cabeza de la misma manera que él quería jugar con ella.
Con un placer tortuoso.

Hasta que llegó al punto en que, un toque más e iba a perderse.
Iba a llenar su boca cuando lo que quería más que nada era llenar su coño caliente de nuevo.
La levantó lejos de él, empujando su espalda en la cama a pesar de sus luchas eróticas.
Ella jadeaba, respirando pesadamente. Y cuando él sacudió sus caderas hacia delante y puso sus labios en su clítoris, se quedó inmóvil.

Sabía a mujer caliente, dulce, y a él mismo.
No era un hombre que normalmente se probara sí mismo en una mujer, pero con esta mujer…
¡infiernos!, sin embargo no podría conseguir apartar sus labios de ese clítoris, eso era todo para él.

Y el gusto de ellos juntos, joder, no debería ser emocionante.
No debería hacer que su polla se pusiera más dura.
Pero lo hizo.
Y la reacción de su respuesta arrancó destellos a través de sus sentidos.



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