El bar estaba en uno de los lugares más populares de la zona y era el único.
La mayoría de los días de semana tenían trabajo, pero los fines de semana se podía convertir en una locura si no iban con cuidado.
La banda en el otro extremo del local tocaba una melodía lenta y las parejas daban vueltas en la pista de baile.
Había el surtido habitual de motoristas, niños universitarios y borrachos en general.
Con una señal al gorila más cercano, le indicó al otro que ocupara su lugar cuando Jonas se dirigió de nuevo hacia la barra.
Mientras lo hacía, casi se le para el corazón.
Infierno. No, no necesitaba esto.
No después de verla desnuda, excitada, e insatisfecha.
Allí, de pie en la puerta como un ángel delicado, estaba su intrépida vecinita. Y no estaba usando un vestido. O una falda. Llevaba unos vaqueros que hacían que las piernas se vieran como el mejor sueño húmedo que un hombre podría tener.
Bajos en la cadera, una blusa sin mangas muy ceñida abrochada malditamente cerca del cuello, y otra vez las botas.
Y llevaba el pelo recojido.
Sintió un golpe duro de celos al ver cuando los ojos de otros hombres la encontraron, con lujuria, observando los largos rizos, salvajes.
Mierda!.
¿Cómo demonios se suponía que iba a sacarla de aquí?
Este no era un lugar para la señorita Miley.
Se pasó una mano por el pelo con irritación, se dirigió hacia ella, moviéndose a través de la sala en un camino diagonal a ella, que se dirigió a la barra.
¿No sabía la escoria que podía encontrar en un bar como este?
¿Qué demonios estaba haciendo allí?
Hacían que la miraras con cada paso que daba con ellos.
Abrazando su culo bien formado como unas manos muy posesivas.
Hijo de puta.
—Hola. — Sonrió al camarero. Jake estuvo malditamente cerca de dejar caer la botella de whisky que llevaba. — ¿Me podría dar un whisky, por favor?
Los ojos marrones de Jake parpadeaban sobre ella.
Sí, ella no parecía del tipo de whisky.
—Tengo algunas marcas de vino por aquí, — ofreció Jake — Frutales.
Jonas casi se echó a reír al ver la expresión de Jake.
—No — negó con la cabeza y Jonas vio su expresión en el espejo detrás de la barra. Era una mujer determinada. — Sólo whisky, por favor. — Entonces dijo la marca. —¿Lo tiene?
Condenadamente caro. Oh sí, lo tenían.
Jonas se trasladó al final de la barra, al lado del taburete que ella había escogido, apoyó los brazos en ella y la miró en silencio mientras se volvía hacia él con los ojos como platos.
—Señor Jonas. —Dijo con esa pequeña sonrisa. Con hoyuelos.
—Sólo Jonas. — Arqueó sus labios mientras la miraba, observando cómo su mirada se deslizaba por el tatuaje que se enrollaba alrededor de su bíceps.
Se mordió el labio antes de mirarlo a los ojos de nuevo.
Jake escogió ese momento para ponerle el whisky delante de ella.
Jonas arqueó las cejas cuando lo levantó, tomó un sorbo tan delicadamente como una dama haría con un vaso de vino y dejó de nuevo el vaso en la barra sin una mueca.
—Es un bar ocupado. — Miró a su alrededor —Ha sido así siempre que he venido.
Incluso durante la semana.
Su voz se levantó cuando se dio la vuelta.
Cuando se giró, ese hoyuelo se asomó de nuevo.
Su sonrisa era cuidadosa, como si no supiera muy bien qué hacer con esos bonitos labios.
Jonas levantó la mano y apoyó el mentón en ella cuando se la quedó mirando.
Ella jugueteó con el vaso por un momento y luego lo sorprendió cuando lo levantó y tomó la mitad sin un solo guiño o tos.
Apretó los labios y se imaginó la quemadura que debió de hacerle, apretando su cuerpo cuando su expresión se relajó, viéndose un poco placentera, de una mujer disfrutando el chisporroteo.
Era una mirada que nunca había visto en el rostro de una mujer, y le puso duro. Infierno. Durísimo.
Había estado duro por ella durante más de una semana.
—¿Otro?, —preguntó, mirando el vaso vacío.
—No, gracias. —Ella sacudió la cabeza, con un toque de vulnerabilidad, mirando a conciencia alrededor de la barra.
Volvió la mirada hacia la banda, a los bailarines, su perfil ligeramente melancólico mientras los observaba.
—He venido aquí varias veces — Se volvió hacia él, los grandes ojos de color azul pálido acariciando su rostro.
Infierno, era casi una caricia.
—Te he visto. —Él asintió con la cabeza.
Ella bajó la mirada hacia el vaso, jugó con él por un momento y luego devolvió la mirada a la pista de baile cuando la banda comenzó una melodía más rápida.
Maldita sea, la expresión de su cara.
Ella quería estar allí. Podía verlo, sentirlo.
Entonces, ¿qué diablos la mantenía quieta?
Cada vez que había entrado en el bar, se había sentado en una de las mesas en la entrada, sola. Había observado, bebía un refresco o un vino o dos, y se iba.
Ella nunca había llegado hasta la barra.
Nunca había bebido su mejor whisky con una mueca de placer apretando su cara.
Se habría dado cuenta. Siempre se daba cuenta de la señorita Miley.
—Señorita Miley....
—Miley. — Su cabeza dio la vuelta, esos rizos salvajes flotando por encima de su hombro, y no tenía ese hoyuelo pequeño esta vez. — No soy tan vieja, señor Jonas.
—Jonas, —murmuró, con la mandíbula todavía apoyada en su mano mientras la miraba.
—Jonas. —Había un leve rastro de alegría en su mirada a continuación. —Por favor, llámeme miley
—Sí, señorita. —Le devolvió la sonrisa, sólo para ver sus ojos fulgurantes en irritación.
Ella bajó los ojos otra vez, jugó con el vaso de nuevo, luego levantó su mirada de nuevo a Jake y le indicó que le pusiera otro.
Jonas casi se rió en voz alta.
Jake le dio una mirada dura, de desaprobación, como si pensara que Jonas pudiera guardarla de la bebida.
Y la señorita Miley vio esa mirada.
Por un momento, Jonas vio un destello roto, el dolor en sus ojos cansados.
A continuación, una apretada sonrisa torció sus labios.
—Olvídalo. —Tentó en el bolsillo de los vaqueros, sacó unos billetes, y dio una palmada en la barra con ellos. —No debería haber venido aquí.
¡Carajo!
Jonas se enderezó mientras se deslizaba lejos de la barra, la cabeza bien alta, dirigiéndose rápidamente hacia la puerta.
¿Qué demonios?
Tras ella, Jonas sintió algo apretar en sus entrañas.
Algo extraño, una ligera aprehensión mezclada con confusión.
Maldita sea. Parecía que iba a llorar cuando Jake no quiso servirle el whisky.
Como si de alguna manera, hubiera sido rechazada.
—Hey, venga. mils Vamos, espera. — La alcanzó en el aparcamiento de grava, los dedos tocando un brazo tan condenadamente suave que era como seda caliente.
Había acortado su nombre. No señorita Miley o Cyrus. sino Su mils
Se apartó de él, se giró, con la cara enrojecida, los ojos brillantes.
Y eso eran lágrimas.
Ella las apartó furiosamente.
—Recibí el mensaje, Señor Jonas, —le espetó. —No te preocupes, no voy a entrar de nuevo en su bar otra vez.
—Venga. mils — Se puso delante de ella, mirándola fijamente. —¿Qué mensaje recibiste exactamente?
miley le devolvió la mirada, luchando contra las lágrimas.
—He estado una media docena de veces en este condenado bar. —Ella levantó el brazo señalándolo. —El único bar cerca de aquí, eso sí. Cada vez, pido whisky. Cada vez, me traen alguna maldita bebida para niños. La última vez, una lata de refresco. ¿Necesito tener su permiso para beber whisky ahí dentro? ¿Cuándo demonios decidió condenarme al ostracismo en este pueblo?
Parpadeó hacia ella.
—¿Cuándo he decidido hacer qué?
Jonas se dijo que estaba en estado de shock.
No había querido su ostracismo, sólo protegerla.
Nada más.
—Entro en ese bar y nadie me pide que baile, — le informó fríamente. — Si alguien se acerca a mí, sus gorilas le acechan tanto hasta que de repente dejo de interesarle. Y ahora ¿su camarero no me sirve whisky? — Ella sorbió.
Ah infierno.
Ella no iba a llorar aquí delante de él.
No en el condenado aparcamiento.
Jonas se frotó la parte posterior de su cuello mientras miraba su la cara furiosa.
Ella tenía agallas, tenía que concederle eso.
—Eso no es lo que pasó, — dijo al fin, haciendo una mueca.
Tenía los brazos cruzados sobre el pecho, la cadera ladeada.
Maldita sea. Iba a terminar sobre un maldito capó si seguía haciendo eso.
—¿Entonces qué, señor Jonas, cual es su problema? Tengo más de veintiuno. No creo ser una bruja total, pero lo último que oí, es que incluso a las mujeres feas se les permite beber whisky.
—Eso no es todo. —Endureció su voz. Infiernos si quería explicar esto aquí.
—Yo sólo quería bailar, — susurró, la luz de la luna iluminaba sus ojos haciéndolos más profundos, más oscuros. Maldita sea, quería follarla. —Tomar una copa. Sólo quería ser una mujer, señor Jonas. Lo siento si he molestado!
aiii
ResponderEliminaresta nove tambn me encanta!!!!!1
siguela pronto!!!!♥