lunes, 27 de agosto de 2012

A merced del griego cap 1




Nick estaba leyendo un informe financiero cuando escuchó el ruido.
El sonido recorrió los pasillos vacíos de las oficinas con estridente intensidad.
Cualquier otra persona habría reaccionado sobre saltándose, o asustándose.

A fin de cuentas, ya era tarde, e, incluso contando con vigilantes de seguridad, no había un solo edificio en Londres que pudiera considerarse seguro si había alguien empeñado en entrar en él. Pero no Nick Jonas.

Sin molestarse en tomar algún objeto contundente con el que defenderse de un posible ataque, el ceñofruncido con gesto de impaciencia por haber tenido que interrumpir su trabajo,salió de su elegante despacho y encendió las luces del exterior.

Nick no era un hombre que huyera asustado de nada, y menos aúnde un posible intruso tan patoso como para anunciar su llegada con aquel ruido.
No tardó mucho en deducir cómo se había producido el estrépito.

En medio del pasillo había un carrito caído cuyo contenido se había dispersado a su alrededor; objetos de limpieza, un cepillo, una fregona... y un cubo de agua cuyo contenido estaba siendo lentamente absorbido por la moqueta que cubría el suelo de las oficinas.

Un instante después se oyeron unos precipitados pasos que precedieron ala llegada del guardia de seguridad, pero fue Nick el primero en agacharse junto a la chica que yacía en el suelo junto al carrito.

-Lo siento, señor - balbuceó Sid mientras Nick trataba de encontrar el pulso a la joven - He venido lo antes que he podido... Ya puedo ocuparme de todo.

-Ocúpese de limpiar todo esto.

-Por supuesto, señor Jonas. Lo siento mucho... Parecía un poco pálida esta tarde cuando ha llegado, pero no sabía que...

-Deje de balbucear y recoja todo esto - ordenó Nick .

Al menos, la chica había tenido el detalle de no morirse en sus oficinas.
Su pulso era firme y, aunque estuviera bastante pálida, respiraba.
Se había desmayado... probablemente a causa de un embarazo.
Era un síntoma de los tiempos que corrían.

Mientras se esforzaba por controlar su irritación, la tomó en brazos, ajeno ala expresión de preocupación del guardia de seguridad.

Nick era apenas consciente de que sus empleados, fuera cual fuese su rango, lo trataban concierta sumisión.

Tampoco era consciente de que aquella sumisión rayaba en el miedo, de manera que se sintió exasperado cuando, al mirar al guardia deseguridad, vio que estaba retorciendo las manos con nerviosismo

-Yo puedo ocuparme de ella, señor... No hace falta que se moleste...

-Asegúrese de que todo esto quede recogido y luego vuelva a su trabajo. Si lo necesito lo llamaré.

Aquella interrupción había sido una auténtica molestia.
Eran más de las nueve de la noche del viernes y aún tenía medio informe que revisar antes de enviar por correo electrónico a su homólogo al otro lado del mundo la copia corregida para la reunión de alto nivel que tendrían el lunes.

Abrió la puerta de su despacho con el pie y dejó a la joven, que ya empezaba a moverse entre sus brazos, sobre el elegante y largo sofá que ocupaba una pared entera de la amplia habitación.
El mobiliario, antiguo y escaso, era de gran calidad, las paredes estaban cubiertas de madera y los ventanales llegaban del suelo al techo.

Nick miró a la joven, que empezó a agitar las pestañas a la vez que recuperaba la conciencia. Parecía bastante robusta bajo el peto azul de rayas blancas que vestía, que cubría una elección de ropa que Nick habría encontrado ofensiva en cualquier mujer.

Un grueso jersey de un color marrón indiscriminado y unos vaqueros desgastados en el dobladillo cuyo mérito consistía en ocultar parcialmente unos gruesos zapatos de trabajo que habrían resultado más adecuados para un obrero de la construcción.


Esperó cruzado de brazos, informando a la joven con su lenguaje corporal que, a pesar de haberla rescatado, su caridad tenía un límite.

Mientras aguardaba con creciente impaciencia, detuvo la mirada en su rostro, en su pequeña y recta nariz, en su generosa boca, en sus cejas,sorprendentemente definidas y que no encajaban con el tupido pelo rizado queparecía empeñado en escapar de su coleta.



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