jueves, 20 de septiembre de 2012

wife by accident cap 8




Supo de quién era incluso antes de abrirla.
La escritura era firme, detinta negra, y el matasellos era de Londres.
Aparte de a Joe Jonas ,no conocía a nadie en Londres a quien se le pudiera ocurrir comunicarse con ella por carta.

El mensaje era breve y conciso.
Joe iba a hacer un crucero con unos amigos y le gustaría que se uniera a ellos.
Y espero que no se te ocurra rechazar la invitación
 leyó Demi , sentada en el sofá de su casa.

Considéralo un acto de caridad por tu parte para liberar mi mala conciencia por el accidente.
Confío en que a estas alturas ya estés caminando a la perfección.

Por supuesto, Demi no tenía intención de aceptar, a pesar de la mala conciencia de Joe.
Llevaba la carta en su bolso y la sacaba de vez en cuando, cuando no había nadie cerca, y se repetía los motivos por los que no iba a aceptar la invitación.

En primer lugar, no era nada normal en ella hacer algo precipitado.
La espontaneidad estaba muy bien, pero había pasado tantos años sufriendola de sus padres, como la hoja de un árbol sometida a un viento que cambiara de dirección de forma constante, que había llegado a la conclusión de que era mucho mejor meditar mucho las cosas antes de actuar.

Hacerlo daba cierta coherencia al caos que en definitiva era la vida

A pesar de sí misma, Demi siempre recordaba a continuación el rostro de Joe , la expresión de conmiseración que adquirió éste cuando le dijo que estaba acostumbrada a cuidar de sí misma.
Sus padres también sentían pena por ella.

¿Cómo, siendo ellos tan exuberantes, podían haber producido una versión tan tímida y calmada de sí mismos?

Nunca comprendieron que para Demi supusiera una gran desorientación no pasar más de un año o un año y medio en el mismo sitio.

De manera que, finalmente, acabó aceptando la invitación.

Fue tan fácil como eso.
Algo más fuerte que el sentido común, alguna poderosa urgencia emocional la impulsó a aceptar sin apenas darse cuenta de quelo hacía.

Llamó al número que Joe le facilitaba en la carta, habló con una mujer que se identificó como la secretaria personal del señor Jonas, y, sin sopesar los pros y los contras, le comunicó su decisión de aceptar la invitación.

«Y aquí estoy ahora», 
pensó tres semanas después,
«pagando el precio de unos momentos de inconsciencia, sintiéndome nerviosa y mareada y aprensiva, y sabiendo que no voy a disfrutar un minuto de este viaje. Va a ser un desastre».

Lo único que la tranquilizaba era pensar que habría mucha más gente en el barco, de manera que si la compañía de Joe y sus amigos le resultaba incómoda, siempre podía refugiarse en la multitud.
Nadie la miraría con extrañeza.
Los cruceros siempre estaban llenos de mujeres solitarias.

Cerró los ojos cuando el avión despegó y, por un instante, dejó de pensar en lo que le esperaba, mientras, boquiabierta, contemplaba cómo desaparecía el suelo bajo el avión, para ser sustituido poco después por una capa de nubes cubierta por un inmenso cielo azul.


Dejó Barbados contemplando el transparente azul del marcontorneado por franjas de arena blanca y aterrizó en St. Vincent con elmismo paisaje.

El taxi estaba esperándola fuera del aeropuerto, tal y como indicabaen su carta la secretaria.



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