sábado, 15 de septiembre de 2012

La caida de Jonas cap 18




Fue la madre de todas las idioteces.
Tres días después, Jonas subió a su ático, miró por la ventana, y no vio nada.
Menuda cagada, había meado fuera de tiesto.

Miley había huido de él.
Después de bombearse en su interior hasta que pensó que iban a derretirse en el suelo de la cocina, ella huyó de él.

¿Y qué diablos había hecho?
Quedarse allí.

Igual que el tonto que era, se quedó en la condenada cocina y la vio alejarse.
la ira aumentaba dentro de él tan rápido y tan fuerte como la lujuria que tenía.

Había vivido aquí dos años.
Dos malditos años.
Ella le había llevado sopa de pollo mientras se recuperaba de la cirugía en la rodilla.
Le trajo jodidas galletas caseras.
Habló con sus amigos y sabía cosas de él que no debería haber sabido.
Y le sentaba como un guante.

Infierno, ninguna mujer nunca lo había ajustado tan perfectamente como Miley lo hizo.
Y ninguna mujer lo había afectado nunca como ella hizo.
Incluso la echaba de menos.

¿Cuándo había sido la última vez que había extrañado a ninguna mujer en particular?

No se perdía en las mujeres.
Se aseguraba de no acercarse lo suficiente como para extrañarlas.

¿Por qué demonios estaba Miley escondida?

Bueno, él había tenido suficiente, estaba condenadamente seguro.
Miró el reloj:
Tenía que estar en el bar en unas pocas horas.
Estaba vestido y listo para ir.
Sólo tenía que conseguir que Miley también lo estuviera.

¿Cómo podía no haber oído los rumores que corría por la ciudad con respecto a ella?

Iba a la tienda de comestibles todas las tardes, todos lo sabían.
Nada menos que tres hijos de puta se le habían acercado.
Hasta ahora, nadie había mencionado su centelleante hoyuelo, pequeño y lindo.
Eso habría hecho que matara a alguien.
Ese era su hoyuelo, por Dios.
Y él estaba condenadamente loco.

Pero eso no le impidió salir pisoteando hacia la planta principal, por la puerta de entrada, y otra vez hacia la casita de Miley .
Golpeó la puerta.
Sus brazos cruzados sobre el pecho cuando abrió la puerta y le devolvió la mirada con recelo.

—¿Qué? — No parecía hospitalaria.

Demasiado malo.
Se abrió paso entre ella y el marco de la puerta y se volvió para mirarla.

Llevaba otro de esos malditos vestidos hasta del cuello.
Odiaba esos vestidos.

—Vístete — le ordenó — Vamos a salir.

—¿Vamos? —Cerró la puerta, cruzó los brazos sobre sus pechos, y le devolvió la mirada.

Y eso lo puso duro.
Su polla se hinchó en sus pantalones con unas dimensiones que juraría no había alcanzado nunca antes.

—¿A dónde exactamente vamos?

—Primero a la tienda, — le informó ——Después, al bar.

Dios, estaba chiflado.

—¿Y por qué a la tienda? —Sus ojos se estrecharon a su vez.

Jonas inclinó la cabeza y gruñó, nariz con nariz.

—Esos hijos de puta que se acercaron a ti en esa tienda de mierda van a aprender a quien perteneces, a partir de hoy. ¿Desde cuándo, por todos los demonios, una tienda de comestibles se ha convertido en un lugar de reunión para puñeteros solteros?

—Siempre lo ha sido en realidad. —Su sonrisa era escasa. —Conoces a todo tipo de gente.

—¡Hombres!—Gruñó.

—Si estuviera buscando uno, entonces lo podría encontrar fácilmente esta semana. — Se encogió de hombros le dio la espalda y se movió por la casa. —Y estoy ocupada en la actualidad. Compré comida suficiente ayer para la cena de esta noche, así que no me hace falta ir a la tienda. —Miró por encima del hombro, los largos rizos cayendo por su espalda. —Y no estoy de humor para estar contigo, o ir al bar.

Él la miró antes de girar y pisotear a sus espaldas.
Ella le hacía pisar fuerte, joder.
Lo estaba volviendo loco.

—¿Qué quieres, Nick? —Se volvió hacia él al llegar a la cocina. — No querías ataduras. Mira, sin condiciones. —extendió los brazos a su alrededor, sus ojos azul claro mostraban un borde de dolor.


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