miércoles, 26 de septiembre de 2012

Dama de treboles cap 36




Al llegar al rancho Sutton, Minnie encaminó el pequeño Buggie hacia los establos.
Cuando pasaron ante el cercado más cercano a la casa, todos los hombres se encontraban ocupados en la doma de un bronco. Matt, a lomos del animal, de mostraba gran experiencia además de una asombrosa forma física, pues soportaba los saltos y coceos del animal sin ser derribado.
Entre tanto, Albert y los peones jaleaban y daban instrucciones atentos a una posible caída.

   —¿Te fascinan los caballos, a que sí? —preguntó Minnie bajando del coche.

Miley sonrió y volvió la vista hacia el redil sin perder detalle.

   —No puede negarlo — respondió Emma junto a ellas — No os esperaba hoy, pero ya que estáis aquí, ¿qué tal si me echáis una mano con las verduras?

   —He venido a ver esa falda de montar que me comentaste. Más tarde vendrá Nick para llevarme al pueblo.

   —Este me va a tener que explicar de dónde viene —murmuró Emma.

   Cruzada de brazos, esperó a que Joseph, que en ese momento descabalgaba junto al redil, tuviese una buena excusa para ausentarse del rancho en horas de trabajo.

   —He estado ayudando al doctor Holbein —espetó sin arredrarse.

   —El doctor, el doctor… — rezongó su madre — Aunque en la escuela os hayan dado vacaciones, tu trabajo está aquí. ¿Entendido?

Matt, desde el cercado, intuyó lo que se avecinaba.
Cuando consiguió que el caballo, ya dócil, se pusiera al paso, saltó la cerca y se acercó secándose la frente con la badana.
Puso la mano sobre el hombro de su esposa tratando de impedir una discusión.

   —Emma, el doctor Holbein me ha comentado que está muy contento con el chico. Creo que deberías estar satisfecha de él — replicó mirando a su hijo con orgullo.

Joseph agradeció de corazón la oportuna intervención de su padre.

Ambos sabían que era del todo imposible que cumpliese su deseo de convertirse en médico.
Los estudios supondrían un desembolso que se prolongaría durante varios años.
Y lo sintió por su padre, porque le constaba que para él constituía una preocupación no poder hacer realidad sus ilusiones.

Emma no replicó.
Aunque le molestaba que Matt fuese tan permisivo con el chico, sabiendo que no podían hacer frente a semejante gasto. Tomó a Miley del brazo y se dirigieron a la cocina.


Miley estaba aprendiendo de Grace a elaborar las conservas para el invierno, pero le preocupaba no acertar con las cantidades.
Por eso tomaba buena nota de los consejos de Emma.

 Minnie se entretuvo pelando tomates, pero en cuanto aparecieron por la cocina Hanna y los niños, perdió todo interés.

   —Vamos, vamos…, salid al patio que aquí tenemos mucho trabajo — las reconvino Emma.

   —Señora Sutton, me llevo a Tommy —advirtió Minnie.

   —Gracias, tesoro. Hufff…, qué silencio cuando se van —exclamó Emma.

   —Esto casi está — dijo Miley tapando un bote — Emma, acuérdate de la falda.

   —Qué cabeza tengo, ni me acordaba de ella.

   Secándose las manos en el delantal, se metió en el dormitorio y al instante volvió con una falda pantalón en las manos. La sostuvo sobre el cuerpo de Miley comprobando a ojo la talla.

   —Yo creo que me estará bien. Gracias Emma.

   —Ni la llegué a estrenar. Matt me la trajo de Denver hace un par de años. Pero, ya se sabe, los hombres no entienden de tallas.

   —Ya llega el tío Nick —avisó Patty asomando la cabeza por la puerta.



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