miércoles, 26 de septiembre de 2012

Dama de treboles cap 38



Durante todo el camino, Miley permaneció seria y callada.

   Minnie frenó el Buggie a las puertas de la tienda y se atrevió a romper el silencio.

   —¿Cómo piensas volver al rancho? —La miró preocupada—. Puedo esperarte y llevarte de vuelta. De verdad, no me importa.

   —De ningún modo. Ya me las arreglaré, no te preocupes. Me hace falta media libra de azúcar y luego pasaré por el hotel a ver si Alice necesita algo. Me daré prisa —trató de sonreír mirando las nubes plomizas que se avistaban hacia el norte—, no me apetece mojarme.

   —Puedo entrar por ti a comprar el azúcar.

   —Esa no es la solución —confesó con tristeza—. Huir de los problemas no acaba con ellos.

   Minnie la observó entrar en la tienda. Apreciaba a Miley y le dolía verla tan triste.
La viuda Keller y su hija estaban ocupadas atendiendo a un par de ancianas. Miley , mientras esperaba su turno, curioseó en el estante de los libros.

   —Pensaba que no sabías leer —comentó Harriet removiendo unas cajas en la estantería contigua—. Como te criaste en una tribu…

   —Veo que estás bien informada —dijo con ironía.

   Lo último que necesitaba después del desagradable incidente del rancho Sutton era aguantar los sarcasmos de Harriet.

   —Siempre lo estoy. ¿Te llevarás alguno? Demasiado farragosos para ti, me imagino —continuó con su tonillo insultante.

   —No. Me basta de momento con los libros de mi esposo.

  —Ah, pero ¿Nick lee?

Miley  se revolvió como una fiera. Su esposo podía ser desconsiderado e injusto con ella, pero no estaba dispuesta a permitir que nadie abriese la boca contra él, y menos esa mujer.

  —Siendo una persona tan bien informada, deberías saber que le apasionan las novelas de aventuras. Siente especial predilección por Herman Melville —advirtió con una mirada desafiante—. Me parece que no le conoces tan bien como supones.

   Harriet alzó las cejas. Con un ligero parpadeo le dio la espalda y se parapetó tras el mostrador. Su madre debió de intuir la tensión, porque se afanó en atender cuanto antes a Miley . Los escándalos no eran buenos para el negocio.

   En cuanto salió, Harriet corrió tras ella.

   —¡Oye tú! —le gritó—. No eres más que una recién llegada. Conozco a tu marido mejor de lo que piensas cuidado: con un solo dedo puedo hacer que vuelva de rodillas ante mí.

   —Inténtalo —la retó Miley mirándola por encima del hombro—. Lo subestimas.

   —No me subestimes tú a mí —amenazó—. Puedo ser muy convincente.

   —Aunque así fuese, tendrías que contentarte con las migajas, porque todas las noches regresará a mi cama.

   —No me hagas reír, le repugna que le toques con esa mano desfigurada.

   —Recuerda esto —advirtió sin responder a la provocación—, yo soy la única señora Jonas.

   Y sin mirar atrás, cruzó la calle hasta el hotel con la cabeza bien alta.



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