martes, 18 de septiembre de 2012

Dama de treboles cap 34


Cuando Nick se alejaba, Doreen lo vio saludar con la cabeza al predicador y a su esposa.

   —Doctor, ¿usted cree que mi pequeñín será guapo? —preguntó con la vista fija en el matrimonio Barttlet.

   —Estoy seguro, a la vista de los padres que tiene.

   —Créame, a ratos me asaltan las dudas. No puedo entender cómo de esa pareja tan horrorosa pudo salir una hija como Matilda.

   —Dime una cosa Doreen —preguntó el doctor sofocando la risa—. Tú eras el terror de ese internado de señoritas donde te educaste, ¿verdad?


Clifford Watts estudió la carta pensativo.
Volvió a abrirla y la releyó.
Tras dudar un momento, la arrugó y la lanzó a la papelera.
No estaba dispuesto a pasar una vez más por una situación como aquella.
Con decisión se levantó del escritorio y tomó la chaqueta y el sombrero.
Se despidió de sus empleados sin dejar de pensar en el contenido de aquella misiva y supo que había hecho lo correcto.

Cuando llegó a la altura del Fillmore Block, contempló su tosca fachada de ladrillo.

«Bloque», qué nombre más acertado para una construcción tan ramplona.
Los edificios de negocios proliferaban en Denver y, salvo los más grandes y ostentosos, las mayoría eran de factura sólida y sin ornamentos.

Pensó en su propia casa, un edificio bello a la par que sobrio, con planta alta y buhardilla.
No desentonaría en ningún barrio elegante de Nueva Inglaterra.
Aunque poco valor tendría aquella espléndida edificación si no tuviera a las dos personas que eran el alma de su hogar.


En el cruce de la calle Welton conla Diecisiete, se detuvo a las puertas del hotel Albany, donde había reservado mesa.
Optó por variar el semblante antes de entrar.
Su esposa Rachel era demasiado perspicaz para pasar por alto cualquier preocupación, pero la carta que había recibido esa misma mañana lo había obligado a volver al único pensamiento que lo entristecía desde hacía quince años.

Juró a su hermano en el lecho de muerte que seguiría buscándola, pero la tarea cada vez resultaba más descorazonadora.
Años y años recibiendo pistas falsas, siguiendo rastros que no conducían a ninguna parte, o teniendo que soportar las vilezas de más de un desalmado que vela en la desgracia de la familia una oportunidad para lucrarse.
Como la carta que acababa de recibir.
Decidió no pensar más en ello.
Ya en el hall, enseguida localizó a su esposa Rachel.

   —Llegas un poco tarde —le reprochó.

   Se acomodó a su lado en el sofá y ella le ofreció la mejilla para recibir un beso.

   —Me entretuve caminando más despacio de lo normal, supongo. ¿Y Elisabeth?

   —En el St. Joseph, no creo que tarde.

—Y esta niña, ¿por qué se empeña en esa labor en el hospital? —protestó—. Podría asistir contigo a las reuniones dela Sociedadde Socorro de Señoras, como hacen otras chicas.

   —Parece que no conozcas a tu propia hija. Ella es mucho más feliz con esos niños que asistiendo a ese tipo de reuniones.
Clifford optó por no insistir.

   —¿Qué te preocupa? ¿Algún problema en las minas?
A su esposa no conseguía engañarla.

   —En el Rocky Mountain News se recibió una respuesta al anuncio y, desde la redacción, me la han hecho llegar esta misma mañana.

   —¿Qué dice? ¿Son buenas noticias? Vamos, cuéntamelo todo —lo apremió ilusionada.

   —Querida, mejor no te hagas ilusiones. En cuanto la he leído, la he tirado a la papelera. Querían dinero.

Ella le acarició la mano tratando de consolarlo.
Para ambos suponía una nueva decepción.
Se sentó de lado para quedar frente a él.

   —Cuéntamelo —le rogó con cariño.

   —Se trataba de un anónimo. Decía tener información que solo me daría a cambio de una buena suma. Solo eso. Me sugería que lo fue se pensando, que más adelante volverla a contactar conmigo.

   —¿Nada más, ni una firma? —Él negó con la cabeza—. ¿De dónde venía la carta?

La sagacidad de su esposa no había disminuido ni un ápice con el paso de los años.
Con media sonrisa, pensó que, en el caso de que algún día el filón de las minas se agotara, no tendrían problemas para sobrevivir si ella ofrecía sus servicios ala Agencia Pinkerton.

   —Desde Castle Rock —respondió recordando el dato.

   —Pues eso es una noticia extraordinaria. Significa que por lo menos alguien la ha visto cerca de aquí.

   —Si no se trata de un estafador sin escrúpulos —matizó él.

   —¿Tú crees que alguien perdería su tiempo si al menos no hubiese visto a una muchacha que pueda parecerse a ella? —argumentó—. Sea quien sea, debe haber visto u oído algo referente a una joven de sus características. De lo contrario, no te escribiría, porque debe de suponer que sin pruebas concluyentes no conseguirá ni un centavo.

—Siempre tan optimista, querida. ¿Que haría yo sin ti? —le agradeció con cierta tristeza.

   —Te aseguro que si la misma carta hubiese procedido de otro Estado lejano no tendría tantas esperanzas. Algo me dice que la situación ha mejorado bastante.

Clifford meditó sobre las conclusiones de Rachel.
Puede que tuviera razón y aún les quedase una pequeña esperanza.
Pero no podían hacer otra cosa que esperar nuevas noticias de aquel informante anónimo.



1 comentario:

si te gusto el capitulo o tienes alguna sugerencia no dudes en decirmela seran todas bienvenidas gracias C:
besitos vuelve pronto y mil gracias por visitarme ♥