miércoles, 26 de septiembre de 2012

Dama de treboles cap 39



Nick la observaba desde la distancia, abrumado por una mezcla de arrepentimiento y culpabilidad.

En cuanto cayó en la cuenta de que tendría que volver al rancho caminando, fue en su busca.
Pero cuando regresó a casa de Matt, Miley  ya se había ido.
Para colmo, tuvo que soportar los reproches de Emma, que casi lo echó de allí con cajas destempladas.

En los últimos tiempos no hacía más que comportarse como un idiota y lo único que había conseguido era tener a toda la familia en contra y sentirse como un intruso en su propia casa.

La había juzgado injustamente.
A fin de cuentas, según los chismorreos, el que parecía ser McNabb solo había preguntado por ella.

No podía apartar de su pensamiento la mirada asustada de Miley
Quizá ese hombre pretendía perjudicarla de nuevo.
Esta vez tendría que tragarse su orgullo e intentar arreglar las cosas, no soportaba verla tan infeliz.

 Cuando llegó a la altura del almacén de madera, Miley  ya había rodeado el hotel.
Tras amarrar el caballo, se apoyó en la fachada del almacén dispuesto a esperarla.
Amenazaba tormenta.
Si tardaba en salir, entrarla a buscarla.

   —¿Contemplando la punta de tus botas, Jonas?

Alzó la vista, frente a él se encontraba Harriet Keller, la persona que menos le apetecía ver en ese momento.

—Espero a mi esposa —explicó de mala gana.

   —Esa pobre mujer — Chasqueó la lengua con fingida compasión — Trabaja demasiado, con esos brazos tostados y las manos tan estropeadas.

   —Esas manos —advirtió en tono muy bajo—, demuestran que no le tiene miedo al trabajo. Puede estar muy orgullosa de ellas, aunque no sean tan blancas como las tuyas.

   —No lo dudo —aclaró en tono conciliador—. Parece valiente. ¿Quién lo iba a decir?

   —Aléjate de ella —dijo en tono amenazante.

Miró hacia el hotel, dando por zanjada la conversación.
Harriet se acercó y se puso de puntillas.
Sus bocas quedaron muy cerca.
Nick intentó echarse hacia atrás, pero se lo impedía la pared.

   —Parece que me tienes miedo — Sonrió seductora — ¿Ya no recuerdas lo que hubo entre nosotros?

   —Entre tú y yo no hubo más que palabras.

   —Hubo bastante más.

   —Solo fue una estúpida pérdida de tiempo y poca cosa más —aseguró—. Le das demasiada importancia.

   —Antes no pensabas así — musitó casi en sus labios —. Te gustaba besarme.

   Nick se estremeció y cerró los ojos cuando sintió el calor de sus labios.
Pero pensaba en otra mujer, en otra boca que recordaba tan dulce y lejana.

   —Miley … —susurró.

Harriet se apartó de golpe y le dio una sonora bofetada.
Nick abrió los ojos y la retuvo por la muñeca mientras la miraba con rabia contenida.

Un zumbido atravesó el aire y un destello plateado seguido de un golpe seco junto a su cabeza lo hizo reaccionar.
De reojo distinguió el cuchillo de Miley clavado en la pared a dos pulgadas de su cabeza.

No, eso no podía estar pasándole a él.
Miró al frente.
Allí estaba ella, muy quieta, con los puños apretados a los costados.
Los miraba con un desprecio que le hizo palidecer.
Nunca había visto en sus ojos una mirada tan fiera y a la vez tan herida.
 
Harriet entró en cólera y comenzó a maldecir e insultar a Miley

   —Condenada asesina — masculló asustada — No sé qué viste en esa sucia salvaje. Menos mal que ha fallado.

   —Ella nunca falla —aseguró para si tomando el cuchillo.

Sabía de sobra que el cuchillo se había clavado justo donde Miley había querido.
Cuando volvió a girar la cabeza, ella ya desaparecía al galope inclinada sobre el cuello del caballo en una postura temeraria.

¡El caballo!
Nick cerró los ojos y de su boca salieron todos los exabruptos que conocía.
Miley se había largado a lomos de su semental.
Lo acababa de dejar en ridículo, solo y sin caballo.



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