MAGGIE
insistió en que debía comprar un vestido nuevo. Demi tenía una cuenta bancaria suya...
Joseph se preocupó de ello... pero ella no quería usarla dadas las circunstancias.
Maggie
no opinó lo mismo
—¿Y
por qué no? En mi opinión, te lo has ganado, además ese dinero es tuyo, él te
lo regaló.
Demi se
estremeció.
—Yo no
lo veo así.
—Comienza
ahora —aconsejó Maggie—. Te convirtió en una
esclava obediente. Administraste su casa. Merecías cada centavo que te daba.
Además es rico, ¿no es verdad? -Sí, Joseph, era rico. Su padre fue juez y
cuando murió le dejó una renta considerable. Joseph también tenía buenos
ingresos de su trabajo. Tenía una posición económica elevada.
Al
final, Maggie la convenció y salieron de compras. Era la ocupación favorita de
Maggie. Adoraba la ropa. Pasaron dos horas antes de que estuviera satisfecha
con el vestido que por fin escogieron.
Cuando
Demi
estuvo lista,
Maggie entró a la alcoba y se la quedó mirando fijamente.
—¿Y
bien? ¿Cómo estoy?
—¿Necesito
decírtelo yo? Sospecho que eso lo hará Jake.
Demi la
miró ansiosa y no dijo nada. Nunca había tenido un vestido así, ultra
sofisticado, de seda negra, se ajustaba al cuerpo y dejaba desnudos los blancos
hombros. Las magulladuras casi habían desaparecido. Maggie le miró los brazos y
se extrañó al ver una mancha amoratada.
—¿Cómo te hiciste eso?
Demi se
sintió enrojecer.
—No me
digas, puedo adivinar, —añadió Maggie.
Demi pensó
estremeciéndose, que ni siquiera podía sospechar. Sin duda Maggie imaginaba
alguna lucha, una discusión que terminó en golpes, pero no podía concebir lo
que Joseph le hizo. Eso fue una brutalidad.
—Necesitas ponerte algo de joyería —le dijo Maggie.
Demi había
dejado el joyero que Joseph le dio en el tocador de su elegante y vacío hogar.
—No
tengo -dijo sin pizca de arrepentimiento al recordar el collar de perlas que
heredó de la madre de Joseph, que había muerto ya antes de la boda, o alguno de
los otros objetos hermosos que Joseph le regaló después. Pensó que habían sido
juguetes para una prisionera y para ella no tenían valor.
—Puedo
prestarte algo de bisutería —le dijo Maggie yéndose a su habitación. Regresó
con una caja de marfil, exquisitamente tallada—. Rob me la dio — le dijo
mostrándola con placer en el rostro.
La abrió y buscó entre los enredados adornos,
cosa que hizo reír a Demi .
—Déjame
a mí — desenredó los collares con paciencia y habilidad.
—Ya sé que soy una desordenada.
—
Siempre lo fuiste —dijo Demi con afecto.
Discutieron
qué joya debía usar Demi y
decidieron que un pesado collar de plata que Rob le trajo a Maggie de Egipto.
Las hileras de anillos de plata están llenas de medallones cubiertos con signos
arábicos. Lo sintió frío y pesado en el cuello desnudo pero reconoció que era
el complemento ideal para el elegante vestido.
Demi se
miró con frialdad. Su imagen la sorprendió. Alta, delgada, el cuello brillando
como fuego alrededor del rostro y el collar de plata que daba a sus facciones
un aspecto que jamás había visto antes. Los ojos almendrados de precioso color
verde resaltaban más al estar ligeramente maquillados.
Maggie
dejó escapar un silbido.
— ¡Ya
quisiera ver la cara de Jake!
Demi volvió
a sentir de nuevo esa señal de advertencia. Miró tensa a Maggie.
—Maggie...
-empezó.
Cualquier
cosa que hubiera querido preguntar fue interrumpida por el ruido del timbre de
la puerta.
— Ya
llegó —dijo Maggie y Demi se preguntó si había imaginado el ligero alivio en el
tono.
Maggie
fue a abrir la puerta y Demi la siguió, mientras recogía su pequeño bolso negro y
un chai blanco con hilos plateados.
Cuando
entró a la habitación, Jake se reía. Volvió la cabeza y se quedó serio, con los
ojos desorbitados.
—
¡Fantástica! —murmuró con voz profunda. Maggie sonrió complacida.
—Creí
que te impresionarías —dijo y miró a los dos—. ¡Que os divirtáis!
Cuando
Jake y ella salieron, pensó que Maggie tramaba algo. ¿Qué era lo que tenía en
mente al empujarlos tan descaradamente a uno en brazos del otro?
Mientras
cenaban en un encantador restaurante, Jake dijo:
—¿Se
te olvidó que dijimos que iríamos a la fiesta de Simone? Por eso quería yo que
estuvieras elegante. Quiero que los impresiones. Simone puede serte muy útil.
Ella
frunció el ceño con disgusto.
—¿Es
ésa la única razón por la que hay que ser amable con ella, Jake?
—Tú sabes que no. La admiro y sé que tú también, pero
debes recordar que conocer gente ayuda. Sin talento no llegarías a ninguna
parte, pero aún con él. Puedes pasar inadvertida por el mundo a menos que haya
personas que te ayuden. Mucho del éxito depende de estaren el lugar adecuado en
el momento adecuado... Si pierdes la oportunidad tai vez pierdas todo, por
mucho talento que poseas.
—Has
cambiado —le dijo francamente.
En la
superficie parecía ser el mismo, pero en su interior había cambiado mucho, se
había endurecido, era cínico.
—Tú
también -le dijo recorriéndole con la mirada-. Estás arrebatadora. Atractiva y
hermosa. Vas a causar sensación. Ya vi los diseños preliminares para el
vestuario de Josefina y algunos están maravillosamente.
Comenzó
a hablar de la serie de televisión y los sentimientos de alarma y ansiedad se
desvanecieron. El viejo Jake volvió a salir a la superficie y el placer de las
cosas de su trabajo se sobrepusieron a lo demás. Cenaron sin prisa, pero a las
diez menos cuarto, Jake miró el reloj y dijo con un suspiro de pesar.
—Es
hora de irnos a la tiesta de Simone. Es una lástima, porque disfrutaba con
nuestra pequeña conversación privada.
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