sábado, 18 de octubre de 2014

Celos que Matan cap 15

Timió por el dolor que le producía. Luchó con tanta violencia que sus cuerpos cayeron al suelo entrelazados. Por un momento se queda­ron allí respirando fuerte. Luego Demi se repuso y trató de levan­tarse, pero Joseph la agarró con tanta fuerza que su vestido se rasgó. Furiosa miró la tela rota, pero contuvo la respiración al enfrentarse a él. Joseph contempló la piel desnuda.
Ella trató de hablar pero la voz no le salió. El corazón le latía con fuerza.
Los ojos de Joseph se dirigieron a su cara y ella movió la cabeza negando en silencio y tratando de alejar sus manos.
—Sí — dijo él con voz apasionada como si ella hubiera hablado.
La cabeza oscura se inclinó y Demi lanzó un gemido.
— ¡No, Joseph! —no podía soportar la idea de llegar a la intimidad con ese terrible abismo entre ellos. Pensó con amargura en la otra mujer. No era a ella a quien Joseph quería... sólo la utilizaba y eso la hirió—. Busca a otra mujer, Joseph. Yo no te quiero —le dijo cegada por los celos.
Se la quedó mirando de una forma tan dura y fría que la aterrorizó.
— ¡Eres cruel! —dijo con los dientes apretados.
Sus manos le rodeaban la cintura como si fueran de acero.
Ella protestó y trató de apartarle las manos, pero él se apoderó de sus labios besándola apa­sionadamente.
Hacía meses que no hacían el amor y ella lo deseaba.
Sin em­bargo, el amor propio la hizo resistir con todas sus fuerzas.
Luchó con los dientes y las uñas para tratar de alejarlo, pero no pudo.
— Voy a hacerte el amor —le susurró al oído.
Demi gimió y él apretó su cuerpo mientras ella emitía una amarga protesta silenciosa.
De pronto, como si eso la elevara por encima de lo que estaba sucediendo, se quedó rígida y fría.
Tomaba su cuerpo contra su voluntad y la hizo sentir como un objeto. Lo odió.
Cuando se quedó acostado de nuevo a su lado, respirando con fuerza, Demi se levantó, se duchó y se volvió a vestir para irse. El estaba en la puerta, silencioso y ella le desafió con la mirada; le vio acobardarse como si le hubiera golpeado.
—Nuestro matrimonio fue un error monumental. No estábamos hechos el uno para el otro. Tú, ni siquiera querías hijos. Todo lo que quiero ahora es olvidar que exististe alguna vez.
—Muy bien. Mi abogado se pondrá en contacto con el tuyo si me mandas su nombre.
—Le mandaré el nombre a él.
Cuando se iba, él le dijo:
—Te daré una pensión. No quiero que vivas en la miseria mientras consigues trabajo.
—No. No quiero un centavo de ti —luego dijo deliberadamente — Jake se encargará de mí.
Salió en silencio y cuando la puerta se cerró a sus espaldas, sintió como un eco extraño en su interior, como si la casa fuera una concha llena de sonidos del pasado y su mente hubiera pescado ese lejano murmullo de la voz apasionada del Joseph de hacía mucho tiempo, cuando se amaban y su felicidad parecía duradera.
¿Cómo se había agotado ese amor?
¿Lo hubieran podido evitar luchando los dos con más fuerza?
¿Fue culpa de ella?
¿O de él?
¿O de ambos?
¿Contribuyeron los dos a la destrucción y muerte del amor?
Ella iba en el tren, sentada como una estatua blanca y pensaba en el hijo que se malogró. Quería tener ese hijo que era parte de Joseph y parte suya, una vida nacida de sus vidas, algo tan suyo que ella misma hubiera amado tanto... Joseph no lo quiso y aunque fue amable con ella cuando lo perdió, jamás le dijo que sentía que lo hubiera perdido. Eso los separó los últimos seis meses y ella pensó entonces que ya no podía hacer nada que le doliera más.
Se equivocó. El se enamoró de otra mujer y tal vez la separación de los últimos seis meses ayudó a aumentar la atracción por Linda Biare, así que podía ser culpa de ella. Ya no sabía ni le importaba.

Porque pensó que ese día, el había matado su amor. La pasión brutal que le mostró fue tan bárbara, que sólo podía pensar en él con temor y resentimiento.

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