Fueron a un conocido restaurante italiano y durante la comida Joe le enseñó las fotos de las vacaciones que le había enviado Liz.
Charlaron y rieron desenfadadamente recordando algunas divertidas situaciones en el barco.
Cuando Joe se mostraba así de encantador sin hacer gala del frío cinismo del que era capaz en determinadas circunstancias Demi sentía quebajaba instintivamente la guardia.
Tuvo que recordarse varias veces que aquella no era su actitud habitual.
Sólo cuando estaban de vuelta frente a la puerta del piso Demi dijo sorprendida:
—¿Y las visitas? ¡Hemos olvidado por completo hablar de ello!
—Es cierto —contestó Joe también sorprendido —¿Qué te parece si vuelvo el sábado que viene y lo hablamos?
—No sé… —dijo Demi cautelosa — No estoy segura.
—¿Por qué? —Joe la miró con el ceño ligeramente fruncido— ¿Vas a algún sitio? Si prefieres podemos quedar otro día.
—No
Demi sonrió diciéndose que no tenía por qué mostrarse tan suspicaz.
A fin de cuentas acababan de pasar un agradable rato juntos sin intercambiar amargas acusaciones.
—Muy bien, en ese caso pasaré a recogerte hacia las siete y media.
Demi asintió y lo observó mientras se alejaba hacia el coche.
No sabía exactamente por qué pero se sentía inquieta por cómo habían ido las cosas.
No tenía sentido porque cuando se sentó y pensó al respecto comprendió que no había ningún motivo para ello.
Joe había tenido una actitud muy agradable con ella.
A lo largo de los días siguientes Demi se dijo que era bueno que pudieran relacionarse de forma adulta y civilizada.
¿Qué vida sería la de un niño que viera constantemente enfrentados a sus padres?
Tras la primera reacción de disgusto y enfado al enterarse de su embarazo Joe había tenido tiempo de meditar las cosas y se había hecho cargo de la situación con su habitual sentido pragmático y firmeza.
Le ofreció casarse con ella pero no trató de rebatir sus objeciones.
No él quería el matrimonio tan poco como ella y ahora que esa ideahabía quedado descartada tenía intención de mantener con ella una relación cómoda y cortés para evitar constantes enfrentamientos.
Y ella nopodía poner objeción a aquello ¿o sí?
Ya estaba embarazada de ocho meses.
No le convenía sufrir ninguna tensión innecesaria.
Pronto dejaría de trabajar y estaría contando los días en el calendario.
Necesitaba sentirse razonablemente relajada y leayudaría no tener que andar peleando con un hombre cuya sola presenciabastaba para descentrarla.
De manera que la siguiente vez que se vieron Demi estaba mentalizada para hacer un esfuerzo y lo hizo.
Salieron a comer y cuando Joe le hizo preguntas sobre lo que había hecho durante la semana ella no frunció el ceño dudando sobre sus posibles intenciones ocultas, y se limitó a contestar con una sonrisa.
Evidentemente se había relajado lo suficiente en su compañía como para dejar de sentirse incómoda cada vez que la miraba.
Incluso perdió la costumbre de disculparse cada dos por tres.
Cuando Joe la dejó de vuelta en casa Demi se dio cuenta de que ese día tampoco habían hablado de nada práctico.
Decidió que la siguiente vez que se vieran insistiría en llegar a algúna acuerdo respecto al número de veces que Joe querría ver al bebé durante la semana.
Lo haría antes de salir o hacer cualquier otra cosa.
No podían seguir viéndose como si fueran simplemente amigos.
No debía permitir que se adueñara de ella un sentimiento de falsa seguridad.
Joe no la amaba y él no tenía nada que perder pero ella debía evitar a toda costa sentirse dependiente de sus amables y solícitas visitas.
De lo contrario llegaría un momento en que descubriría que nopodía pasarse sin ellas.
La próxima vez que lo viera, pondría sus cartas sobre la mesa.
......
Sus amigos le habían dado cosas y le habían hecho regalos para el bebé a lo largo de los meses pero ella apenas había comprado nada.
Ni siquiera tenía la cuna.
Al principio no lo hizo porque no quería pensar en cosas como aquella y además nueve meses parecían mucho tiempo.
Más adelante cuando empezó a sentirse más y más apegada al bebéque llevaba dentro se contuvo por algún irracional temor a tentar al destino si salía de compras.
Luego se dijo que lo haría todo cuando dejara de trabajar pero no imaginó que seguiría haciéndolo durante tanto tiempo.
Mantenerse ocupada le pareció preferible a quedarse en casa preparándose para la llegada del bebé recordando constantemente lo solitario que iba a ser dar a luz y luego cuidar a su hijo sin ayuda de nadie.
Lo único que no había previsto era lo cansada que se sentiría durante los últimos días del embarazo.
«Pero tiene que hacerse» se dijo el sábado por la mañana tras el desayuno.
Aquel pensamiento la deprimió sin motivo aparente.
No es que no tuviera dinero en el banco porque lo tenía.
Llevaba varios meses ahorrando diligentemente.
Podía permitirse comprar la cuna y apenas iba a tener que molestarse en comprar ropa porque sus amigos le habían regalado mucha aunque hacía tanto tiempo que no la miraba que apenas recordaba cómo era.
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