miércoles, 23 de enero de 2013

La prometida del desierto cap39


—¿Qué diablos estás haciendo? —preguntó Laila con incredulidad.

—Me llevo a mi mujer a casa — anunció con agresividad Nick como si esperara una pelea — También me llevaré a una enfermera.

Laila estaba haciendo un esfuerzo por mantener la compostura.

—Lunas de miel. Me hace sentir cada año de mi edad.

Mientras su hermana se iba a hacer los arreglos oportunos Razul la envolvió en un dorado escrutinio que la cautivó.

—Va a ser el verano más feliz de tu vida —prometió apasionado.

Entonces la sacudió una punzada de pena profunda.
El final del verano era peor destino que la muerte.

¿Por qué tenía Nick que seguir mencionándolo?
Era comoponer sal en una herida abierta pero tampoco tenía sentido evitar la realidad se recordó con dolor.


Esa tarde Nick se acercó a ella por el césped con movimientos fluidos y felinos con su ropa del desierto pero con aquel fruncimiento aristocrático que indicaba que estaba a punto de ponerse difícil.

—Normalmente a esta hora te echas una siesta — le recordó Nick eslizaba aquellos ojos felinos donde estaba ella reclinada a la sombra de un árbol leyendo un libro.

—Me siento en plena forma.

—Pero todavía estás pálida y pareces débil.

Miley  bajó la cabeza.
Sólo una semana atrás había bajado sus defensas y quemado los puentes para arrojarse a los pies de Nick .

Nunca en sus peores pesadillas se había imaginado sacrificando su orgullo hasta tal límite.

¿Y con qué resultado? se preguntó a sí misma con el resentimiento que había empezado a invadirla durante la semana anterior.

Por algún motivo Nick había pasado de aquel breve instante de júbilo en el hospital a un estado de ánimo frío y distante.

Era extremadamente educado y atento.
Le llevaba flores y la visitaba varias veces al día pero lo mismo que si se tratara de un invitado que no fuera mas íntimo.

—¿Cuándo vamos a irnos al desierto? —preguntó sin rodeos.

—Quizá el próximo mes cuando bajen las temperaturas. No aguantarías el calor que hace ahora.

—Estoy bastante segura de que podría....

—No tienes ni idea de lo que estás diciendo —dijo con frialdad de hielo— ¿Y crees que yo te lo permitiría? En esta época del año el desierto es un horno y emprender ese viaje sería una locura.

Miley  apretó los dientes.

—¡Puedes ocupar tu propia tienda si es eso lo que te preocupa!

En cuanto lo dijo hubiera deseado meterse bajo la hamaca y desaparecer.
Pero la humillación más profunda había empezado a acosarla.

¿Es que Nick ya no la encontraba deseable?
¿Estaría deseando deshacerse de ella y abrazar a Selena sin retraso?

Levantó la vista involuntariamente y captó el brillo felino de sus ojos dorados y el arqueo divertido de sus labios.

—¿Se está haciendo solitaria tu cama? —Miley se sonrojó hasta la raíz del pelo— Parece que me estoy convirtiendo en un objeto sexual. Y no me es del todo desconocido este papel. Otros miembros de tu sexo ya me han visto bajo esa óptica. Sólo que tú eres mi esposa.

—¡Temporalmente! — explotó Miley  furiosa porque pudiera leerle los pensamientos con tal facilidad.

—Y como no tengo deseos de ser ofensivo...

—Pues lo haces muy bien ¿sabes? —interrumpió Miley  .

—No soy tu gígolo.

—¿Perdona?

Miley  estaba tan furiosa que apenas podía hablar.

—A ti te gustaría mucho que yo fuera a tu cama cada noche en silencio y saliera al amanecer con el mismo silencio. Podrías obtener placer físico conmigo sin tener que dar un átomo de ti misma. No dejaré que me uses de esa manera. Cuando aprendas a hablar conmigo compartiré tu cama.

—No quiero hablar contigo... no te quiero en mi cama... De hecho me gustaría que dieras un salto y aparecieras en la próxima colina.

—Pero yo sé que nada de eso es verdad — dijo Nick con delicado énfasis — Simplemente no puedes soportar que te contradigan. ¿Es que nunca te disciplinaron de pequeña?

Miley  se quedó con la boca abierta.

—Lo pregunto porque yo tuve un arrebato como los tuyos una vez... pero me disciplinaron. Y me hizo mucho bien.

Miley  apretó las manos y contó despacio hasta diez.
Nick se sentó en la hamaca más próxima.

—Me gustaría tomar una bebida fría.

Miley  levantó la jarra de zumo helado y empezó a servir un vaso.

—Y no me gustaría que me lo arrojaran encima.

—¿De verdad?

—Odiaría someterte a la indignidad de tener que tirarte al estanque más cercano. Los rumores acerca de la fuente el día de nuestra boda se han extendido por estos muros.

Ella se puso escarlata y contó hasta cincuenta.

—Que tu temperamento es del color de tu pelo ya no es un secreto para nadie.

La cuenta llegó hasta cien a una velocidad super sónica.

—Y ahora ¿de qué te gustaría hablar?

—De métodos de tortura y muerte. Me pones tan furiosa a veces —concedió miley con un gemido.

—Al menos no te aburro como mi padre aburría a mi madre.


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