sábado, 5 de enero de 2013

Un rencuentro volatil cap 4



Joe la fulminó con la mirada.

–Ah claro como eras tú la que estuviste embarazada y la que pariste al niño tú eres la única que tiene sentimientos ¿verdad?

–Yo no he dicho eso.

–Cada uno lidia con el dolor de diferente manera – siguió él – Yo podría haberme emborrachado o haberme acostado con otras mujeres para ahogar mi pena pero no soy así. Yo no voy a terapia ni comparto mis problemas con los demás no me educaron así lo siento. En mi familia no hablamos de esas cosas...

–¡Yo era tu familia en ese momento!

–¡Trabajaba a todas horas para olvidarme de lo que había pasado porque el mismo día que perdí a mi hijo también perdí a mi mujer y trabajar era la única manera de soportarlo!

Totalmente desconcertada por esa respuesta Demi dio un paso atrás.

Lamentaba haberlo atacado porque se había prometido a sí misma no volver a pelearse con Joe .
No era sensato reabrir la herida cuando ni ella misma había sido capaz de curarla

Al escuchar el dolor en la voz de su todavía marido y el reproche en sus palabras se quedó paralizada reconociendo en Joe una profundidad de sentimientos que no había visto antes.

Y se preguntó por qué había menospreciadolo que debió de sentir ante la muerte de su hijo.

–¿Qué quieres decir con eso de que perdiste a tu mujer? –le preguntó.

No quería hacerlo pero no podía dejar que esa frase quedara sin explicación.

–Actuabas como si sólo tú estuvieras sufriendo y te convertiste en una zombie. No querías hablar conmigo no querías salir no querías ver a nadie sólo querías llorar. Sufrías una depresión pero cuando intenté convencerte para que fueras al médico me dijiste que yo no podía entender lo que estabas sintiendo.

–Pensé que no lo entendías – le confesó ella – Estaba destrozada…

Pero Joe no había terminado.
Verla de vuelta en la casa donde todo se había roto de repente resucitaba el pasado de manera dolorosa.
Pero estaba reaccionando de una forma inesperada y era una de las pocas veces en su vida que perdía los nervios.

No sabía de dónde salía esa furia pero se dio cuenta de que no podía controlarla porque sentía que Demi había sido injusta con él.

–Cuando sugerí que tuviéramos otro hijo reaccionaste como si fuera algo imperdonable Y cuando cometí el error de intentar acostarme contigo te portaste como si fuera una violación.

Decir que Demi lamentaba lo que ella misma había provocado sería decirpoco.
Pálida como un fantasma estaba temblando.

–Lo siento... – dijo finalmente sorprendida de haberse rendido a su propio dolor sin darse cuenta de que también Joe estaba roto.

–«Lo siento» no es suficiente. «Lo siento» no arregla nada – replicó él.

–Yo podría decir lo mismo.

Joe sacudió la cabeza.

–La muerte de nuestro hijo no impidió que siguiera deseándote al contrario hizo que te deseara aún más…

Demi se sintió avergonzada al reconocer que se habían defraudado el uno al otro.
Ninguno de los dos había sido capaz de mantener viva su relación debido al dolor y la incomprensión que habían seguido a la muerte del niño.


Joe tiró las llaves sobre la mesa y volvió a mirarla sus ojos dorados tan oscurecidos que parecían negros.

–Y sigo sin saber cómo dejar de desearte – le dijo – ¿Hay alguna combinación mágica para olvidarme de ti? No puedo mirar a otra mujer Demi .

–Joe …

Rota al saber que el marido del que estaba a punto de divorciarse seguía deseándola Demi sólo podía mirarlo sin saber lo que sentía o lo que estaba pensando.

–De hecho me vuelves loco yineka mou – admitió él entonces.

Y por primera vez en mucho tiempo Demi sintió una punzada de deseo.
Llevaba tanto tiempo sin experimentar algo así que pensó que había desaparecido de su naturaleza.


¿Era el terciopelo de su voz lo que provocaba la resurrección de ese deseo o el brillo de sus ojos dorados?
No lo sabía pero sintió un calor casiolvidado en la pelvis.

Como un cervatillo bajo los faros de un coche Demi miró a Joe sintiéndose tan vulnerable como si la hubiera desnudado en plena calle.

«Yineka mou»
«mi mujer» la había llamado.
Y seguía siendo su mujer se recordó a sí misma.

–¿Se te ocurre qué puedo hacer? –le preguntó él dando un paso adelante con esa gracia que era tan parte de él como su fuerza física.

–No no tengo ni idea –Demi se había puesto rígida viendo el peligro repentinamente.




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