martes, 18 de diciembre de 2012

Un rencuentro volatil cap 2


Ese viernes por la tarde Demi había llegado al aeropuerto de Perpignan y poco después recibía una llamada de su madre.

Crystal que llevaba dieciocho meses en Mónaco viviendo con Roger anunció sin preámbulos que volvía a Londres al día siguiente.

–¿Por qué qué ha pasado? ¿Has discutido con Roger? – le preguntó Demi sabiendo que la vida amorosa de su madre era más bien desastrosa.

–Roger y yo hemos decidido romper nuestra relación – Crystal parecía estar ala defensiva y Demi  sabiamente no hizo comentarios – Supongo que puedo quedarme en tu casa hasta que encuentre algún sitio…

–Claro que puedes –dijo– ¿Estás bien?

–Nada dura para siempre – se lamentó su madre.

Y ése fue el final de la llamada.
Crystal evidentemente no estaba de humor para seguir hablando.

Demi subió al coche que había alquilado para llegar hasta las colinas en la falda de los Pirineos.

La vieja granja a la que se llegaba a través de una carretera privada que terminaba frente a un paisaje magnífico estaba rodeada de árboles que a su vez estaban rodeados de viñedos y huertos.
Era un sitio exclusivo aislado absolutamente precioso.
Estaba tensa mientras aparcaba frente a la casa de piedra con su porche cubierto de parras.

Su abogado le había asegurado que él mismo le diría al letrado de Joe que iría a la propiedad pero por si acaso llamó a la puerta.

Y sólo cuando nadie contestó sacó la llave que aún conservaba.

El evocador aroma a lavanda y cera para muebles le llegó en cuanto entró en el recibidor con suelo de terracota.

Pero se sorprendió al ver un precioso ramo de flores frescas sobre una mesa.
Y no había pétalos en el suelo.

Aparentemente alguien seguía atendiendo la propiedad como si siguiera ocupada tal vez para atraer un comprador.

Aun así le pareció extraño entrar en la casa en la que había vivido con Joe y que había abandonado dieciocho meses antes.

Había más flores en el salón y una pila de recientes revistas de decoración sobre la mesita de café.
Las cortinas se movían con la brisa…
Demi vio una escultura que Joe y ella habían comprado en Perpignan y su corazón dio un vuelco porque recordaba ese día con toda claridad…

Felizmente embarazada sin saber la tragedia que acontecería después lo había convencido para que se tomase el día libre y habían reído y charlado mientras almorzaban antes de ir a la galería de arte donde vieron la escultura de piedra de una pareja.

Sintiendo que le ardía la cara Demi se dio cuenta de que estaba casi hipnotizada por aquella casa

¿Quería llevarse la escultura y todos esos recuerdos a Londres?

Pensando que no sería sensato Demi subió al segundo piso para entrar en el dormitorio con el corazón acelerado.

Recordaba en qué estado había dejado las cosas allí:
la ropa tirada por todas partes mientras hacía la maleta a toda prisa recogiendo sólo lo imprescindible.

Cuando entró en el vestidor vio que su ropa seguía allí los cajones llenos de prendas inmaculadamente dobladas…

Salió del dormitorio mareada y se quedó al otro lado de la puerta respirando profundamente su frente cubierta de sudor mientras empujaba el picaporte para entrar en la habitación de su hijo.

Y se quedó helada al ver que la encantadora habitación que ella había decorado con tanto amor y esperanza para el futuro ya no existía.

Demi miró las paredes recién pintadas y los muebles nuevos.
Ya no había nada que le recordase lo que había sido una vez aunque los recuerdos seguían en su corazón.

Pero era un alivio que el papel pintado de nubes y las cosas del niño la cuna el cambiador los juguetes hubieran desaparecido.

Tras la muerte de su hijo había pasado horas en esa habitación soñando con lo que podría haber sido…

Demi se acercó a la ventana al escuchar el ruido de un helicóptero.
Joe se había acostumbrado a viajar en helicóptero durante los últimos meses que habían pasado en Francia porque según él era una ventaja poder trabajar mientras el piloto lo llevaba a la oficina.

Finalmente Demi se había dado cuenta de que estaba casada con un adicto al trabajo para quien el tiempo significaba exclusivamente dinero y éxito profesional.
Una mujer embarazada y un matrimonio que necesitaba atención estaban al final de la lista.

Por supuesto no sería Joe el que viajaba en ese helicóptero pensó apartándose de la ventana para acercarse al armario de las maletas.

Guardaría su ropa y luego echaría un vistazo por el resto de la casa para buscar algo sin lo que no pudiera vivir: sábanas que olían a Joe pensó sin darse cuenta…

¿De dónde había salido eso?
Debía de ser el hechizo de aquella casa se dijo.

Estaba guardando ropa en una maleta cuando le pareció que el ruido del helicóptero sonaba más cerca y sorprendida volvió a la ventana.

Para entonces el aparato había aterrizado al otro lado del huerto y a través de los árboles reconoció una «V» roja pintada en una de las puertas.
«V» de Volakis.

El corazón de Demi se volvió loco.
No podía ser Joe … no imposible no podía ser él.

Pero cuando iba a apartarse de la ventana vio a un hombre alto y moreno con traje de chaqueta dirigiéndose a la casa y su corazón se detuvo durante una décima de segundo.

Las largas zancadas la postura los hombros erguidos… era él.
Demi experimentó algo parecido al pánico y durante un segundo pensó encerrarse en el vestidor. Enseguida apartó esa tontería de la cabeza pero seguía inmóvil cuando oyó que se abría la puerta.

–Demi … ¿dónde estás? Soy Joe .

Su acento griego dolorosamente familiar parecía tocar su espina dorsal como una caricia.
Demi salió al descansillo y puso una mano sobre la barandilla de la escalera.

–¿Qué haces aquí?

–Ésta sigue siendo mi casa – respondió él.

Levantando la cabeza en un ángulo casi agresivo Joe miró a su mujer sintiendo que llevaba una eternidad sin verla.
Y de inmediato notó los cambios en ella:

sus rizos habían desaparecido reemplazados por una melena lisa sujeta en un moño que la hacía parecer mayor.
Y el vestido camisero era demasiado formal.

Como siempre Demi apenas llevaba maquillaje pero no lo necesitaba para destacar el innegable atractivo de sus preciosos ojos verdes y sus labios carnosos.
Sin embargo al ver las pecas en su nariz sintió una opresión en el pecho...

Le habían gustado tanto sus rizos su caótica y juvenil pasión...
Tal vez no le gustaba que la gente cambiase se dijo incómodo con tales pensamientos.

–¡Tienes que haberlo planeado! – exclamó ella bajando por la escalera – No creo que tu presencia aquí precisamente hoy sea una coincidencia – dijo luego intentando no fijarse en lo guapo que estaba o en el brillo de sus ojos en sus largas pestañas.


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