martes, 25 de diciembre de 2012

Dama de treboles cap 64


  —Nick nunca me has dicho qué día naciste — preguntó Miley ya en la cocina.

   —El 21 de junio.

Los dos se miraron en silencio.
La fecha elegida por Nick para escribir una nueva página en el libro de su vida y que cambió para siempre la de Miley .

   —Debiste habérmelo dicho no te hice un regalo.

   —Créeme sí me lo hiciste — aseguró en voz baja.

   —Quiero que lo tengas tú — dijo sacando el reloj de la bolsa — Tendrás que darle cuerda todos los días.

Nick conmovido destapó la esfera.
 «E. T. W.».
Las iniciales grabadas en el interior de la tapa podrían significar miles de nombres.

   —Nunca dejará de latir, puedes estar segura.

Miley se coloco el delantal y enjuagó las tazas del café.

   —¿Qué significa tu nombre en lakota? — preguntó observándola de brazos cruzados.

   —Estrella. — Al ver su interés decidió contárselo — Conforme fui creciendo me iba dando cuenta de que yo no era como ellos. Mi padre me explicó que yo era diferente porque tenía la suerte de tener esta estrella en la mano, ¿ves?

Al separar los dedos la quemadura que se extendía por ellos hasta la mitad se abrió adoptando la apariencia de una estrella mal dibujada.
Nick le tomó la mano y recorrió su contorno con el dedo índice.

   —Por eso nunca me he avergonzado de esta mano — continuó — Él decía que yo era una estrella que había llegado del Cielo para dar luz a sus vidas y por eso mi pelo irradiaba luz como las estrellas. Ellos nunca pudieron tener hijos.

   —Y cuando llegaste aquí hubo alguien que te mostró la cara amarga de tener esta cicatriz. —Recordó la crueldad de Harriet —  Piensa que solo ha habido una persona en el mundo capaz de hacerte sentir mal por ello.

   —No me sentí mal. Me dolió que dijese que a ti te repugnaba.

   —Eso no es cierto, ya te lo dije una vez. A nadie le repugna. ¡Qué tontería! — Le besó la palma de la mano — Tu padre debió de quererte mucho para explicarte de esa manera el hecho de ser distinta.

Miley se desató el delantal.
A Nick le inquietó verla tan callada.

La visita de Will Sanders unida al recuerdo de sus padres la habían sumido en una melancolía que ya creía superada.

Y le inquietó pensar que tal vez jamás encontraría una vida plena a su lado.

   —¿Echas de menos aquella vida? Ya sabes que no nos sobra el dinero pero quiero que seas feliz aquí.

   —¿Qué tiene que ver el dinero? — espetó dedicándole una mirada furibunda — No quiero que hables así.

Nick reconoció que en ocasiones más le valía mantener la boca cerrada.
Se acercó y la abrazó por detrás pero ella se mantuvo rígida.

   —Y tú me asustas cuando te pones tan seria.

Con la nariz le acarició la suave piel de detrás de la oreja y Miley se relajó de inmediato recostándose en su pecho.

Él la ciñó más fuerte agradeciendo el cambio de actitud.

   —Pues yo no muerdo — bromeó Miley .

  —Qué lástima — susurró él en un tono cargado de sensualidad.

   La sensación de su aliento en el lóbulo de la oreja y la poderosa solidez de su cuerpo ceñido al suyo le imprimieron el valor necesario para confesarle su más oculto deseo.

   —Hay algo que echo de menos de mi vida en las praderas. Es algo que me encantaba de niña no sé si debo decirlo. Olvídalo, no es apropiado.

   —De eso nada — rio entre dientes junto a su pelo — ahora no me vas a dejar con la intriga. ¿No es apropiado decirlo o hacerlo?

   —Creo que no es apropiado hablar de ello. Cordelia diría que es propio de salvajes — sentenció con un tono que denotaba años de censura.

   La giró de modo que quedaron cara a cara.

   —Olvida a Cordelia.

Miley trató de retirarse en un intento de concluir la conversación pero Nick la ceñía por la cintura sin intención de dejarla marchar.

   —¿Qué es eso que se puede hacer, pero que es inapropiado decir?

   —No tiene importancia — alegó con visible incomodidad.

   —¿Es algo que harías delante de la gente?

   —¡No!

   —Entonces lo harías sola…

   —Me gustaría hacerlo contigo — insinuó.

   —¿Conmigo sería apropiado?

   La proximidad de sus cuerpos y el juego de acertijos se habían convertido en un delicioso estímulo.

   —No lo sé. Pero no me importaría hacerlo aunque luego pienses…

   —Lo que piense deja que lo decida yo. Veamos es algo que siendo niña hacías en las praderas pero que aquí no te permites nunca y te gustaría compartir conmigo. Basta ya de timidez. Quiero saberlo.

   —Me gustaría bañarme desnuda — confesó en voz baja mirándole a los ojos — en el río.

Miley advirtió que él se tensaba.
Luchando consigo mismo por no cargarla en brazos y llevarla al río en plena noche se inclinó sobre su boca.

De pronto los sobresaltaron unos golpes.


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