A Miley le encantaban los días en que Aaron y Grace comían con ellos.
Pero aquel viernes se mantuvo al margen de la conversación sin apenas prestar atención a las habituales bromas de Aaron.
Grace insistió en preparar café.
Nick se giró entonces hacia Miley y al verla ausente le aferró la mano y la sostuvo con firmeza
Cuando los hombres se dispusieron a regresar al trabajo Miley reclamó la atención de Nick tirando de su mano.
Él se alarmó al ver su cara de preocupación.
—Nick cuando tengas un momento me gustaría hablar contigo — dijo en voz baja.
—¿Es algo que pueda esperar?
Miley encogió los hombros pero Nick pudo leer en sus ojos que se trataba de algo importante.
—Solo quería que supieses que ahora empiezo a entenderte mejor. Yo también vi morir a mis padres cuando tenía quince años — dijo tomando sus manos.
—¿Cómo murieron? — preguntó aunque intuía la respuesta.
—Los mataron — confesó con voz apagada.
Nick notó cómo una gota de sudor frío le bajaba por la espalda al imaginarla apenas una niña presenciando semejante horror.
Después de tanto tiempo había decidido hablar de su pasado y necesitaba que alguien la escuchara.
Por fin lo necesitaba a él.
—Aguarda un momento ¿de acuerdo? — rogó en voz baja acariciándole la mejilla.
Fue en busca de Aaron.
Lo alcanzó junto a la cerca ayudando a montar a Grace.
No tardó nada en darle instrucciones y advertirle que no contaran con él durante el resto de la jornada.
Al regresar a la cocina encontró a Miley limpiando la mesa.
Le quitó el paño de la mano y la llevó al porche.
Nick se sentó en el banco.
Ella intentó protestar pero la obligó a sentarse a horcajadas sobre sus piernas.
—Así — dijo rodeando sus caderas con ambos brazos — Quiero verte bien la cara. Tengo todo el tiempo del mundo para escucharte.
Miley tomó aire y volvió el rostro hacia el horizonte.
No sabía muy bien por donde empezar.
Nick ladeó la cabeza buscando sus ojos y enarcó las cejas en señal de apremio.
—Nick, ¿cuál es el recuerdo más antiguo que tienes? —comenzó.
—¿De cuando era niño? — preguntó extrañado — Supongo que verme atravesando el patio como una bala y mi madre corriendo detrás de mí.
—Pequeño diablo — sonrió Miley con ternura.
—Imagino que mi madre pensó en alguna ocasión que más que un regalo del Cielo fui un castigo divino — añadió con media sonrisa— Pero hoy no vamos a hablar de mí.
—¿Cuándo me hablarás de ti?
—Tenemos toda la vida para hablar de mí. Estoy esperando.
—Lo primero que recuerdo es silencio un gran silencio — rememoró pensativa—. Había mucha gente a mi alrededor, todos muy quietos, tumbados en tierra. Y mucha sangre. Algunos emitían quejidos, lamentos tan débiles y apagados que apenas se oían. Yo me puse de pie y comencé a andar entre aquellos cuerpos. Recuerdo que estaba muy asustada y no sabía donde ir. Más tarde, me dijeron que entonces tenía cinco años.
—¡Dios! —murmuró sobrecogido apoyando los labios en su frente.
—Yo no paraba de llorar — prosiguió con la mirada perdida — Entonces llegó un hombre muy grande a caballo. Su piel me pareció muy oscura, pero no me dio miedo. Sin descabalgar, me cogió por la cintura y me acomodó sobre sus piernas. Solo recuerdo que me miró con una amplia sonrisa y yo me abracé a él con fuerza. Me cobijó entre sus brazos y supe que con él no tenía nada que temer. Ese hombre era Cha Aletka { mi padre.}
Miley rememoró todo lo que le habían contado sobre los siguientes años de su vida.
Nada sabía de los cinco primeros.
A esa edad viajaba con sus padres en una diligencia que sufrió el ataque de un grupo de guerreros indios.
Al parecer solo ella sobrevivió y uno de aquellos sioux la rescató de una muerte segura.
El rostro de Miley se animó al recordar su vida entre el pueblo lakota.
Nick disfrutaba escuchándola le contó la inmensa alegría con que fue recibida por Tanagila[ la esposa de Cha Aletka].
Nada más tenerla en brazos le dijo :
(aunque ella no entendió sus palabras )
que desde ese día sería su madre.
Fue adoptada por ellos que la educaron y criaron como a una auténtica hija.
Nick la dejó hablar sin apenas interrumpir el relato aunque le hizo preguntas interesado por conocer todos los detalles de aquella infancia que recordaba con tanto cariño.
Rio cuando supo que aquel guerrero lakota al no tener hijos varones se empeñó en educarla como a un muchacho desoyendo las airadas protestas de su esposa.
—Entonces sabrás disparar un rifle — dijo asombrado.
—Claro — rio Miley — Mi padre me quería llevar casi siempre con él hasta que mi madre se ponía furiosa y me obligaba a aprender cosas propias de mujeres.
—Él te enseñó a lanzar el cuchillo — murmuró fascinado.
—Me enseñó a defender mi vida. Teníamos que estar todos preparados para lo que pudiese suceder — aclaró mirándolo con tristeza — También lo intentó con el arco pero no se me daba demasiado bien.
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