domingo, 16 de diciembre de 2012

Dama de treboles cap 59



Nick la miraba con admiración.
Y con deseo.
Acababa de descubrir en su esposa a una mujer fascinante.

Su humilde dama de tréboles se destapaba valiente y guerrera.
Una dama de picas.
Esa nueva cualidad la hacía a más deseable a sus ojos.

   —Cuéntame cómo llegaste a vivir en Kiowa.

   —No sé si seré capaz de hacerlo sin ponerme a llorar.

   Nick se desató la badana del cuello y se la puso en las manos.

   —Si no hay suficiente con esto, puedes llorar hasta empaparme la camisa.

Le alzó la barbilla con un dedo y depositó un suave beso en su boca.
En los ojos de Miley afloraron las lágrimas.
Cuando quería, su esposo sabía ser el hombre más tierno y adorable de la tierra.

—Me duele no tener a mis padres y durante años me prohibieron llorar por ellos — Nick la miró sin entender — El marido de Cordelia era militar luchó en las guerras indias. Ella los odiaba, los consideraban el enemigo.

   —No te permitía ni llorar. ¡Maldita mujer! ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que olvides tanta represión? —masculló abrazándola.

   Miley  puso las manos en su pecho y con una suave presión se enderezó dispuesta a continuar.

   —El ataque a la diligencia ocurrió en Wyoming, según me dijeron. Durante diez años viví en las praderas. Íbamos de un lado a otro, siguiendo a las manadas de búfalos. Mi poblado vivía gracias al comercio de pieles. También capturaban broncos salvajes para venderlos una vez domados. Lo cierto —afirmó con la mirada en algún lugar lejano— es que tuvimos que retirarnos hacia el Oeste huyendo del avance del «hombre blanco».

   —¿Dónde ocurrió? —preguntó aludiendo a la muerte de sus padres.

   —En Montana, en la gran batalla. —Una lágrima resbaló por su mejilla.

   —¿Little Big Horn? —preguntó abriendo mucho los ojos—. Pero si esa batalla fue la derrota más sonada del ejército. Custer y todas sus compañías fueron acribillados por los indios.

   —Yo era casi una niña — aseguró enjugándose las lágrimas — pero recuerdo que se unieron todas las tribus: pies negros brule lakotas cheyennes oglala y otras que no recuerdo. Todas unidas para luchar contra el «hombre blanco». Mi padre y los demás guerreros se dispusieron para la gran batalla a las órdenes de los jefes. El jefe de mi pueblo era el gran Gall.

   Miley hizo una pausa, le brillaban los ojos al rememorar aquellos acontecimientos.

   —Algunos soldados, al verse derrotados, se ensañaron contra las mujeres y los niños. Consiguieron alcanzar la retaguardia gracias a los rastreadores indios, esos perros vendidos a los casacas azules. —Casi escupió cada palabra.

   Nick le acarició la mejilla conmovido por su repentino arranque de orgullo.

   —Caímos en una emboscada y los mataron a todos. Mi padre siempre decía que me convertiría en una hermosa hinziwin. —Nick la interrogó con un gesto—. Una hermosa mujer de pelo amarillo; mi pelo y mi piel clara me salvaron la vida. —Esbozó una mueca demasiado irónica para llamarle sonrisa—. Los militares comprendieron que yo no era una de ellos. Supusieron que habría sido secuestrada o algo parecido y decidieron rescatarme de aquellos «salvajes».

Nick decidió no indagar más sobre aquel episodio, podía imaginar lo espantoso que fue.
Respiró profundamente, la levantó por la cintura y se puso en pie a su vez.

   —Vamos a hacer una cosa — sugirió en un intento por borrar la melancolía de su rostro — prepararemos café y mientras tanto si quieres continúas contándome el resto.

   —¿Cómo llegaste a casa de la viuda Dempsey? —preguntó Nick apartando la cafetera del fuego.

Miley tomó dos tazas de porcelana y se sentó a la mesa. Sabía que él las prefería a las jarras esmaltadas.

   —Los soldados que me «rescataron» — recalcó con ironía — me trasladaron a Fort Laramie. Un capitán del puesto había sido amigo del teniente Dempsey y sabía que Cordelia, al enviudar, se había quedado muy sola. Ella me acogió y se encargó de mi educación; en realidad, se lo debo todo.

   —No le debes nada —adujo llevándose la taza a los labios.

   —Eres injusto. Piensa qué habría sido de mí de no ser por ella.

   —Cuando nos conocimos parecía que no habías salido nunca de aquella casa.

   —Durante ocho largo años, apenas lo hice.

   Nick la observaba mientras, enfrascada en sus recuerdos, daba pequeños sorbos asiendo la taza con ambas manos.

   —Con ella nunca pude ser sincera. No quería ni oír hablar de mis padres, se ponía furiosa si los llamaba así. No concebía que yo me sintiese hija de los mismos indios que habían matado a su esposo.

   —Te hizo pagar por la muerte de su marido — aseguró cerrando los ojos — ¿Y aún crees que le debes algo?


1 comentario:

si te gusto el capitulo o tienes alguna sugerencia no dudes en decirmela seran todas bienvenidas gracias C:
besitos vuelve pronto y mil gracias por visitarme ♥