Miley despertó de una pesadilla, temblando y sudorosa. Se sentó sintiéndose un poco mareada y se encontró en una habitación completamente desconocida.
Las sábanas eran de seda y levantó la mano dudosamente hasta que tocó la fina tela del camisón que la cubría.
Se quedó muy quieta cuando vio a un hombre alto y moreno levantarse de un sillón entre las sombras.
-Nick...
-¿Quieres comer algo? - dijo él tan tranquilo.
-¿Dónde estoy?
-En mi casa. No creí que fuera una buena idea dejarte sola en el apartamento de la compañía.
-Tu cena.
-Cancelada. No era una de mis mejores ideas.
A Miley todo aquello le parecía irreal. Ni los sucesos del día ni lo que estaba pasando ahora. Se preguntó si realmente ese hombre la desearía tanto como para haberse preocupado por ella y su seguridad. ¿Por qué?
-Te pediré algo de comer.
Luego salió de la habitación y ella de la cama.
La cabeza todavía le daba vueltas un poco y la boca le sabía mal.
Encontró el cuarto de baño y su reflejo en el espejo la impresionó. Se quitó el camisón y se metió en la ducha.
Por cierto, ¿quién la habría desnudado y metido en la cama? ¿Nick? Ya era raro que no empezara a mortificarse inmediatamente ante semejante idea.
El día anterior se habría muerto de vergüenza.
Pero esa noche le parecía que ya no tenía importancia.
Y, ¿por qué no lo afrontaba de una vez? ¡Probablemente había sido ella la que había empujado a Liam a los brazos de Selena! Se había negado a acostarse con él antes de la boda.
A pesar de todas las protestas de él había estado decidida a esperar, pensando que esa contención sexual los llevaría a una fastuosa noche de bodas.
Pero ahora no la iba a haber.
Y era un parco consuelo saber que había mantenido la virginidad, pero había perdido al hombre que amaba.
Tal vez eso fuera lo que se merecía. Había puesto primero sus anticuados principios y mira lo que le había pasado.
Se metió de nuevo en la cama y enterró el rostro en la almohada.
Nada le iba a devolver su orgullo herido.
No oyó abrirse la puerta y se quedó rígida cuando unos fuertes brazos masculinos la hicieron levantarse y darse la vuelta.
Pensó que él no debería hacer eso, pero le gustaba estar tan cerca de él. La respiración se le cortó y sus dedos se elevaron centímetro a centímetro hasta un poderoso hombro y se quedaron allí.
Estaba casi paralizada por su propia reacción.
El silencio le retumbaba en los oídos y pudo ver la tensión que lo invadía.
-¿Es esto una fiesta solitaria... o una mascarada? - le preguntó Nick suavemente -. Yo no soy él. No puedes cerrar los ojos estando en mis brazos e imaginarte que lo soy.
Sorprendida, Miley se apartó y abrió los ojos.
-Ya sé quién eres.
Pero todavía se sentía como si estuviera viviendo un sueño fantástico.
Nick la tomó por la cintura y la hizo apoyarse en la almohada, mientras la miraba intensamente.
-Tú quieres que te desee ahora.
Era la verdad, aunque ella no la había visto por sí misma, así que se ruborizó.
-Sí...
- No así. Y no esta noche - dijo Nick duramente.
Ella se había estado comportando como una payasa durante casi todo el día delante de él, así que no era de extrañar que la posible atracción que él hubiera sentido hacia ella se hubiera evaporado al ver la patética realidad de su ser.
Entonces se le escapó una risa semihistérica de una forma que la sorprendió a ella misma.
-No te rías - le dijo Nick -. Deseo desesperadamente hacer el amor contigo. Y lo llevo queriendo desde hace mucho tiempo, pero no me aprovecharé de la situación y de que no sabes lo que estás haciendo.
Pero ella sí que lo sabía. Estaba claro que no estaba dispuesta a ser la siguiente amante temporal de Nick Jonas, ni ella era de las que se liaban con sus jefes.
No había futuro para ellos; sólo había esa noche.
Fascinada, se dio cuenta de que él no podía apartar la mirada de ella.
-¿Miley... ?
Ella lo miró, desafiante.
-Una noche. Y no te costaría dos millones. Yo no me pongo precio.
Pero ella sí sabía que una vez sí que le había puesto precio a su cuerpo.
Y ese precio había sido un anillo de boda.
-Cristo... ¿Qué te ha pasado para que me digas esas cosas?
Ella no dejó de mirarlo, dándose cuenta del poder que tenía sobre él
-Quiero... quiero ser deseada esta noche.
-De acuerdo... - dijo Nick poniéndose en pie con un solo movimiento -. Pero recuerda que no es esto lo que yo quería que pasara entre nosotros.
Y ¿cómo se lo había imaginado él que podría ser?
Pensó Miley mientras él se metía en el cuarto de baño.
¿Los dos millones por una noche salvaje?
¿Había sido esa su fantasía sexual?
¿O unas cuantas cenas a la luz de las velas, mucho encanto italiano, piropos y luego, a la cama?
Normalmente, Nick solía llevar sus ligues con estilo. Flores, regalos, fines de semana en el campo, cruceros en su fabuloso yate, el Sea Spring.
Eso era sincero, mucho más que cualquier otra proposición, y ella sabía exactamente lo que estaba haciendo, ¿no?
Por un momento vio un destello de su propio torbellino emocional y vio que estaba al borde de un abismo, supo que no podía soportar pensar en las horas largas y solitarias de la noche que le quedaban por delante y supo también que el deseo de Nick era como un bálsamo para su maltratado ego.
Oyó como él terminaba de ducharse y la puerta se abrió.
Cuando oyó sus pasos acercándose por la alfombra se preguntó si sabía realmente lo que estaba haciendo y si no estaría loca.
Entonces, Nick se tumbó en la cama y la apretó contra él, de forma que a Miley se le escapó un leve grito cuando entró en contacto con su duro físico masculino.
Nick la hizo darse la vuelta y la miró con ojos ardientes.
-Puedes cambiar de opinión - le dijo.
Ella lo miró en un estado de completa abstracción y se preguntó cómo sería ser besada por él, que era lo más que se atrevía a imaginar.
-Quiero las luces encendidas.... Quiero que no lo puedas olvidar... bella mía - murmuró él de una forma que la hizo estremecerse.
¿Olvidar qué?
Estuvo a punto de preguntarle, pero no le salió la voz y no le pareció importante.
El le tomó un mechón de cabello entre los dedos y bajó lentamente su cabeza morena casi como si se esperara que ella se pusiera a gritar.
Pero Miley estaba como en trance, saboreando sus palabras.
Y entonces descubrió lo que era tener la boca de él sobre la suya y el que su lengua se introdujera entre sus labios entreabiertos.
A ella nunca le había gustado eso, pero su sensual boca se hizo más insistente y se estremeció, el pulso se le aceleró locamente y descubrió que no tenía resistencia, que no tenía ninguna gana de apartarse de ese placer intoxicante.
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