Por fin, de reojo, vio que la puerta estaba abierta.
Levantó lentamente la cabeza y la inundó el pánico, de forma que sus ojos de gata, color verde, se abrieron mucho, acentuando el corte exótico de dos mejillas.
Nick Jonas estaba allí de pie, tan en silencio como un depredador al acecho. Y los dos teléfonos de su mesa estaban sonando sin que ella contestara.
Él debería haber estado en Roma esa tarde, no allí, en Londres, pensó estúpidamente.
-¿Un descanso para el café? -le preguntó él con una voz curiosamente tranquila.
Los teléfonos dejaron de sonar de repente, como si la centralita los hubiera cortado en seco, dejándolos en un silencio repentino y profundo.
Ella lo miró como atontada.
Era un hombre de más de metro noventa y una masculinidad evidente.
Cabello negro, un perfil moreno y duro, ojos brillantes que revelaban sus ancestros italianos.
Un macho sexualmente devastador con una presencia física sobrecogedora que pocos hombres podían igualar. Y Miley odiaba estar cerca de él.
Odiaba la forma en que la miraba. La forma en que la hablaba.
Si no hubiera necesitado tanto el dinero para pagar el piso, Miley habría sacrificado el excelente salario y se habría ido a cualquier otra parte después de una semana de estar expuesta a los comentarios sardónicos de Nick Jonas.
La hacía sentirse tremendamente incómoda e, incluso, ridícula.
Como un espécimen curioso atrapado detrás de una vitrina en un museo.
-Termínese el café - dijo él al tiempo que tomaba de la mesa la taza con el brandy y se la ofrecía.
¿Es qué no lo olía? ¿No se daba cuenta de que aquello no era un café solo? Evidentemente, no. Extendió la mano y se tomó el contenido de un trago.
-¿Dónde está Pete?
-Sigue en el hospital, con su esposa.
-Entonces, me temo que tendrá que ocupar usted su lugar.
-¿Su lugar?
Seguramente nadie podría tomar el lugar de Pete Hunningford.
Pete era el pelota mayor de Nick.
El tipo más ambicioso del mundo. Le había dicho a ella misma que su primer matrimonio había fallado porque nunca estaba en casa
. Y, en ese momento, si Nick lo llamaba a su teléfono móvil, dejaría a su esposa que se las arreglara a solas con el parto y vendría como un cohete.
-Nada demasiado difícil... relájese. Sólo quiero que se ocupe de un par de cartas.
Miley tomó papel y lápiz y entraron en el despacho de él, aunque seguía sintiéndose como en una especie de nube.
-Siéntese, Miley.
De repente ella se sintió aterrorizada porque se diera cuenta del estado en que se encontraba.
Haberse emborrachado de repente no le estaba sentando nada bien.
En presencia de ese hombre parecía incluso una locura y que él lo descubriera podría ser espantoso.
Desorientada, miró a su alrededor y se dio cuenta de que él estaba de pie, muy cerca de ella.
Las manos le temblaron y se obligó a controlarlas apretándolas contra el cuaderno.
Nick no se sentó, sino que se dirigió a los grandes ventanales y la miró.
-¿Empezamos?
Normalmente él no pedía permiso. Insegura, Miley asintió y él empezó a dictar despacio y haciendo largas pausas, pero a ella seguía resultándole imposible mantener quieta la mente.
La sorpresa estaba cediendo su sitio a la realidad. ¿Desde hacía cuánto que Liam la estaba engañando con Selena? Recordó la botella de vino en el salón, las copas semillenas en el dormitorio.
Un encuentro cuidadosamente preparado a la hora del almuerzo, cuando ella debería haber estado trabajando.
-¿Lo tiene todo?
La página que tenía bajo los dedos estaba en blanco.
Ella se limitó a cerrar los ojos brevemente, deseando encontrar calma y control.
-No importa, Miley, esta carta no es importante.
La suavidad de su voz la sorprendió.
Levantó la mirada lentamente y se encontró con los ojos brillantes de él, extrañándose por la sinceridad que vio en ellos.
Estaba apoyado en el borde de su escritorio, demasiado cerca para su comodidad. Extendió un brazo y le quitó el cuaderno de entre los dedos, dejándolo a un lado con todo cuidado.
-Algo la está afectando...
-No...
-No lleva su anillo.
Miley se puso pálida y el lápiz que tenía entre los dedos se rompió.
-Es algo evidente - murmuró Nick de la misma manera sorprendentemente amable, que nunca antes le había oído utilizar -. Tengo entendido que esta mañana ha recibido una llamada urgente para que volviera a su casa. ¿Qué ha pasado?
A ella le sorprendió descubrir que quería contárselo, soltar todo el veneno que tenía dentro, pero se mordió la lengua.
-¿Preferiría tomarse el resto del día libre?
-No...
Selena podía estar esperándola y todavía no estaba preparada para ese encuentro.
-¿Por qué no?
-He encontrado a mi novio en la cama con mi prima.
Tan pronto como soltó eso no se pudo creer que lo hubiera dicho en realidad y, mucho menos a ese hombre.
-Ha tenido suerte.
-¿Suerte?
-Piense que hubiera sido mucho peor si lo hubiera descubierto después de la boda.
-Ahora no va a haber tal boda.
-Por supuesto que no. Ninguna mujer podría perdonar semejante traición, ¿verdad?
Después de todo. ¿Cómo iba a poder confiar de nuevo en él? ¿O en ella?
Miley no dijo nada, así que él insistió:
-¿Estaba pensando en darle otra oportunidad? -le preguntó Nick como extrañado.
-No - murmuró ella, estaba segura de que nunca más sería capaz de confiar en Liam.
Pero seguía sin creerse que realmente estuviera teniendo esa conversación con Nick Jonas, que no era precisamente famoso por su preocupación y benevolente interés en los problemas personales de sus empleados.
Lo que era más, el credo de la empresa era que los mejores empleados se dejaban su vida personal antes de entrar por la puerta y nunca, nunca, permitían que sus problemas personales interfirieran en su trabajo.
-¿Por qué me está hablando así? -susurró ella.
-¿Tiene algún otro en quién confiar?
Era como si él supiera, pensó Miley tratando de tragar saliva. Pero no podía ser. ¿Cómo iba a saber él lo sola que estaba ahora?
No podía apoyarse en los padres de Selena y no tenía más familia que esa, ni amigos que no lo fueran también de Liam
-No, pero...
-Nada de lo que me haya dicho saldrá de aquí - dijo él mirándola fijamente, pero ya no era una mirada cortante ni fría, ni siquiera irónica.
-Es usted tan... amable.
Miley dijo eso con voz temblorosa, tratando de ocultar su incredulidad, ya que esa era una parte de su carácter que nunca había pensado ver, que ni había soñado que existiera.
-Ha tenido una experiencia traumática y, naturalmente, me preocupa.
-Gracias, pero no necesito su lástima.
-Lo último que usted inspira es lástima - respondió Nick, sonriendo -. Debería estar celebrando su libertad. La vida es demasiado corta como para andar con tristezas y remordimientos. Ya ha desperdiciado dos años de ella con ese pequeño vendedor. El futuro tiene que ofrecerle posibilidades mucho más entretenidas.
-¿Cómo sabe que Liam es vendedor?
-¿No lo es? Lo parece.
Aquello despertó algo en su instinto.
-Vive con su prima, ¿no? -insistió él.
Miley cada vez estaba más desconcertada por lo que sabía ese hombre y, tal vez se le notó, porque él añadió:
-Me lo contó franki
-Sí.
Miley recordó entonces que el hermano pequeño de Nick había ido varias veces a su casa mientras había durado su corto romance con su prima.
-Naturalmente, no quiere volver a su casa en estos momentos - murmuró Nick y le dejó unas llaves en el regazo -. Puede utilizar el apartamento de la compañía hasta que encuentre otro sitio.
Incluso en el estado en que se encontraba, a Miley le extrañó esa proposición. El apartamento era un ático que era utilizado sólo por los miembros de la familia Jonas y, de vez en cuando, por sus amigos.
-No puedo...
-¿A dónde más puede ir?
Ella tomó las llaves para devolvérselas, pero pensó en la humillación que sería tener que tratar con su prima en esos momentos, así que lo miró a los ojos.
-Se lo agradezco mucho.
-Eso es un buen principio. Tengo una cena con fiesta esta noche. ¿Por qué no viene conmigo? No debería quedarse sola ahora.
A Miley se le escapó una risa nerviosa. ¿Una fiesta? ¿Se creía él que estaba de humor como para fiestas? ¿Estaba loco o solamente era incapaz de comprender la inmensidad de lo que le había pasado ese día a ella?
-Estaré bien.
-La llamaré más tarde. Haré que la recoja un coche a las siete -le dijo él como si no hubiera hablado.
Miley trató de encontrar una excusa.
-No tengo nada...
-Le compraré un vestido. No hay problema, cara. Ni se le ocurra pensar en algo tan trivial.
-Pero yo...
Unas manos fuertes y morenas le tomaron las suyas, haciéndola levantarse gentilmente. Luego la dirigió hacia la puerta como si fuera una muñeca.
-Suba al apartamento y échese un rato. Trate de pensar de forma optimista; en cosas alegres. Sonría...
Mientras le decía eso, le rozó el labio inferior con un dedo. Ese leve contacto le pareció a ella extrañamente relajante.
Como en un sueño, Miley lo miró a los ojos.
-Señor Jonas...
-¡Nick... por favor! - exclamó él soltándola. Miley casi se cayó entonces y lo vio dirigirse al teléfono, que ni había oído sonar. Él descolgó y, mirándola, repitió:
-Sube al apartamento y túmbate...
acasaso Nick no es un encanto!!!*
ResponderEliminarlo ame♥