martes, 12 de febrero de 2013

La prometida del desierto cap42



Susan había llegado a su puerta con los ojos hinchados la cara pálida y habiendo perdido peso; toda su energía de juventud gastada de la tensión y la miseria y el creciente miedo de Faisal.

Pero Nick tenía razón.
Susan podría haberse casado con un hombre de su país y haber acabado igual.

—Lo fue pero Susan siguió con sus estudios de negocios y emigró a Canadá poco después. Ahora es directora de una multinacional.

—¿Se volvió a casar?

—No. Es muy ambiciosa.

—¿Tu modelo femenino?

Miley se sonrojó pensando en las largas conversaciones que había mantenido con Susan dos años atrás.

Susan no había vuelto a recuperar la confianzaen el sexo masculino.
Seguía muy amargada Por los dos años de pesadilla con Faisal.

Bajó la cabeza y admitió:

—Admiro lo que Susan ha hecho con su vida después de ese periodo tan horrible.

Pero ya no estaba tan segura de admirar a su tía por permitir que una experiencia le hiciera rechazar a todos los hombres

—Algunas mujeres consiguen combinar la carrera con el matrimonio — murmuró Nick .

—Super mujeres querrás decir... el bebé bajo un brazo la aspiradora bajo el otro y una montaña de trabajo que se llevan a casa de la oficina.

—Tener sirvientes cambia el asunto. Mi hermana Laila lo ha conseguido con bastante éxito. En cuanto su hijo pequeño empezó a ir a la escuela se embarcó en los estudios de medicina.

—¿Y cómo diablos lo consiguió?

—Fuerza de voluntad y el apoyo de Ahmed.

Miley sonrió.

—Tengo la sensación de que Ahmed da un respingo cada vez que Laila chasquea los dedos.

—Eso es verdad pero es un hombre muy amable y capacitado y sigue adorando a mi hermana después de tantos años. Ella ha roto muchos tabúes en mi familia y está muy orgullosa de sus logros. Son un matrimonio muy feliz y tienen un verdadero compañerismo.

—No estaba criticando a Ahmed.

Se preguntó por qué resaltaría tanto el matrimonio benditamente feliz de su hermana.
En todo caso a ella le hacía sentir una envidia maliciosa e inexcusable.

—Debe haber cierto grado de compromiso en la relación entre un hombre y una mujer.

—Y yo sé quién cumple el compromiso normalmente —murmuró Miley por costumbre de cinismo — La mujer.

—Tú sabes que eso no es siempre verdad.

—Bueno pues más veces de las que debería.

Miley estaba irritada porque Nick le hiciera parecer la típica feminista que dia a los hombres.

¿Cómo Susan? se preguntó con incomodidad viendo lo que sehabía negado a entender antes.

Quizá su tía se hubiera convertido en su modeloporque no había sido capaz de respetar a su propia madre por haber aguantado eltrato que le había dado su padre.

—¿Me estás diciendo que no hay mujeres que se aprovechan de los hombres?

Miley apretó los dientes.

—No abandonas ¿verdad?

—Necesitas que te reten porque eres obstinada.

—¿Y tú no?

—Esto no es una competición para ver quien puede llegar a ser más inflexible.

Miley lo miró y sintió un vuelco ardiente en el estómago.
Con la respiración entrecortado y un repentino cosquilleo en sus sensibles senos bajo la fina tela erizaron como botones.

Notó que sus pezones se asombrosos ojos se clavaban en ella y tembló con el corazón acelerado.

—No me mires de esa manera — susurró él con voz ronca.

Miley sonrió con una nueva conciencia sensual de su poder femenino y esperó.
No le disgustaba su reacción física cuando la podía ver reflejada en él.
A ese nivel al menos eran iguales.

—¿Por qué no?

Con un sordo gemido Nick la buscó y la atrajo contra sí pegando cada centímetro de su cuerpo contra su musculoso ardor masculino.
A Miley la avasallaron los instintos.

Cuando su boca bajó despacio sobre sus suaves labios entreabiertos se le escapó un largo suspiro de satisfacción y una oleada de excitación la sacudió de la cabeza a los pies dejándola desorientada y mareada hasta que tuvo que apretarse a sus hombros.

Cuando Nick la soltó la sorpresa de la separación fue como una punzada.

Enfocó los ojos nublados por la pasión en él con asombro y Nick la apoyó contra la pared más cercana para dar un paso atrás y observarla con sombría intensidad.

—Aprendes con rapidez.

—Eres un buen profesor.

De repente se sintió insoportablemente humillada.

—Pero he sido demasiado impaciente. Te he enseñado las cosas equivocadas —murmuró Nick en voz muy baja.

Entonces buscó sus manos apretadas le estiró los dedos y los entrelazó con los de él.
A Miley se le empañaron los ojos de lágrimas.
Bajó la cabeza inmovilizado de debilidad.

Le deseaba tanto.
Era como si tuviera un reloj en el lugar donde debería estar el corazón.

No podía pensar ni aceptar el hecho de perder a Nick pero podía sentir el tiempo deslizándose entre sus dedos como sí fueran los granos de la arena.

—Quiero enseñarte algo.

Asiéndola de la mano la condujo de nuevo adentro con entusiasmo y la llevó a una de las salas de recepción.
En la lujosa alfombra descansaba una cesta.

—Es para ti.

Miley se agachó sabiendo lo que encontraría otro gato una bola enroscada de gato persa con ojos brillantes el gemelo del que le había regado dos años atrás.

—Tú tienes a la hembra. Este es el macho.

—Sí gracias. Será una gran compañía para ella... cuando lleguen a conocerse.

El gato de pedigrí saltó a la alfombra estiró la zarpa a la correa de la tapa de la cesta y se cayó con cómica confusión.

Sin embargo Miley no se rió.
Tenía la garganta cerrada.


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