martes, 5 de febrero de 2013

Dama de treboles cap 83



Miley jadeaba con los ojos cerrados, jamás había imaginado el placer tan intenso que podía proporcionarle su boca.
Y quería más.
Notó cómo su sexo ardía entre los muslos y gritó cuando él decidió demostrarle lo que era el placer con las yemas de los dedos.

   —Nick… —susurró.

Él se colocó encima y la miró a los ojos mientras se hundía en ella.
Era tal como la había soñado, cálida y tersa.

Se abrió camino despacio y, cuando Miley le clavó las uñas en la espalda exhalando un quejido, permaneció muy quieto sin dejar de besarla.

Su lengua y sus labios se recrearon en una seducción sabia e incitante hasta que notó de nuevo su respiración entrecortada.

Miley no dejó de mirarlo mientras se mecía dentro de ella.
Su piel brillaba a la luz del quinqué como metal bruñido.
Cerró los ojos y todo desapareció.

Oyó tambores, pero eran sus corazones; creyó ver danzas, pero eran sus cuerpos.
Cayó en el fuego al oír cantos de guerra, pero solo estaban ellos dos elevándose como llamas para tocar el cielo hasta que se hizo el silencio.

Gimió y se aferró a sus hombros.
Y poco a poco, su pecho se serenó, porque abrazada a él todo fue calma.

   Nick se incorporó sobre los codos y la miró a los ojos.

   —Y yo creía que ya no me quedaba nada por descubrir — murmuró besándola con ternura.

Las palabras se negaron a salir de la garganta de Miley porque aunque una vez le aseguró no creer en él, la mirada de Nick no sabía fingir.
Sus iris castaños reflejaban más amor del que podía sonar.

Él se tumbó de lado y Miley apoyó la cabeza sobre su brazo.
Feliz.
Más feliz que nunca.

   —Escandalosa — le susurró al oído.

Miley rio tapándose la cara con las manos.
Nick trataba de apartárselas, pero ella lo miraba entre los dedos.

   —¿Quieres que te recuerde todo lo que decías tú? — contraatacó con las mejillas del color de las fresas silvestres.

Al fin consiguió verle la cara.
La besó en los labios y apoyó la mejilla sobre su cabeza.

   —Nick…

   —¿Mmm…? — murmuró con los ojos cerrados.

   Miley se incorporó sobre su oído.

   —Ha sido maravilloso. Quiero que hagamos esto muchas veces.

Nick se echo a reír recordando la espantosa noche de bodas y el mes y medio infernal que acababan de vivir.

   —Miley ¿qué voy a hacer contigo?

La estrechó entre sus brazos y la acarició lentamente.
Miley lo abrazó pegando la mejilla a su pecho.
Sus manos parecían tener una extraña magia.

Lo imitó y deslizó la mano hasta detenerla entre sus piernas.
Se recreó en las caricias y se sintió poderosa al notar su creciente dureza.

Nick la volteó de golpe quedando de nuevo sobre ella.
Miley lo miraba con ojos de sorpresa.

   —No me detengas ahora, he esperado demasiado —rogó en voz baja.

Miley se aferró a su espalda arqueándose para él.
Nick la colmó de besos al tiempo que sus caderas se movían en busca del placer.

   —Cariño, llevo esperándote toda la vida —susurró en su boca.


Lo despertó el frío de la madrugada.
La habitación se encontraba a media luz y, todavía confuso, le costó situarse.

Miró hacia su izquierda y no tardó en recordar lo que había pasado hacía unas horas al ver a Miley desnuda, durmiendo plácidamente a su lado.
Se desperezó y se levantó dispuesto a cerrar la ventana.

El ruido debió de despertarla porque la oyó moverse en la cama.
Nick la observó por encima del hombro y sus miradas se cruzaron con una complicidad diferente.

Ella se desperezó con indolencia sobre las sábanas y al momento la tuvo a su lado buscando el camisón.

   —No te lo pongas — le pidió quitándoselo de las manos.

Miley obedeció con una sonrisa y se abrazó a su cintura sin dejar de contemplar sus hombros y su pecho.

Nick la separó un poco de él y disfrutó con su belleza que destilaba feminidad en cada pulgada de su piel, sin dejar de recorrer las curvas de sus senos con la yema de un dedo.

   —¿Es lo que esperabas? — preguntó ella consciente por primera vez de su atractivo.

   —Mucho más — respondió mirándola a los ojos— Jamás he visto un cuerpo que incite a la lujuria tanto como el tuyo. Y lo que más me fascina es que no sientes ningún pudor de mostrarte ante mí.

   —¿Debería?

Nick negó con la cabeza.
Miley cada vez se sentía más a gusto, era una delicia disfrutar a un tiempo de la vista y del contacto de su piel.

   —Ha merecido la pena esperar — confesó él con sinceridad.



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