jueves, 21 de febrero de 2013

Dama de treboles cap 89



—Cuando vi lo que hacía Harriet, retiré la taza y le di otra a Miley .No imaginé que alguien pudiera confundirse y tomar la otra.

   —Hiciste muy bien, Hanna — la tranquilizó su madre — Pero tienes que prometerme que no dirás ni una palabra a nadie. Si solo lo viste tú, no hay manera de demostrar que dices la verdad. Esa Keller te acusaría de mentirosa y lo último que quiero es que te conviertas en el blanco de su ira. Y sobre todo, ni Nick ni Miley deben saberlo. A fin de cuentas, a Miley no le pasó nada, pero tu tío no sé de qué sería capaz si se entera.

   —No pensaba decir nada a nadie. Solo lo sabes tú.

   —Que quede entre nosotras, ¿entendido?

Hanna asintió en silencio.
Emma la cogió del brazo y llamó a Patty.
Las tres se dirigieron hacia Matt, que en ese momento se despedía de un corro de hombres.

   —¿Y Joseph? — preguntó Emma cuando llegó junto a él.

   —Por ahí anda con Albert y otros muchachos. Cuando te lo cuente, no lo vas a creer.

 Matt señaló con los ojos a sus hijas y Emma entendió que lo que deseaba decirle no debía ser escuchado por las chicas.

Así que, pese a las protestas de Hanna, le encomendó el cuidado de los pequeños con el ruego de que buscara a sus hermanos para regresar a casa.

   —Esta mañana en el saloon un hombre, con bastantes copas de más pese a ser tan temprano, ha contado a voz en grito que Harriet Keller le arrebató una petaca de whisky para hacer una diablura en el baile.

   —Entonces Hanna tenía razón — exclamó pensativa.

   Él la miró extrañado, pero ella le invitó a que continuase relatándole le sucedido.

   —A todos los que estaban presentes les ha faltado tiempo para ir a contarlo por ahí y el chisme ya está en boca de todo el pueblo.

   —Al menos la señora Barttlet ahora ya sabe a quién ha estado brindando su amistad.

Matt se encogió de hombros porque el asunto ni le interesaba ni le afectaba.
Rodeó a su esposa con el brazo y miró al frente alzando el ala del sombrero.

Hinchó el pecho de satisfacción al ver venir hacia ellos a sus cinco hijos: exhibían tal complicidad que, por un momento, dudó si realmente los que tenía ante él eran los chicos Sutton.


Miley  recordaría el regreso al rancho el resto de su vida.
Durante el camino, Nick no dejó ni un segundo de acariciarla, de imprimirle suaves besos en el pelo, en los labios, en el cuello.

La mantuvo aferrada a su cuerpo como si entre sus brazos portara la más preciada de las riquezas.
 Y Miley abrazada a él con los ojos cerrados, se sintió valiosa y adorada.

Pero tal como la depositó en el suelo, cayó de bruces en la realidad.
Al entrar en la cocina recordó que no bastaba con el amor para sobrevivir.

   —No he preparado nada para comer — comentó preocupada. — Estará bien cualquier cosa.

   —Primero tengo que cambiar las sábanas y hacer la cama — dijo con un hilo de voz.

Nick la miró extrañado.
Al verla tan azorada comprendió.
Le tomó la barbilla y sonrió al ver que se había sonrojado.

   —Ocúpate tú de eso — dijo besándola en la mejilla — yo me encargo de la comida.

Miley corrió a la habitación, en un visto y no visto sacó las sábanas y las llevó a la parte trasera. Accionó la bomba con energía y llenó un balde a la vez que deshacía un poco de sosa.
 
Esta vez no calentó agua, tan sólo se apreciaban un par de diminutas manchitas, pero sabía que la sangre sólo desaparecía con agua fría.

En cuanto terminó de hacer la cama con sábanas limpias, volvió a la cocina y terminó de colocar los platos y cubiertos.
Nick se disponía a apagar el fuego y llevaba una sartén humeante a la mesa.

   —Huele bien —comentó agradecida.

   —Huevos y tocino, se puede decir que no sé hacer otra cosa, pero no hemos desayunado y ahora mismo me comería cualquier amasijo que me pusieran delante.

Se sentó en la cabecera de la mesa y ella tomó asiento a su lado.
Con gentileza, Nick sirvió primero el plato de Miley .

Cuando le indicó que tenía suficiente, él frunció el ceño al ver con qué poco se conformaba y sirvió el resto de la sartén en su propio plato colmándolo hasta los bordes.

   —En el pueblo he oído lo de la señora Barttlet — comentó Miley comiendo con apetito.

   —Yo también. Por una parte lamento haberme ido del baile tan pronto. Me habría gustado verla, siempre tan seria... — dijo riendo entre dientes.

   —¿Cómo puedes ser tan cruel? ¿No la has visto en la iglesia? Tenía una cara de sufrimiento, la pobre. No entiendo qué pudo pasar.

   —Alguna chiquillada, supongo — comentó Nick sin mucho interés.

   —De todos modos, puede tener la conciencia tranquila, porque no fue más que la víctima de algún desalmado. Aunque el disgusto que le han hecho pasar no tienen perdón.

Al comprobar que ella ya había acabado su ración, Nick acercó un poco su plato indicándole que podía seguir comiendo y Miley se dedicó a picotear con su tenedor algunos trozos que él ya había cortado.

Debido a los nervios que pasó el día anterior, apenas había comido nada y también se habían saltado el desayuno, por lo que tenía más hambre que de costumbre.

   —¿Cenaste antes del baile? — preguntó a Nick pesarosa.

   —Llegué hambriento y, antes de ir, me comí lo que dejaste en la sartén.

   En sus palabras, Miley intuyó una disculpa.

   —No quiero estar preocupada. A partir de ahora, me encargaré de que comas.

Le apretaba la mano como si hablara con un niño desnutrido en lugar de con un hombre cuya espalda era dos veces la suya.

   —Podíamos haber ido a comer a casa de Matt.

   —Allí ya son bastantes como para añadir dos personas más — le reprochó ella.

   —A Emma no le importa, yo antes lo hacía cada vez que me venía en gana.

   —Antes no estabas casado —concluyó con mucha calma.

Él se la quedó mirando un tanto extrañado por el nuevo rumbo que empezaba a tomar su vida.
En efecto, ahora era un hombre casado y había una persona con él que también tenía opinión, eso ya le había quedado claro el día anterior.

Le iba a costar, pero no le quedaba más remedio que ir acostumbrándose a que ya no decidiría él solo.

Miley se afanaba en rebuscar algún pedazo de huevo.
Nick pinchó un trozo con el tenedor y se lo acercó a la boca.
Ella sonrió mirando el bocado y aceptó la invitación con delicadeza.
Miley tomó un poco y le acercó el tenedor.
Nick abrió la boca y comió lo que le ofrecía mirándola a los ojos.

   —¡Qué situación más tonta! Parecemos dos críos — comentó él sin dejar de mirarla.

   —Sí que lo es — sonrió ella encogiéndose de hombros.

   —Eres maravillosa.

Durante un lapso irreal sólo existieron ellos dos.
Miley se levantó y tomándole el rostro entre las manos lo besó en los labios.

Nick la sentó en su muslo y la miró a los ojos.
Su Miley tan sencilla y tan guerrera, había logrado traspasar su coraza con la voluntad del amor.

    —Mi dulce dama de corazones —murmuró.

   —Eso te convierte en mi caballero — dijo en voz baja sin dejar de acariciarle el cabello.

   —Seré para ti caballero o vasallo, lo que tú quieras que sea.

Miley lo besó en la mejilla riendo en voz baja.

   —¿Vasallo tú? — Sonrió con una mirada traviesa.

Nick enderezó la espalda y Miley vio cómo reaparecía ante ella su hombre fuerte y arrogante.
Él la besó en el cuello riendo con ganas.

   —Por ti, podría intentarlo. — Miley  lo sacudió por los hombros — No disimules, pequeña hechicera. Sabes muy bien que me tienes a tus pies.

   —¿Qué haría yo sin ti? —dijo rodeándolo con fuerza.

   —Aburrirte mucho — sentenció con una palmada en el trasero.

 

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