jueves, 28 de marzo de 2013
Un Matrimonio Feliz? cap3
—¡Miley ! —la voz de Andrew la sacó de su ensoñación—. ¿Todavía estás ahí?
—Sí, Andrew —respondió pensativamente, todavía contemplando la esmeralda que lucía en el dedo—. Todavía estoy aquí.
—Así que, ¿vienes esta noche o no?
Miley vaciló, pero de pronto no le fue difícil tomar una decisión.
Echó un vistazo a su reloj de oro.
Eran las seis.
En ese momento, Nick estaría volando sobre el Atlántico, de vuelta de una semana de negocios en Nueva York.
Su avión llegaría a las nueve, luego tomaría un taxi desde el aeropuerto; por tanto no llegaría a casa hasta pasadas las diez de la noche.
Se había ofrecido para ir a buscarlo al aeropuerto, pero él no consintió porque le disgustaba que hiciera de chófer.
Y era el tipo de hombre con el que no se podía discutir una vez que había tomado una decisión.
—Sí, Andrew. Esta noche me tomaré una copa contigo —dijo con decisión.
Le costaba imaginarse a Nick suspirando por ella, solo en la habitación del hotel, todas las noches de la semana anterior.
Lo más probable es que hubiera salido a cenar con las amistades y relaciones de negocios que tenía en los Estados Unidos.
¿Cuál era la diferencia, entonces?
—¿Y qué me dices de Superman? —preguntó Andrew con un tono infantil, como un eco perturbador de sus propios pensamientos.
Nick y él nunca habían hecho buenas migas, y ninguno se molestaba en ocultarlo.
Miley , en medio de ambos, mantenía un discreto silencio
— ¿No pondrá objeciones a que su querida esposa confraternice con otros hombres después del trabajo? Normalmente rompes el récord de velocidad para volver a casa junto a él —agregó sibilino.
—No te voy a reñir por el uso de ese ridículo sobrenombre que le has puesto a mi marido, Andrew, porque creo que realmente es muy apropiado. Tienes toda la razón, él es un Superman — dijo suspirando.
Casi podía oír su ego protestar indignado en el teléfono.
—Y yo no lo soy, supongo.
—De otro tipo —comentó bromeando con suficiencia, con la secreta convicción de que esa noche se encontraría en el sitio que más le apetecía estar, en los brazos de Nick .
Con dificultad se concentró otra vez en la conversación.
—¿Dónde y a qué hora nos reuniremos?
—En el Henry's, a las siete.
—Andrew, ¿realmente tiene que ser allí? Hay que ir muy bien arreglado al Henry's.
Alarmada, se miró el traje de lino gris con la camisa de seda de un tono albaricoque debajo de la chaqueta.
Muy elegante, pero se notaba claramente que era para la oficina.
—Ellos lo eligieron, cariño. Sabes que el sitio es impresionante.
—Pretencioso, querrás decir —suspiró Miley —. Tendré que ir a casa y ponerme algo adecuado para la ocasión.
Guardaba ropa extra en la oficina para casos de emergencia; pero era muy informal: un pantalón y un jersey de algodón y ropa interior. No se prestaban para una copa en el Henry's.
—¿Para qué tienes que molestarte en ir a casa? Estás a dos minutos de una de las tiendas más elegantes de la ciudad. ¿Por qué no te permites ese gusto?
Se refería a un famoso diseñador italiano que vestía a la mayoría de las estrellas de Hollywood.
—Porque yo…
Miley se detuvo, consciente de que estaba a punto de decir una tontería.
Que no podía permitírselo.
¡Desde luego que podía hacerlo!
No ganaba un sueldo fabuloso, pero sí considerablemente bueno.
Y aunque había rechazado firmemente una generosa pensión que Nick le había ofrecido, justamente para pagarse esos caprichos, todavía podía permitirse el lujo de comprar en las tiendas exclusivas que abundaban en la zona donde trabajaba.
El problema es que nunca antes habría soñado en gastarse varios meses de sueldo en un solo vestido.
Le encantaba la ropa buena, claro que sí, además de necesitarla por la categoría del trabajo que desempeñaba y su estilo de vida sofisticado; pero existía un límite, y los antiguos hábitos tardaban en desaparecer.
Había sido una tarea dura aprender a gastar y olvidarse de la escasez de dinero que había sufrido en su niñez, siempre observando a sus irreflexivos padres, a menudo en el límite de la pobreza, malgastándolo las pocas veces que entraba en casa.
Nunca podría olvidar su ropa y zapatos donados por una institución de caridad, mientras ellos vivían celebrando ruidosas fiestas.
—Miley —una vez más Andrew cortaba sus pensamientos—. Por amor de Dios, vete a comprar un vestido a cuenta de la empresa.
—No.
—De acuerdo, entonces te lo ordeno en mi calidad de jefe —replicó riendo—. Tómalo como parte de tu bonificación por conseguir estos nuevos clientes.
—¿Y si no logramos el contrato? —preguntó, siempre práctica.
—Sí, sí lo conseguiremos —exclamó Andrew con seguridad—. Contigo allí no me cabe la menor duda.
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AWWW MAYI ME ENCANTO PERO QUEDE CON GANAS DE LEER MAS
ResponderEliminarESTA NOVE ESTA INCREÍBLE
Y ENTIENDO A MILEY QUE SE PASE PENSANDO TODO EL DIA EN NICK YO TAMBIEN LO HAGO SIGUELA
Siguela , esta muy bonita la historia y me quede con la curiosidad (:
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