domingo, 17 de marzo de 2013

Dama de treboles cap 92



A finales de agosto, Miley aprovechaba cualquier momento libre antes de que llegara el tiempo de cosecha.
Cerró el libro sobre la mesa y se sacó un pañuelito del escote para secarse las lágrimas.

Enfrascada en la historia de Jane, había perdido la noción del tiempo.
Ni siquiera se percató de la llegada de Nick que, al verla con los ojos enrojecidos, corrió a acuclillarse frente a ella.

   —Eh, ¿qué está pasando aquí? — preguntó en voz baja —. ¿Qué te ocurre, cariño?
 
   —No es nada. He estado leyendo — aclaró sorbiendo por la nariz.

   —¿Qué?

   Nick parpadeó un par de veces, apretó la mandíbula y se puso en pie de golpe.

   —¿Estás llorando por culpa de este libro? — protestó con él en la mano —. Voy a encender una hoguera con él.

   Miley se levantó, e intentó arrebatárselo, pero él se lo impedía sosteniéndolo en alto.

   —¿Qué estás diciendo? ¡Devuélvemelo!

   —De ninguna manera — aseguró esquivándola —. No vas a leer una historia que te hace sufrir.

   —No son lágrimas de tristeza. Es un libro precioso, trata de una huérfana...

   —¿Una huérfana? — dijo indignado —. Pero ¿en qué estaba pensando Doreen? Me dijo que te encantaría. ¿Es que ha perdido el juicio?

   —Y me apasiona — aseguró arrebatándoselo por fin —. No lo entiendes.

   —No, no entiendo nada.

   Miley sonrió con el libro contra su pecho.

   —A veces se llora de felicidad.

   Dejó el libro sobre la mesa y se abrazó a su cintura.

   —Como vuelva a ver una lágrima más, lo quemaré — susurró Nick sobre sus labios.

La besó con cariño, pero se separó tan rápido que a Miley le supo a poco.
Nick acababa de recordar la sorpresa que tenía para ella.

   —¿Cuándo es tu cumpleaños? — preguntó con una sonrisa enigmática.

   —Sabes de sobra que no lo sé.

   —Pues a partir de ahora, tu cumpleaños será hoy. Ven — la apremió tirando de ella.

Lo siguió mientras salían de la casa casi a la carrera y, en cuanto estuvieron a la altura del establo, Nick la tomó por los hombros y la puso frente al carro.

   —¿Un carro nuevo? — Ella se giró sonriendo con los ojos muy abiertos.

   —Feliz cumpleaños. Es tuyo.

Miley se acercó para observarlo con detenimiento y él la siguió disfrutando de verla tan contenta. Se acodó en el reposabrazos de hierro y esperó a que ella llegase a su altura.

   —Nick, me gusta mucho. ¡Asientos abatibles en la trasera! Te habrá costado una fortuna. — Lo miró preocupada.

   —Menos de lo que crees y, además, nos hacía falta. Es un regalo para ti, pero le daremos uso en el rancho.

Miley dio una vuelta completa.
Al llegar junto a él, observó un detalle y se tapó la boca con la mano.

Se acercó para poder contemplar mejor aquello, tan conmovida que no podía articular palabra.
En el respaldo de madera habían claveteado con tachuelas de latón las iniciales «M.♥ J.».

   —¿Te gusta? Lo primero que pensé fue en comprar un espejo, pero esto nos hace más falta. Cuando llegue la cosecha, lo usaremos para acarrear el heno...

   —Calla y ven aquí, maldita sea. — Se colgó de su cuello.

Sin darle tiempo a salir de su asombro al comprobar que aquella cautivadora boquita se atrevía a proferir maldiciones, lo atrajo hacia ella y lo besó con vehemencia.

Nick recibió aquella reacción con sorpresa y, a la vez que la estrechaba entre sus brazos, entre abrió los labios ofreciéndose por entero. Miley buscó su lengua y él la recibió con ganas de sentirse devorado.

Disfrutaba llevando el mando entre las sábanas, pero se estremecía de placer cuando era ella la que tomaba la iniciativa de besarlo.

Aquella delicia se prolongó durante largo rato y, cuando por fin se separaron, Nick apoyó su frente en la de ella.
Miley mantuvo los ojos cerrados con la respiración todavía agitada.


   —¿Esto significa gracias? — preguntó Nick encantado.

   —Significa gracias y mucho más — respondió sin separarse de él.

   —Ahora tengo que desenganchar los caballos — dijo acariciándole la espalda.

Ella le dio un beso rápido en el pecho y se despidió con una sonrisa.
Nick no dejó de contemplarla mientras se alejaba con paso firme.

Le fascinaba verla caminar con la espalda erguida y la gruesa trenza ondeando a un lado y a otro.
Reparó en el rítmico vaivén de sus caderas.
Aquel suave contoneo se convirtió en una llamada incitante.

Con los ojos entornados, pensó en ceñir aquella cintura estrecha para acercarla a él y decidió que sólo faltaba una cosa para recordar aquella tarde como algo memorable.

No, una no, dos cosas.
 Se rascó la mandíbula.

Para ser perfecto antes debería afeitarse, ya que Miley demostraba especial entusiasmo en prodigarle caricias y mimos cuando estaba recién rasurado.

Saliendo del establo, se topó con Grace que, cesta en mano, caminaba hacia los vallados.

   —Me marcho, Aaron me espera ahí abajo — dijo señalando el camino con la barbilla.

   —¿Qué llevas ahí? — Nick curioseó en la cesta, pensando en algún dulce de los suyos.

   —Ropa tuya para remendar, no seas fisgón — contestó con una palmada en la mano.

En presencia de los peones, Grace guardaba las formas, pero cuando estaban a solas lo trataba con la misma familiaridad que cuando tenía ocho años.

   —Trabajas demasiado, Grace. No me gusta que te lleves trabajo a casa. Ya haces bastante por nosotros.

   —No digas tonterías, me sirve para entretenerme y Miley no puede con todo.

Aquellas palabras le provocaron cierto malestar.
Aún no contaban con suficiente desahogo económico como para contratar a una persona que ayudase a Miley .
De momento, tendrían que seguir contando con la ayuda desinteresada de Grace.

La miró de reojo y sintió una punzada en el pecho al ver cómo habían pasado los años para aquella mujer a la que quería como si fuese de su familia.

Ya no podía ni montar sin ayuda y aún seguía yendo cada día al rancho, como había hecho toda su vida.
Él le acarició la mejilla y ella supo qué significaba, se conocían lo suficiente para no necesitar palabras.

   —¿Te gusta? — preguntó señalando el carro.

La madera recién barnizada relucía al sol y los herrajes eran mucho más exquisitos de lo habitual en un carro de transporte.

   —Es magnífico, ¿es nuevo?  —Él asintió —. Me alegro mucho, Nick. —Sonrió con sinceridad al ver que le iba cada día mejor.

   —Es un regalo para Miley — confesó orgulloso.

   Grace se alegró tanto que le tomó la cabeza entre las manos y le dio un beso en la frente.

   —¡Ahora sí que estoy contenta! Es una buena chica, se lo merece todo.

   —La mejor — aseguró —  Pero tú también eres una buena chica.

La alzó en volandas y la besó en la mejilla.
Ella lo obligó a parar, escandalizada por hacerla partícipe de aquella clase de juegos a su edad.

   —¡Para ahora mismo! ¿Quieres que nos vea Aaron y te pegue un tiro? — bromeó.

   —Está demasiado lejos para vernos —aseguró con una sonrisa maliciosa.

Miley mientras doblaba ropa, sonreía viendo la escena a través de la ventana.

Le extrañó que Nick rodease la casa hacia el lavadero y, cuando entró recién afeitado, ya no supo qué pensar.


 

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