sábado, 23 de marzo de 2013

Un Matrimonio Feliz ? cap1



El teléfono del escritorio de Miley sonó estridente y ella contestó al primer timbrazo con su habitual y enérgica eficacia.

—¿Diga?

Debido a su costumbre de ir directamente al grano, en la agencia de publicidad Holloway, se había ganado la reputación de no desperdiciar tiempo ni palabras.

Una vez había oído casualmente a una secretaria decir que era tan eficiente como un robot, y le costó creer que se refería a ella. Porque ella no era así.

— Miley, ¿dónde diablos has estado toda la mañana? — le llegó la voz de su jefe, Andrew Holloway.

Reconocía que Andrew tenía talento e imaginación, aunque para su desgracia, era muy vanidoso respecto a las mujeres.

—Quería entregar cierto material gráfico personalmente y acabo de llegar.

—Bien, necesito hablarte.

—Me temo que estoy ocupada en este momento. ¿No puede esperar? — replicó Miley con firmeza al tiempo que miraba desolada su escritorio, lleno de papeles.

—Claro que sí — contestó Andrew complaciente. Por su tono de voz, intuyó que la había comprometido en algo —. ¿Qué te parece una copa después del trabajo?

Ella suspiró.

—Andrew, no puedo. Tengo que acabar un montón de trabajo antes de irme — su voz se convirtió en un ronroneo mientras miraba la fotografía de su boda puesta en el escritorio —, y no olvides que hay un marido esperándome en casa.

«Una pequeña mentira», pensó con tristeza.

Si algo podía predecir de su maravilloso aunque enigmático marido, era que Nick Calder no esperaba a nadie.

— Miley, encanto, por favor.

 Ella contuvo una sonrisa. Andrew no se daba por vencido.
Hacía tres años que era su jefe y aún insistía en seducirla con zalamerías.

¡Nunca podría comprender por qué ella no había caído en sus brazos como fruta madura!

Sí, era alto, fornido, rubio y de ojos azules.
Y no le faltaban ni el dinero ni las mujeres.

La verdad era que podía salir con quien quisiera.
Menos con ella.

Al principio, solía invitarla a menudo, recibiendo siempre una respuesta negativa.
Ella había salido con un solo hombre.

Y se había casado con él.
Tomó la fotografía enmarcada en plata.

Había sido una pequeña ceremonia porque ninguno de los dos quería una gran boda, aunque por diferentes motivos.

Los padres de Nick habían muerto, y los de Miley vivían en Italia.
Sin embargo, Nick era un hombre influyente y muy bien relacionado.

Un día que hacían planes, se había vuelto hacia ella declarando con ese tono conciso y perentorio, propio de él:
«O invitamos a todo el mundo y se celebra por todo lo alto, o a nadie».

Miley no había replicado.
Tenía unas cuantas amigas íntimas que no se sentirían mortalmente ofendidas si no las invitaba.
Y tenía a su ruidosa familia.

Aparte del hecho de que les habría resultado muy duro pagarse el viaje en avión, la verdad era que no veía a los suyos haciendo buenas migas con su futuro marido.

Simplemente, no había deseado convertir el día en un gran evento.
De hecho ella había jurado que nunca se casaría.
Y probablemente nunca lo habría hecho si no hubiera conocido a Nick.

Verdaderamente no podía imaginar a ningún otro hombre capaz de haber cambiado su mentalidad acerca del matrimonio.

Pero él había insistido tanto y era tan maravilloso, que ella sintió que era incapaz de negarse.
«Una boda sencilla», le había contestado tranquilamente.

Aquellos ojos de un azul grisáceo se habían entornado pensativamente, los labios sensuales curvados en una sonrisa.

«¿Pero te das cuenta Miley que una sencilla boda significa eso y nada más?
Registro Civil y dos testigos.
Ni iglesia, ni flores, ni música de órgano.
Tampoco un impresionante vestido blanco con velo.
Pensé que eso era lo que deseabais todas las mujeres».

Ella había alzado la barbilla en un gesto de rebeldía ante aquel comentario, pero más tarde al notar la suave luz de su mirada, se había dado cuenta de que bromeaba.

Sin tragar el anzuelo, se había limitado a sacudir la cabeza, replicando convencida: «Nada de eso», al tiempo que se preguntaba si la leve desilusión que había percibido en el rostro de Nick serían imaginaciones suyas.

Así que había comprado un sencillo vestido de boda, ni siquiera blanco o marfil, eligiendo por el contrario uno corto de lino color escarlata, que realzaba las suaves curvas de su cuerpo y favorecía el tono moreno del cutis heredado de su madre italiana, sus inmensos ojos marrón oscuro, y el cabello castaño que le caía sobre los hombros como una sedosa cascada.

Deliberadamente, y en contra de la tradición, había pasado con Nick la noche anterior a la boda, y por la mañana se dirigieron a la oficina del Registro Civil de Marylebone.

Había sido incapaz de ocultar su sorpresa y placer cuando él, deteniendo el coche en un puesto de flores, puso en sus manos el ramo de rosas rojas más grande y hermoso que jamás hubiera visto.
Luego, en la misma calle, habían escogido dos testigos que los acompañaron en la breve ceremonia.

Miley contempló en esos momentos a la mujer de la fotografía que, un tanto insegura, sonreía a la cámara junto a la figura alta y morena de su marido.
Era la única fotografía de aquel día.

«¿Insegura?», se preguntó mientras contemplaba la fotografía con más detenimiento.
¿Realmente se había sentido insegura?

Bueno, sí. Y de alguna manera todavía se sentía así, aunque lo ocultaba admirablemente.
Nunca había carecido de confianza en sí misma, pero estaba tan enamorada, que a veces tenía que pellizcarse para convencerse de que era la señora Calder.

De todas las candidatas, deseosas de casarse con él, la había elegido a ella.
Quizá porque no le interesaba el matrimonio.

Una vez casados, descubrió que le era muy difícil mantenerse en el papel de la mujer reservada, casi distante de la que él se había enamorado.

Con enormes esfuerzos intentaba no convertirse en la esposa complaciente que él hubiera despreciado.

Como siempre le sucedía cuando pensaba en Nick, sintió que sus pechos se excitaban peligrosamente bajo la fina seda de su blusa e inmediatamente puso la fotografía boca abajo en el escritorio.

¡Maldito hombre!

Se podría pensar que tras seis meses de matrimonio, se habría apaciguado esa insoportable punzada que sentía en la boca del estómago cada vez que pensaba en él.

Más bien había sucedido lo contrario.
Nick era como una droga; simplemente no podía saciar su sed de él.

Recordó que una vez había aparecido inesperadamente en su oficina para invitarla a comer al Savoy.
Se habían sentado a la mesa mirándose fijamente, mientras se enviaban mudos mensajes plenos de sensualidad.

Apenas probaron el primer plato porque, de pronto, como por mutuo acuerdo, Nick la agarró firmemente de la mano y se dirigieron a Recepción, donde pidieron una habitación extremadamente cara.

Pasaron el resto de la hora de la comida entregados al amor más loco y apasionado.


2 comentarios:

  1. esta increible el capis tienes que segurilaaa!!!!!!

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  2. siguelaaaaa...
    esta buenisima... WOW!
    sexo puro y salvaje... ahahhaha LOL
    Good day!!

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si te gusto el capitulo o tienes alguna sugerencia no dudes en decirmela seran todas bienvenidas gracias C:
besitos vuelve pronto y mil gracias por visitarme ♥