domingo, 18 de noviembre de 2012

Dama de treboles cap 47


Tres días después de la venta del ganado, Miley desde la cocina, escuchaba los hachazos en la parte trasera.

Desde el día del viaje, habían cruzado tan pocas palabras que sobraban dedos en una mano para contarlas.
Ni la mesa compartían a la hora de cenar.

Miley remató la labor.
Por fin tenía todas las abrazaderas nuevas para las cortinas.
Rodeó la casa y se quedó mirando a Nick con las manos a la espalda.

 — Cuando encuentres un momento, necesito que claves un par de escarpias en las ventanas.

Nick clavó el hacha en el tocón y la miró con curiosidad.
Ese tono tan amable era toda una novedad.

   —Ahora es buen momento.

Se secó el sudor de la frente y se embutió la camisa por la cabeza.
Miley lo vio ir hacia el barracón que en otros tiempos alojaba a los peones y deseó que algún día Nick consiguiera volver a ver ese barracón lleno de hombres, en lugar de herramientas, aperos y telarañas.
 
Cuando él entró en la cocina, Miley probaba el efecto de las nuevas abrazaderas.

   —¿Dónde las quieres?

   —A los lados, a esta altura más o menos.

Nick, que disfrutaba al ver cazuelas humeando en la cocina y del aroma a comida recién hecha, no hizo ningún comentario.
Mientras clavaba la segunda escarpia, se preguntó de dónde sacaba Miley el tiempo para labores tan delicadas.

Le parecieron flores se fijó un poco mejor y distinguió que eran tréboles unidos por las hojas.
La observó de reojo Miley sonreía satisfecha.
Las abrazaderas daban un nuevo aspecto a la ventana y la cocina parecía mucho más luminosa.

   —Desde que llegaste, esta casa te pareció demasiado modesta — pensó en voz alta.

   —¿Cómo puedes decir eso? Durante años viví en un tipi de piel de bisonte. Además —añadió—, los muebles son muy elegantes. ¡Si hasta tengo una máquina de coser!

   —¿Funciona ese trasto?

   —¿Llamas trasto al mejor invento del siglo? Claro que sí, solo hizo falta engrasarla.

Ahí tenía la explicación: él que creyó que pasaba tanto tiempo en el desván porque se había construido allí arriba un mundo hermético a su medida.
Tuvo que reconocer que había dado demasiadas cosas por supuestas.
Si no hacían un esfuerzo por ser más comunicativos, poco iban a cambiar las cosas.
La solución era bien sencilla.

   —La trajeron desde el Este y los muebles, también —le explicó—. Mi madre siempre quiso una casa grande y confortable. Lo primero que hicieron fue comprar la cocina, un lujo para aquel entonces, y mi padre prometió construir un salón más adelante. Pero no fueron buenos tiempos.
   Lo prioritario era mantener el rancho a flote y el salón nunca llego. Ya lo tienes —anunció—.
  ¿Quieres también en las otras ventanas?

   —Si, por favor.

   Ella lo siguió hasta la otra pared y le apartó la cortina para facilitarle el trabajo.

   —¿Fueron pioneros? —preguntó para que siguiese con el relato.

   —En cierto modo. En realidad vinieron al morir mi hermano. Estudiaba en West Point. Era el orgullo de mis padres. Imagínate, el hijo de un irlandés en la academia.

   —¿Murió en el frente?

   —No, fue un accidente. Tuvo muy mala suerte, un error con la munición. Mis padres decidieron iniciar una nueva vida para olvidar y vinieron al Oeste con mi hermana. En el Este disfrutaban de una posición acomodada, pero lo vendieron todo y con aquel dinero compraron estas tierras.
   Por eso el rancho tiene tantos acres. Yo nací en esta casa.

   —Debe de ser muy duro perder un hijo —comentó impresionada.

   —Durísimo, mis padres siempre lo tenían presente —dijo rematando de un golpe el último clavo.

Nick salió de casa.
Miley se quedó muy seria.
Era extraño, rara vez hablaba de su familia.

Arregló el fruncido de las cortinas y se hizo atrás para contemplar el efecto.
En silencio, se felicitó a sí misma
 la cocina parecía otra.

Se preguntó por qué tardaba tanto en guardar el martillo, pero la respuesta se la dio el golpeteo sordo del hacha y salió en su busca.

   —Falta mucho para el invierno, no es necesario que hagas eso ahora —comentó en un intento por romper el muro de hielo que ambos habían levantado.

   —En verano los días son más largos. Hay que aprovechar estas horas de luz para aprovisionarnos de leña.

Miley entendió el razonamiento, aunque no dejó de considerarlo una excusa.
Permaneció junto a él de brazos cruzados.

Nick se había despojado de la camisa, su piel brillaba por el sudor.
A Miley le dolía verlo agotarse de ese modo tras una larguísima jornada con el ganado.

   —¿Tienes más familla en el Este?

   —Mi padre tenía un hermano, pero acabaron perdiendo el contacto. Durante los primeros años se escribieron varias cartas. En la última que recibimos, mi tío contaba que se acababa de unir a la secta de un tal Smith y que tenía tres esposas.

   —¿Tres esposas? —preguntó incrédula.

   —Sí, al parecer esa gente admite la poligamia, pero andaban huyendo como proscritos. Lo último que supimos de él es que se dirigía con sus tres esposas hacia el Lago Salado. —Nick se quedó mirando la cara de estupor de Miley —. Mi padre siempre dijo que su hermano debió de considerar que una sola mujer le complicaba poco la vida y por eso decidió complicársela con dos más.

   —¿Y qué decía tu madre? —preguntó sorprendida por el tono bromista.

   —Le daba un codazo y mi padre se echaba a reír. Y entonces mi madre reía también.

Nick se quedó pensativo con una mirada triste.
Miley lo notó y decidió sacarlo de aquellos pensamientos.

   —¿Tocas el violín? Arriba he visto uno.

   —No, aunque Aaron se empeñó en enseñarme sin resultado. Ese fiddle lo trajo mi abuelo desde Irlanda. Es lo único que conservo de la vieja patria. Eso, una caja de música y una vieja cuna. —Hizo una pausa—. Tres trastos inútiles.

Zanjó la conversación clavando el hacha.
Accionó la bomba del lavadero y metió la cabeza debajo.
Miley contempló cómo se secaba el cuerpo y los brazos con la camisa sucia.

   —Voy a por una camisa limpia.

Nick fue tras ella.
Cuando se sentó a la mesa, Miley le tendió la camisa doblada.

   —¿No cenas? —preguntó mientras se abotonaba.

   —He cenado hace ya rato —dijo acercando la cazuela a la mesa.

Mientras se servía, la vio desaparecer escaleras arriba.

Esa noche más que nunca hubiese querido envolverla entre sus brazos y colmarla de caricias; al mismo tiempo, una barrera invisible le impedía acercarse a ella.  

Se debatía entre un montón de sentimientos encontrados y no sabía cómo hacerles frente.


(ooww amo esta imagen es tan sexy♥)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

si te gusto el capitulo o tienes alguna sugerencia no dudes en decirmela seran todas bienvenidas gracias C:
besitos vuelve pronto y mil gracias por visitarme ♥