jueves, 25 de abril de 2013

Celos que Matan cap 9


Sin embargo, hasta la tragedia de su aborto, habían estado en un terreno de igualdad segura... se atraían.
Continuaba existiendo parte de su amor.

Joseph siempre fue un amante apasionado.
Cerró los ojos y parpadeó.

Hacía mucho tiempo desde la última vez que la tuvo en sus brazos.
Comprendió que ambos se hicieron mucho daño.

Joseph había tomado su vivaz y extrovertida personalidad y la había cambiado de acuerdo con su mentalidad, pero al hacerlo, destruyó todo lo real y vivo de su persona.

Ella se volvió callada y tranquila, hasta que al tinal se alejó por completo de la vida.
También ella causó daño a Joseph.
Se dio cuenta de cuando esa  mañana oyó el tono angustiado de su voz.

Lo había herido sin querer y ahora se sentía invadida por la amargura.
Sólo quedaba algo que hacer al respecto.

—Tengo que divorciarme de él — pensó en voz alta y temblorosa.

Cerró los ojos agotada y volvió a dormirse.
Cuando despertó era de día y Maggie le traía una bandeja con el desayuno.

—Té y pan tostado. Me voy a ensayar. ¿Nos veremos más tarde?

—¿Temes que me convierta en huésped permanente de tu cuarto de visitas, ángel? -usó la palabra cariñosa con ligereza.

En un tiempo usaban esos nombres para todo.
Cariño, ángel, querida... que no significaban nada y sin embargo estaban llenos de significado.

—Es tuyo mientras lo quieras. Un cambio te haría bien.

—Jake mencionó algo acerca de una entrevista.

—¿Para ti?

—Posiblemente.

—¿Y aceptaste? —Maggie sonrió de oreja a oreja.

—Creo que sí. Cuando me lo dijo estaba un poco indecisa pero fue muy persuasivo.

—Me lo contarás cuando regrese — dijo Maggie mirando el re­loj—. Es tarde y Baldy Longword se disgustará conmigo.

—¿El productor? —a Demi le dio envidia. Era una persona respetada en el ambiente artístico—. ¡Qué suerte tienes!

—No si llego tarde — dijo Maggie apesadumbrada.

Cuando se fue, Demi mordisqueó la tostada y tomó un poco de té.
luego, miró el reloj y se salió de la cama al darse cuenta que todavía no había llamado a Joseph,

Pensó que ya no estaría en casa, sino en el juzgado.
Llamó a su despacho y Withers contestó.

— ¡Oh, señora Fox! —dijo con alivio, siempre la llamaba así—. El señor Joseph ha estado muy preocupado por usted...

—Me quedé en casa de una amiga después de una fiesta. Temo que me olvidé de la hora. Ya sabe cómo es eso... no quise despertar a mi esposo a una hora avanzada.

— No durmió —dijo Withers con reproche—. Estaba preocupadí­simo por usted... Llamó a la policía, a los hospitales...

Ella palideció.

— ¡Oh, no! —¿por qué no se le ocurrió que Joseph podía estar tan preocupado? Se portó de forma irresponsable al desaparecer sin decir palabra—. ¿Está ahora en el juzgado?

—No, está en casa esperándola.

Demi colgó enseguida y llamó a Joseph.
El auricular se levantó antes de que terminara el primer timbrazo.

 —¿Joseph?- murmuró nerviosa.

Hubo un silencio que le pareció durar para siempre.

—¿Dónde diablos estabas? -la pregunta quemó su oreja y ella saltó.

Habló con palabras incoherentes.

—Siento no haber llamado. Fui a una fiesta... me olvidé de la hora y era tan tarde que me quedé a pasar la noche.

—¿Dónde? ¿Con quién? — preguntó con brusquedad — ¿Dónde estabas?

Titubeó, temerosa de mencionar el nombre de Maggie para que no se enojara más.

—Yo... donde la... amiga que dio la fiesta... fue más fácil que tomar un taxi hasta casa y despertarte a esas horas.

—¿Cuál es la dirección?

Ella se la dio automáticamente.

—Joseph, pido disculpas. Me doy cuenta que debe haberte preocu­pado, pero estoy bien. Fue una imprudencia no avisarte.

—¿Ah, te diste cuenta? -dijo sarcástico— Quédate allí, iré por ti.

—No — dijo a toda prisa—. Yo... pensé quedarme unos días. Tú, estás muy ocupado y no tengo gran cosa que hacer en casa. ¿No te importará que me ausente por un tiempo, ¿verdad?

De nuevo el silencio, pero podía oírlo respirar en forma irregular.

—Será mejor que te vayas a trabajar —añadió con rapidez—. El pobre Withers está frenético. Siento haber causado tantos problemas.

—¿De veras? —dijo con voz helada— Es una lástima que no hayas pensado en eso antes. Adiós, Demi .

El sonido al colgar el auricular la hizo cerrar los ojos y suspiró estremecida.

— ¡ Adiós, Joseph! — dijo como despedida.

Todo terminó con facilidad.
Dos palabras.

Adiós, Demi pare­cía tener eco en el aire y ella apretó las manos.
Dos años de felicidad, incomprensión y anhelos compartidos que se habían terminado en unos minutos.

Tai vez Joseph todavía no lo sabía, pero lo entendería después de un tiempo.
Ella no quería tener una ruptura dramática, cargarlo con más culpa, más infelicidad.

Que pensara que había vuelto de nuevo al teatro.
No tenía que aceptar que lo había visto con la otra mujer.

Eso facilitaría mucho las cosas.


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