jueves, 25 de abril de 2013

Celos que Matan cap 6


—PUEDES ayudarme con las bebidas —dijo Maggie más tarde mientras esperaba que llegaran los primeros invitados.

Habían colocado en una mesa larga todos los platos fríos y varias ensaladas.
Todo ofrecía un aspecto estupendo.

Maggie llevó a cabo con Demi lo que ella llamaba un «trabajo de rescate».
Le cepilló bien el pelo y le maquilló el rostro.

El apartamento estaba inmaculado y las muchachas se sintieron orgullosas al ver todo ordenado y limpio.
Demi se miró en el espejo y su aspecto atractivo la izo adoptar una expresión burlona.
Exteriormente estaba bien.

Nadie adivinaría lo que sentía en su interior, ya se encargaría ella de eso.
Se oyó el timbre de la puerta y Maggie sonrió:

— ¡Comenzó la guerra!

Demi conocía a los recién llegados y hubo ruidosas exclama­ciones de sorpresa y placer.
Hizo un breve resumen de su vida, durante los últimos dos años, pero no mencionó el aborto y se esforzó por parecer alegre y feliz.

Una hora después la habitación estaba llena, el ambiente estaba cargado por el humo y animado por las voces y la música.

Demi circulaba con alimentos y bebidas, sonreía, charlaba.
Había repetido varias veces lo mismo y su charla tenía una brillantez que disfrazaba las verdades ocultas.

Las personas preguntaban lo mismo y aceptaban las mismas respuestas.
Todo comenzaba a sonar tan bien, que ella misma lo creyó.

Entró a la pequeña cocina en busca de nuevas provisiones y hurgaba en un armario con la cabeza en el interior, cuando unas manos le rodearon la cintura y la hicieron gritar.

— ¡Te pesqué! —dijo una voz tan familiar que el corazón le dio un vuelco.

Se volvió con los ojos abiertos de par en par, riendo.

—¡Jake!

— Rata asquerosa — le dijo con su voz de pato y le apretó la cintura con las manos.

— ¡Jake! —volvía a repetir y no encontró nada más que decir porque su expresión de alegría no precisaba palabras.

Ver a Maggie fue maravilloso, pero a pesar de que ella y Maggie se llevaban muy bien, Jake había sido su amigo más íntimo y su aliado en todas las ocasiones.

—¿Te casarías con Freddie, verdad? —le preguntó y ella le miró asombrada, pero luego rió, porque recordó que era un fragmento de Pigmalion— Planeaba volar de regreso de Estados Unidos y cometer un silencioso asesinato, pero decidí sonreír y aguantarme si a quien realmente querías era a Joseph Fox.

—Llegaste a la cima, Jake —dijo felicitándolo.

—A la cima del mundo, ¡bah! — dijo con ligereza.

Siempre le apasionó Joseph Cagney.
Pasaron muchas veladas en el National Film Theatre viendo viejas películas y comiendo palomitas y cacahuetes.

Joseph jamás hubiera resistido ver el tipo de cintas que a ella y Jake le gustaban.
A él, le gustaban las cosas intelectuales, Chejov, Ibsen.
Eso le recordó algo y miró a Jake.

—Diste mucho que hablar con tu actuación en «Un mes en el campo».

—Alabanzas —dijo de buen humor—. Me encantan.

— Siempre te gustaron.

—Como un baño de agua hirviendo.

Le sonrió con un peculiar gesto lleno de vida.

Ella pensó que era una cara memorable: los huesos grandes y angulosos, el cabello castaño desordenado con un estilo muy personal y atractivo, los ojos tan brillantes como vidrio azul debajo de las cómicas cejas, espesas, y negras, que hicieron inconfundible su rostro.

Los caricaturistas las aprovechaban.
Ahora eran su firma personal.

—¿Qué se siente al hacer una película? — le preguntó ella.

—Un aburrimiento terrible. Me puse a leer algunos libros. Espe­ras, esperas... Me dio tiempo de leer «Guerra y Paz».

—Debes haber estado desesperado.

— Pensé en ti —dijo de pronto y la miró a la cara.

—¿Con todas esas muchachas hermosas a tu alrededor? El mundo del cine está lleno de ellas - dijo incrédula.

— ¡Muchachas hermosas! — comentó con desdén.


—¿Vas a decirme que pudieron resistir tu encanto juvenil?

—No lo diré —la miraba de forma insolente.

— Me imagino que podías elegir lo que quisieras.

—¿Celosa? —la sonrisa de Jake fue irónica.

—Locamente.

Él le puso un dedo en la mejilla y despacio lo llevó a la comisura de la boca.

—Te extrañé.

Demi asintió, sin contestar y sin discutir.
Ella también lo extrañó.
Durante tres años fueron parte uno del otro y Joseph los separó.
Pensó en el telegrama que Jake mandó para la boda y suspiró.

—Nunca conociste a Joseph.

La boca grande y fuerte se endureció.

—Mas vale así.

—¿Porqué?

—Le hubiera roto su hermosa nariz.

Ella no tomó en serio sus celos.
Jamás hubo nada romántico entre ellos, sólo una perfecta camaradería.

En los viejos tiempos, Jake la usó para mantener a raya a otras muchachas.
La abierta adoración que le profesaba fue un arma útil en contra de otras mujeres y ella lo permitió sin discusión.

Jake la levantó y la sentó sobre la mesa de la cocina con tanta facilidad como si fuera una criatura.
Ella lo miró de arriba abajo y por primera vez lo inspeccionó bien.

—Cambiaste —comentó.

—Tú también —le dijo mirándole con los ojos entreabiertos. La última vez que te vi no tenías ese cuerpo -puso una cara picara-. El matrimonio mejoró tu figura.

—Gracias —dijo con risa nerviosa.

Jamás lo había notado hasta ese momento, pero se dio cuenta que su cuerpo cambió durante los dos años con Joseph.

—Cuando nos conocimos, eras una pequeña monstruosidad, muy flaca. Maduraste de forma interesante.

—Ambos maduramos —dijo mirándolo de reojo.

Desde la última vez que se vieron, los hombros se habían ensanchado, lo que le daba una esbeltez que imaginaba que lo hacía irresistible para las mujeres que conocía.
Las columnas de chismes publicaban sus aventuras amorosas

—Tienes una gran reputación en Estados Unidos. Las mujeres te persiguen por todas partes.

La miró con burla y añadió cínicamente:

—No desperdicié las oportunidades que se me presentaron.

— ¡Vil criatura!

—¿Y tú? ¿El matrimonio resultó tal como esperabas? - los brillan­tes ojos la recorrieron de nuevo- Lo que sí puedo decir, es que te dio algo. ¿Siempre fuiste tan atractiva?

—¿Quieres decir que nunca lo notaste?

Volvieron a caer en la antigua forma de hablar burlona, como si nunca se hubieran separado.

— Yo sí lo noté, la que no lo hizo fuiste tú —se puso serio de pronto—. ¿Por qué desapareciste, Demi ? ¿Demasiado absorta por tu esposo?

— Algo así —desvió la mirada para ocultar su expresión.

—Dos años —dijo suavemente—. Dos malditos años... no vuelvas a hacerme eso.

Maggie entró al cuarto y se los quedó mirando.

 —¿Os divertís?

—Nos estamos poniendo al día —contestó Jake—. Hay muchas cosas que recordar.

—Tú eres la estrella de la velada — murmuró Maggie —. ¿Podría esperar hasta más tarde? La gente está esperando hablar contigo, conocerte.

—Que esperen —se encogió de hombros con una arrogancia nueva y Demi lo miró con agudeza.
Maggie suspiró.

—Vamos, Jake. ¡Con nosotros no te portes como estrella!

Se le endureció el rostro y los ojos azules mostraron frialdad.

—¿Qué dices?

El rostro de Maggie enrojeció.

—Todos sabemos que eres un genio en el teatro, pero te agradece­ría que accedieses a bajar del pedestal por una noche.

Los ojos de Jake brillaron y Demi le puso una mano sobre el brazo.
Los músculos se estiraron bajo sus dedos, volvió la cabeza y la miró.

—Maggie tiene razón... podemos hablar después. — Demi lo miró suplicante y su rostro adquirió una expresión curiosa.

Frunció las cejas y se quedó sentado observándola.
Inconscientemente, había usado la voz humilde y de súplica que se había acostumbrado a emplear con Joseph.

Su carácter lo hacía necesario y el cambio en ella fue tan gradual, que sólo lo notó bajo la astuta mirada de Jake.
La bajó de la mesa sin apartar las manos de su cintura.

—¿Piensas marcharte temprano?

Al pensar en volver a la fría y vacía elegancia de su hogar, su rostro se puso rígido como una máscara.

—No, no tengo prisa en irme.

—Quédate aquí esta noche - dijo Maggie al observarla - Hay un cuarto de huéspedes.

—Gracias, me gustaría.

— Entonces, tenemos una cita para más tarde —le dijo Jake y se dirigió a Maggie—. Llévame a la boca del lobo.

— Sinvergüenza presumido —dijo Maggie burlona.

Él se rió y la siguió a la fiesta.


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