jueves, 25 de abril de 2013

Celos que Matan cap 10


Oyó el timbre de la puerta y fue abrir.
Jake la miró con divertida ironía cuando entró en el apartamento.

— Muy atractiva —murmuró.

Se rió y miró la bata de seda amarilla que cogió del armario de Maggie.

—No es exactamente mi color.

—No sé — dijo burlándose —. Te queda bien. Sobre todo el estilo.

Era de solapas bajas, dejaba ver el atrevido camisón negro y ella se ruborizó.

—Me iré a cambiar.

—No puedo quedarme, espera un minuto... Hablé con mis amigos de la televisión y logré que te concedan una entrevista.

— ¡Eso es maravilloso!

—Llámame señor Arréglalo Todo —dijo con modestia.

—¿Cuándo?

—¿Cuándo puedes ir?

—No tengo gran cosa que hacer por el momento —dijo y desvió la mirada.

Jake se metió las manos a los bolsillos del pantalón.

—¿Hay café? No he desayunado.

—Haré un poco —entró en la cocina e hizo un gesto al ver el caos que había.

Tendría trabajo para rato.
Preparó el café y sacó dos tazas.
Jake entró, vio el desorden y exclamó:

— ¡Dios Todopoderoso! —Ella se rió.

—Lo arreglaré más tarde.

Él se quitó el suéter que era del mismo color que el pantalón.

—¿Tienes un delantal? Estos pantalones cuestan una fortuna y no quiero ensuciarlos.

— ¡ No tienes necesidad de hacer nada!

—¿Oíste alguna vez la frase «el trabajo se aligera con muchas manos»?

— ¡Jake, en serio, no hagas nada!

Él buscó detrás de la puerta y sacó un delantal de plástico azul brillante estampado con chillonas flores rosadas, dos corazones enla­zados y el romántico mensaje de ¡hola, marinero!
Jake lo miró con disgusto.

— ¡No soy yo! —pero se lo metió por encima de la cabeza.

La hizo reír y él le dio una palmada cariñosa.

—Nada de bromas... estoy aquí para trabajar —comenzó a apilar los platos y ella siguió preparando el café.

Cuando estuvo listo, sirvió dos tazas.
Se sentaron a tomar el café y charlaron acerca de la obra de televisión.
Él le explicó el tema.

—Tu papel es una parte pequeñísima, pero podría servirte de mucho. Ayuda bastante el que lo vean a uno en la pantalla.

Le hizo una serie de preguntas y escuchó absorta cuando se las contestó, con los codos sobre la mesa y la cabeza apoyada entre las manos.

Su ocupación favorita siempre había sido hablar de teatro y así seguía siendo.
Él miró el reloj.

— ¡Dios, se me hizo tarde!

—Lo siento, es mi culpa. No debí entretenerte.

—¿Y para qué son los amigos?

—Antes decías que para pedirles dinero prestado.

— Y para dormir con ellos —agregó mirándola de soslayo de forma maliciosa.

Demi rió y él añadió:

—Aunque por más insinuaciones que hacía, jamás me demostraste tanta amistad.

— Nunca insinuaste nada —dijo con franqueza.

—¿No? ¿Estás segura?

Se oyó un insistente timbrazo en la puerta

—Maggie —dijo él—. Le abriré al irme.

Salió y ella se rió, dándose cuenta que se le había olvidado quitarse el ridículo delantal.
Oyó que se abría la puerta y luego la nota violenta de la voz de Joseph.

El color abandonó su rostro.
Se puso de pie de un salto y abrió la puerta de la cocina.

Joseph la miró por encima de Jake.
Los grises ojos se fijaron en todos los detalles de su aspecto y ella se vio a través de sus ojos y se acobardó.

Estaba desaliñada y vestida de forma provocativa.
La bata de seda medio abierta, mostraba el blanco cuello y el comienzo de los senos.
Estaba descalza como si acabara de levantarse y tenía el cabello despeinado.

Las facciones de su marido se endurecieron al observarla con más detenimiento.
Miró con lentitud a Jake, quien lo estudiaba con una expresión peculiar y con labios ligeramente sonrientes.

Demi no encontraba qué decirle.
Esperaba que hablara y le­vantó la cara con desafío.

Joseph recorrió la figura de Jake en mangas de camisa y con desdén se detuvo en el mandil.

— Vístete —le dijo con los labios apretados—. Voy a llevarte a casa.

—No, amigo —intervino Jake — Ella se queda.

Joseph le golpeó.


se suponia qe ahora publicaria niley ..
pero es el cumpleaños de una personita super importante y ella pidio esto 
lovaticforever♥ cariño feliz cumpleaños espero qe te guste y mas tarde si puedo publico otra nove jemi♥
TESORO FELIZ CUMPLE ESPERO QE ESTE SEA UN DIA SUPER ESPECIAL PARA TI 
TEQUIERO♥ BESITOS Y QE CUMPLAS MUCHOS MAS

Celos que Matan cap 9


Sin embargo, hasta la tragedia de su aborto, habían estado en un terreno de igualdad segura... se atraían.
Continuaba existiendo parte de su amor.

Joseph siempre fue un amante apasionado.
Cerró los ojos y parpadeó.

Hacía mucho tiempo desde la última vez que la tuvo en sus brazos.
Comprendió que ambos se hicieron mucho daño.

Joseph había tomado su vivaz y extrovertida personalidad y la había cambiado de acuerdo con su mentalidad, pero al hacerlo, destruyó todo lo real y vivo de su persona.

Ella se volvió callada y tranquila, hasta que al tinal se alejó por completo de la vida.
También ella causó daño a Joseph.
Se dio cuenta de cuando esa  mañana oyó el tono angustiado de su voz.

Lo había herido sin querer y ahora se sentía invadida por la amargura.
Sólo quedaba algo que hacer al respecto.

—Tengo que divorciarme de él — pensó en voz alta y temblorosa.

Cerró los ojos agotada y volvió a dormirse.
Cuando despertó era de día y Maggie le traía una bandeja con el desayuno.

—Té y pan tostado. Me voy a ensayar. ¿Nos veremos más tarde?

—¿Temes que me convierta en huésped permanente de tu cuarto de visitas, ángel? -usó la palabra cariñosa con ligereza.

En un tiempo usaban esos nombres para todo.
Cariño, ángel, querida... que no significaban nada y sin embargo estaban llenos de significado.

—Es tuyo mientras lo quieras. Un cambio te haría bien.

—Jake mencionó algo acerca de una entrevista.

—¿Para ti?

—Posiblemente.

—¿Y aceptaste? —Maggie sonrió de oreja a oreja.

—Creo que sí. Cuando me lo dijo estaba un poco indecisa pero fue muy persuasivo.

—Me lo contarás cuando regrese — dijo Maggie mirando el re­loj—. Es tarde y Baldy Longword se disgustará conmigo.

—¿El productor? —a Demi le dio envidia. Era una persona respetada en el ambiente artístico—. ¡Qué suerte tienes!

—No si llego tarde — dijo Maggie apesadumbrada.

Cuando se fue, Demi mordisqueó la tostada y tomó un poco de té.
luego, miró el reloj y se salió de la cama al darse cuenta que todavía no había llamado a Joseph,

Pensó que ya no estaría en casa, sino en el juzgado.
Llamó a su despacho y Withers contestó.

— ¡Oh, señora Fox! —dijo con alivio, siempre la llamaba así—. El señor Joseph ha estado muy preocupado por usted...

—Me quedé en casa de una amiga después de una fiesta. Temo que me olvidé de la hora. Ya sabe cómo es eso... no quise despertar a mi esposo a una hora avanzada.

— No durmió —dijo Withers con reproche—. Estaba preocupadí­simo por usted... Llamó a la policía, a los hospitales...

Ella palideció.

— ¡Oh, no! —¿por qué no se le ocurrió que Joseph podía estar tan preocupado? Se portó de forma irresponsable al desaparecer sin decir palabra—. ¿Está ahora en el juzgado?

—No, está en casa esperándola.

Demi colgó enseguida y llamó a Joseph.
El auricular se levantó antes de que terminara el primer timbrazo.

 —¿Joseph?- murmuró nerviosa.

Hubo un silencio que le pareció durar para siempre.

—¿Dónde diablos estabas? -la pregunta quemó su oreja y ella saltó.

Habló con palabras incoherentes.

—Siento no haber llamado. Fui a una fiesta... me olvidé de la hora y era tan tarde que me quedé a pasar la noche.

—¿Dónde? ¿Con quién? — preguntó con brusquedad — ¿Dónde estabas?

Titubeó, temerosa de mencionar el nombre de Maggie para que no se enojara más.

—Yo... donde la... amiga que dio la fiesta... fue más fácil que tomar un taxi hasta casa y despertarte a esas horas.

—¿Cuál es la dirección?

Ella se la dio automáticamente.

—Joseph, pido disculpas. Me doy cuenta que debe haberte preocu­pado, pero estoy bien. Fue una imprudencia no avisarte.

—¿Ah, te diste cuenta? -dijo sarcástico— Quédate allí, iré por ti.

—No — dijo a toda prisa—. Yo... pensé quedarme unos días. Tú, estás muy ocupado y no tengo gran cosa que hacer en casa. ¿No te importará que me ausente por un tiempo, ¿verdad?

De nuevo el silencio, pero podía oírlo respirar en forma irregular.

—Será mejor que te vayas a trabajar —añadió con rapidez—. El pobre Withers está frenético. Siento haber causado tantos problemas.

—¿De veras? —dijo con voz helada— Es una lástima que no hayas pensado en eso antes. Adiós, Demi .

El sonido al colgar el auricular la hizo cerrar los ojos y suspiró estremecida.

— ¡ Adiós, Joseph! — dijo como despedida.

Todo terminó con facilidad.
Dos palabras.

Adiós, Demi pare­cía tener eco en el aire y ella apretó las manos.
Dos años de felicidad, incomprensión y anhelos compartidos que se habían terminado en unos minutos.

Tai vez Joseph todavía no lo sabía, pero lo entendería después de un tiempo.
Ella no quería tener una ruptura dramática, cargarlo con más culpa, más infelicidad.

Que pensara que había vuelto de nuevo al teatro.
No tenía que aceptar que lo había visto con la otra mujer.

Eso facilitaría mucho las cosas.


Celos que Matan cap 8


Lo tomó como una de las bromas de Jake.
Joseph se había puesto furioso, pero ambos lo olvidaron durante los embriagadores días de la luna de miel.

—Quise darle algo en que pensar — se encogió de hombros — ¿Por qué te casaste con un extraño, Demi ? Lo hiciste de repente, mientras yo estaba en el otro lado del mundo.

—Si te lo dijera, no comprenderías.

—¿Y por qué diablos no?

—Por amor. Me enamoré de él Jake.

—¿Y ahora?

Ella cerró los ojos y se estremeció.

—Dios sabe —contestó estremeciéndose.

—Estás fuera de tus casillas —dijo Jake—. Maggie piensa que debías dejarlo y volver con nosotros.

— ¡Maggie piensa! —dijo molesta—. ¡Quisiera que mantuviera sus pensamientos para sí!

—Perteneces al teatro. Eras una actriz muy buena.

—Nunca llegué a nada.

—Desististe muy pronto. Cuando me fui, tenías un buen papel.

—No era malo — admitió al recordar la excitación y embriaguez de esos días.

—¿Por qué no lo intentas de nuevo? Es tu mundo tanto como el mío. Maggie y yo te ayudaríamos. Ahora conozco a mucha gente. Podría recomendarte a gente importante.

— ¡Dios mío!, no me di cuenta que contaba con amigos influ­yentes.

El sonrió y se relajó.

—Bueno, date cuenta ahora. Sé franca, Demi ¿quieres regre­sar al teatro o no?

Pensó en Joseph con la mujer en sus brazos.
Él quería terminar con el matrimonio.
Lo consideraba como un error y tal vez tenía razón.

Hacía un año que ya no eran felices juntos y el nerviosismo con que lo trataba no contribuía a mejorar sus relaciones.

Jake la observaba tratando de leer sus pensamientos y ella le miró llena de emociones confusas.

— No sé.

— Piénsalo —le dijo con sonrisa satisfecha—. Te veré mañana temprano. Se me ocurre que podrías hacer una prueba para una pequeña parte en una serie de televisión.

—¿Ah, sí? —su pulso latió más de prisa al oír las palabras dichas con indiferencia.

Se ruborizó y él le sonrió divertido.

—Esto te serviría como venganza, ¿verdad?

—¿Qué papel es? -preguntó ansiosa.

— Estoy haciendo una serie sobre Napoleón. Buscan a una Jose­fina. Por la forma en que está escrita la serie, sólo son unas cuantas líneas... el énfasis está en el aspecto militar de su carácter. Ni siquiera puedo prometer que te tomarán en cuenta para el papel, pero podrías probar.

— Si tú insistes —dijo observándolo con calma.

Su nombre pesaba ahora.
Podría manipular cosas así.

Tal vez no pudiera garantizar el papel, pero sí podría hacer que la recibieran.
Jake le levantó la barbilla.

—¿Quieres que te consiga la entrevista?

Demi buscó una respuesta sin estar segura de cuál debía ser.
Si Joseph quería el divorcio, ella tendría que buscarse un futuro, una vida sin él.

Había extrañado a sus amistades, su charla familiar acerca del teatro, todo el obsesivo mundo de la farándula.

— Sí — dijo impulsivamente de pronto—. ¡Gracias, Jake!

El rostro de él adquirió un curioso aspecto triunfal.

—De acuerdo —miró a la rubia que lo esperaba malhumorada—. Será mejor que regrese a su lado antes que pierda la paciencia y me abandone.

— ¡Hazlo! —rió Demi .

—Nos veremos —dijo y se acercó a la otra muchacha.

El rostro se le iluminó cuando lo vio acercarse y una sonrisa asomó a su boca.
Demi los observó con divertida ironía.

Jake había triunfado, una mirada y todas caían.
No lo recordaba como mujeriego, pero era evidente que ahora le divertía el papel.

Esa noche, Maggie la acomodó en la alcoba vacía, y le prestó un camisón negro con encaje rojo entretejido en el escote.

—¡Oh, tengo que llamar a Joseph! — exclamó Demi asustada al darse cuenta que no lo había recordado antes.

—¿A las tres de la mañana? Yo no te aconsejaría hacerlo, cariño. No te lo agradecerá si tiene que levantarse temprano para ir al juzgado.

— No —Demi  se mordió el labio—. Tal vez tienes razón,— luego palideció—. Me pregunto lo que creerá que estoy haciendo...

—Déjalo para mañana — le dijo su amiga y apagó la luz.

Se durmió casi enseguida, pero antes del, amanecer despertó sobresaltada con lágrimas en ios ojos por el sueño que había tenido.

Todavía podía verlos, la cabeza de la mujer levantada, Joseph incli­nado sobre ella y oyó el murmullo de su voz al decir:
«Dios, ya no resisto más»

No sabía con exactitud en qué momento se habían aiejado el uno del otro.
No dudaba que Joseph le había amado un tiempo aunque pertenecían a mundos diferentes y eran opuestos en todo.

Joseph se ganaba la vida con el cerebro duro y frío; en el juzgado era un adversario peligroso, de lengua cruel y mirada afilada como el acero.

Una vez fue a verle trabajar y fue como una pesadilla ver a ese hombre alto con peluca blanca.
Le asustó y perturbó. S
e dio cuenta que después de eso comenzó a tenerle miedo.

Él empezó a hablarle con la voz que usaba en el juzgado, fría y clara y a mirarle con ojos penetrantes.
Esa actitud le hizo apartarse de él.

Maggie tenía razón.
La pérdida de su hijo fue la gota que derramó el vaso.

Joseph y ella ya estaban bastante alejados antes de eso.


Celos que Matan cap 7


Demi se quedó buscando los alimentos que trató de encontrar antes.
Después, regresó a la fiesta y vio a Jake rodeado de chicas.

Observó como flirteaba abiertamente con una bonita rubia.
La chica no ocultaba su fascinación y Demi imaginó que eso era algo que se repetía a menudo.

¡Era cierto que Jake había llegado a la cima!
Maggie se le acercó y mordisqueó un pedazo de apio.

— Su actuación es estupenda —dijo con sequedad.

—Trata de hacerte honor — aceptó Demi y ambas sonrieron.

—Es un buen actor — admitió Maggie como para borrar la sospe­cha de celos profesionales —. Merece el éxito que tiene.

— Sin embargo, es curioso —murmuró Demi —. ¿Recuerdas lo tonto que era en la escuela de arte dramático? Nunca ponía atención y yo nunca creí que realmente quisiera actuar.

— Tal vez es mejor actor de lo que pensarnos, tanto fuera como dentro del escenario —dijo Maggie y la miró de forma curiosa.

Demi vació los ceniceros, recogió un montón de vasos sucios y se dirigió a la cocina a lavarlos.
Un hombre joven con pantalones de pana y suéter blanco, la siguió.

—¿Necesita ayuda?

—Gracias —contestó sonriendo.

Trabajaron un rato juntos.

—¿Actriz? —dijo mirándola de arriba abajo.

—No —contestó ligeramente desconsolada.

—¿Amiga de Maggie? — puso cara de sorpresa.

Maggie no cono­cía a nadie fuera de ese ambiente.

—Si.

—¿Modelo?

Ella sonrió moviendo la cabeza.

— Debía serlo —dijo con tono insinuante—. Podría tener mucho éxito. ¿Quiere algunas presentaciones? Podría conseguirle trabajo.

Demi lo miró con frialdad.

—No, gracias, soy casada.

Él se echó para atrás como si lo hubiera abofeteado.

—Bueno, encantado de servirla en cualquier momento — desapa­reció como si temiera por su vida y ella sonrió para sus adentros.

Pensó que el muchacho trató de usar el viejo truco del empleo y pensó que hacía mucho tiempo que alguien había intentado conseguir una cita con ella con el mismo pretexto.

Era divertido.
Maggie entró y le hizo una mueca.

—Deja de esconderte aquí y únete al resto... viniste a divertirte, no
a trabajar.

Demi se dejó llevar de nuevo a donde estaban todos y le sonrió a la gente, habló y escuchó hablar de teatro.

En un momento dado se encontró espalda con espalda con Jake.
Se tocaron y giraron para verse.
Él le hizo un guiño.

La rubia seguía colgada de su brazo y él no hacía ningún esfuerzo para zafarse.
Los ojos de Demi contemplaron a ambos y sonrió antes de apartarse.

Comenzó a sentir que jamás se había ido.
Al principio le fue difícil poner a un lado el recuerdo de Joseph con otra mujer en los brazos, pero ahora lo hacía sin esfuerzo.

Cada vez que el pequeño cuadro surgía en su cabeza, lo apartaba y sonreía más.
La fiesta comenzó a desanimarse a las dos.
La gente se iba, el aire aclaró y la música se oyó más suave.

Unos cuantos invitados bailaban adormilados ahora que había lugar para moverse.
Jake se apartó de la rubia y se le acercó.

—¿Bailamos?

Ella lo miró sorprendida, notó que la rubia la miraba sin disimular los celos.

—No quiero que me saquen los ojos. Regresa con Rizos de Oro.

Jake no contestó.
Le rodeó la cintura con un brazo y la empujó.

Ella lo siguió alrededor del cuarto con la mano sobre el hombro.
Él puso la mejilla sobre el cabello femenino.

—Maggie me ha dicho que tu matrimonio está a punto de naufragar.

Demi se puso rígida, se tropezó.

—No tiene ningún derecho...

Él la miró serio, a los ojos.

—Maggie y yo somos tus amigos más antiguos. Tiene todo el derecho. Estamos preocupados.

— ¡No es asunto vuestro! —el dolor hizo que su voz pareciera brusca.

—Por lo que Maggie me dijo, Joseph Foster es un desgraciado.

—No debí decirle nada. No creí que le contaría a todo el mundo lo que le dije.

Jake le apretó el brazo y la lastimó.

—¿Tratas de insultarme, Demi ?

- Lo siento — se disculpó al verlo enfadado.

—Eso espero.

—Pero mi matrimonio es asunto privado.

—Se lo contaste a Maggie ¿por qué me excluyes a mí?

Su mirada la hizo ruborizar.

—Cuando hablé con Maggie estaba aturdida. Supongo que necesi­taba un hombro para poder llorar.

—Usa el mío.

—Es distinto.

—Siempre nos llevamos mejor que Maggie y tú. ¿Ya no somos amigos, Demi ?

A Joseph no le gustaba Maggie, pero sabía que menos le agradaría Jake si lo conocía.
Sonrió con tristeza.

—Causaste a Joseph una mala impresión con ese telegrama.

—¿Se puso celoso?

Algo en su voz hizo que lo mirara con más cuidado.

— ¡Jake! ¿Lo hiciste deliberadamente? —jamás se le había ocu­rrido antes.


Celos que Matan cap 6


—PUEDES ayudarme con las bebidas —dijo Maggie más tarde mientras esperaba que llegaran los primeros invitados.

Habían colocado en una mesa larga todos los platos fríos y varias ensaladas.
Todo ofrecía un aspecto estupendo.

Maggie llevó a cabo con Demi lo que ella llamaba un «trabajo de rescate».
Le cepilló bien el pelo y le maquilló el rostro.

El apartamento estaba inmaculado y las muchachas se sintieron orgullosas al ver todo ordenado y limpio.
Demi se miró en el espejo y su aspecto atractivo la izo adoptar una expresión burlona.
Exteriormente estaba bien.

Nadie adivinaría lo que sentía en su interior, ya se encargaría ella de eso.
Se oyó el timbre de la puerta y Maggie sonrió:

— ¡Comenzó la guerra!

Demi conocía a los recién llegados y hubo ruidosas exclama­ciones de sorpresa y placer.
Hizo un breve resumen de su vida, durante los últimos dos años, pero no mencionó el aborto y se esforzó por parecer alegre y feliz.

Una hora después la habitación estaba llena, el ambiente estaba cargado por el humo y animado por las voces y la música.

Demi circulaba con alimentos y bebidas, sonreía, charlaba.
Había repetido varias veces lo mismo y su charla tenía una brillantez que disfrazaba las verdades ocultas.

Las personas preguntaban lo mismo y aceptaban las mismas respuestas.
Todo comenzaba a sonar tan bien, que ella misma lo creyó.

Entró a la pequeña cocina en busca de nuevas provisiones y hurgaba en un armario con la cabeza en el interior, cuando unas manos le rodearon la cintura y la hicieron gritar.

— ¡Te pesqué! —dijo una voz tan familiar que el corazón le dio un vuelco.

Se volvió con los ojos abiertos de par en par, riendo.

—¡Jake!

— Rata asquerosa — le dijo con su voz de pato y le apretó la cintura con las manos.

— ¡Jake! —volvía a repetir y no encontró nada más que decir porque su expresión de alegría no precisaba palabras.

Ver a Maggie fue maravilloso, pero a pesar de que ella y Maggie se llevaban muy bien, Jake había sido su amigo más íntimo y su aliado en todas las ocasiones.

—¿Te casarías con Freddie, verdad? —le preguntó y ella le miró asombrada, pero luego rió, porque recordó que era un fragmento de Pigmalion— Planeaba volar de regreso de Estados Unidos y cometer un silencioso asesinato, pero decidí sonreír y aguantarme si a quien realmente querías era a Joseph Fox.

—Llegaste a la cima, Jake —dijo felicitándolo.

—A la cima del mundo, ¡bah! — dijo con ligereza.

Siempre le apasionó Joseph Cagney.
Pasaron muchas veladas en el National Film Theatre viendo viejas películas y comiendo palomitas y cacahuetes.

Joseph jamás hubiera resistido ver el tipo de cintas que a ella y Jake le gustaban.
A él, le gustaban las cosas intelectuales, Chejov, Ibsen.
Eso le recordó algo y miró a Jake.

—Diste mucho que hablar con tu actuación en «Un mes en el campo».

—Alabanzas —dijo de buen humor—. Me encantan.

— Siempre te gustaron.

—Como un baño de agua hirviendo.

Le sonrió con un peculiar gesto lleno de vida.

Ella pensó que era una cara memorable: los huesos grandes y angulosos, el cabello castaño desordenado con un estilo muy personal y atractivo, los ojos tan brillantes como vidrio azul debajo de las cómicas cejas, espesas, y negras, que hicieron inconfundible su rostro.

Los caricaturistas las aprovechaban.
Ahora eran su firma personal.

—¿Qué se siente al hacer una película? — le preguntó ella.

—Un aburrimiento terrible. Me puse a leer algunos libros. Espe­ras, esperas... Me dio tiempo de leer «Guerra y Paz».

—Debes haber estado desesperado.

— Pensé en ti —dijo de pronto y la miró a la cara.

—¿Con todas esas muchachas hermosas a tu alrededor? El mundo del cine está lleno de ellas - dijo incrédula.

— ¡Muchachas hermosas! — comentó con desdén.


—¿Vas a decirme que pudieron resistir tu encanto juvenil?

—No lo diré —la miraba de forma insolente.

— Me imagino que podías elegir lo que quisieras.

—¿Celosa? —la sonrisa de Jake fue irónica.

—Locamente.

Él le puso un dedo en la mejilla y despacio lo llevó a la comisura de la boca.

—Te extrañé.

Demi asintió, sin contestar y sin discutir.
Ella también lo extrañó.
Durante tres años fueron parte uno del otro y Joseph los separó.
Pensó en el telegrama que Jake mandó para la boda y suspiró.

—Nunca conociste a Joseph.

La boca grande y fuerte se endureció.

—Mas vale así.

—¿Porqué?

—Le hubiera roto su hermosa nariz.

Ella no tomó en serio sus celos.
Jamás hubo nada romántico entre ellos, sólo una perfecta camaradería.

En los viejos tiempos, Jake la usó para mantener a raya a otras muchachas.
La abierta adoración que le profesaba fue un arma útil en contra de otras mujeres y ella lo permitió sin discusión.

Jake la levantó y la sentó sobre la mesa de la cocina con tanta facilidad como si fuera una criatura.
Ella lo miró de arriba abajo y por primera vez lo inspeccionó bien.

—Cambiaste —comentó.

—Tú también —le dijo mirándole con los ojos entreabiertos. La última vez que te vi no tenías ese cuerpo -puso una cara picara-. El matrimonio mejoró tu figura.

—Gracias —dijo con risa nerviosa.

Jamás lo había notado hasta ese momento, pero se dio cuenta que su cuerpo cambió durante los dos años con Joseph.

—Cuando nos conocimos, eras una pequeña monstruosidad, muy flaca. Maduraste de forma interesante.

—Ambos maduramos —dijo mirándolo de reojo.

Desde la última vez que se vieron, los hombros se habían ensanchado, lo que le daba una esbeltez que imaginaba que lo hacía irresistible para las mujeres que conocía.
Las columnas de chismes publicaban sus aventuras amorosas

—Tienes una gran reputación en Estados Unidos. Las mujeres te persiguen por todas partes.

La miró con burla y añadió cínicamente:

—No desperdicié las oportunidades que se me presentaron.

— ¡Vil criatura!

—¿Y tú? ¿El matrimonio resultó tal como esperabas? - los brillan­tes ojos la recorrieron de nuevo- Lo que sí puedo decir, es que te dio algo. ¿Siempre fuiste tan atractiva?

—¿Quieres decir que nunca lo notaste?

Volvieron a caer en la antigua forma de hablar burlona, como si nunca se hubieran separado.

— Yo sí lo noté, la que no lo hizo fuiste tú —se puso serio de pronto—. ¿Por qué desapareciste, Demi ? ¿Demasiado absorta por tu esposo?

— Algo así —desvió la mirada para ocultar su expresión.

—Dos años —dijo suavemente—. Dos malditos años... no vuelvas a hacerme eso.

Maggie entró al cuarto y se los quedó mirando.

 —¿Os divertís?

—Nos estamos poniendo al día —contestó Jake—. Hay muchas cosas que recordar.

—Tú eres la estrella de la velada — murmuró Maggie —. ¿Podría esperar hasta más tarde? La gente está esperando hablar contigo, conocerte.

—Que esperen —se encogió de hombros con una arrogancia nueva y Demi lo miró con agudeza.
Maggie suspiró.

—Vamos, Jake. ¡Con nosotros no te portes como estrella!

Se le endureció el rostro y los ojos azules mostraron frialdad.

—¿Qué dices?

El rostro de Maggie enrojeció.

—Todos sabemos que eres un genio en el teatro, pero te agradece­ría que accedieses a bajar del pedestal por una noche.

Los ojos de Jake brillaron y Demi le puso una mano sobre el brazo.
Los músculos se estiraron bajo sus dedos, volvió la cabeza y la miró.

—Maggie tiene razón... podemos hablar después. — Demi lo miró suplicante y su rostro adquirió una expresión curiosa.

Frunció las cejas y se quedó sentado observándola.
Inconscientemente, había usado la voz humilde y de súplica que se había acostumbrado a emplear con Joseph.

Su carácter lo hacía necesario y el cambio en ella fue tan gradual, que sólo lo notó bajo la astuta mirada de Jake.
La bajó de la mesa sin apartar las manos de su cintura.

—¿Piensas marcharte temprano?

Al pensar en volver a la fría y vacía elegancia de su hogar, su rostro se puso rígido como una máscara.

—No, no tengo prisa en irme.

—Quédate aquí esta noche - dijo Maggie al observarla - Hay un cuarto de huéspedes.

—Gracias, me gustaría.

— Entonces, tenemos una cita para más tarde —le dijo Jake y se dirigió a Maggie—. Llévame a la boca del lobo.

— Sinvergüenza presumido —dijo Maggie burlona.

Él se rió y la siguió a la fiesta.


sábado, 20 de abril de 2013

An obsession with the past cap13



Abandonarlo antes de que el pudiera pedirle que se fuera, era la única forma de salvar su orgullo, que era todo loque le quedaba.

 — Por supuesto que lo entiendo — respondió tajante, resistiendo el Impulso de envolver los brazos alrededor de su esbelto cuerpo, porque a pesar de lo caluroso del día, sentía un doloroso frío interno — Pero no es nada realmente importante; no tiene nada que ver con mis razones para querer una separación.

 —¿Y cuáles son esas razones? — se acercó más y los mismos árboles parecieron detener su movimiento.

Demi no podía hablar, el corazón le latía apresurado y la cabeza le daba vueltas.
No podía mentirle, no en algo así, pensó entristecida y alalzar la vista observó el rostro tenso de él.
Simplemente no podía hacerlo.

¿Cómo podía negar su amor por él?
¿Ese amor que maduró y se intensificó desde que ella tenía quince años?

 —Tus razones, Demi — la apremió hosco, entornando los párpados estudiando los rasgos angustiados de ella.

 — Me imagino que son las mismas que las tuyas — replicó ella sin aliento,apartándose — Los dos sabemos lo que han sido los últimos meses. El matrimonio simplemente no funcionó.

Que él interpretara eso como mejor le pareciera, pensó aturdida, tratando desofocar un sollozo.

Y la interpretación más probable que le daría a su evasiva respuesta sería que, igual que él, ella estaba cansada de esa relación estéril que hacía mucho tiempo había llegado a la etapa en que, incluso el deseo físico, había muerto por completo.

La forma en que antes se negó a aceptar la mano de él, evitando su contacto, reforzaría esa opinión.

 — No lo creo — se veía como si ella lo hubiera abofeteado y Demi no podía entenderlo... Su cerebro estaba demasiado confundido.

¿Por qué simplemente notomaba lo que ella le ofrecía en bandeja, terminaba ron todo y se alejaba corriendo...de regreso a casa, en donde lo esperaba la ansiosa Zanna?
¿Por qué prolongar esa terrible confrontación?

No podría soportar mucho tiempo más.
Sus emociones la habían afectado desdeque escuchó esa conversación, tratando de evitar lo inevitable, huyendo cuando leinformó que Zanna y él tenían algo qué decirle.

Débil, cerró los ojos y no hizo nada para impedir que las lágrimas se deslizaran por sus mejillas.
Todo lo que quería eraque él la dejara sola, que le permitiera conservar su dignidad.

 Ya tenía lo que quería ¿o no?
¿También tenía que causarle más dolor?

—Demi , no lo hagas — su voz era áspera y antes de que ella se diera de lo que sucedía.

Los brazos de Joe la rodearon estrechándola contra su cuerpo y por un absurdo momento se aferró a él, bloqueando su mente a todo lo demás.

—Dime lo que te sucede — murmuró él.

Haciéndola apoyar la cabeza sobre el sólido ángulo de su hombro con una mano fuerte y Demi sintió que la sangre corría apresurada por sus venas, drogándola; sólo cuando la otra mano de él inició un lento movimiento para acariciar su espalda se dio cuenta de lo que hacía.

Le estaba permitiendo tomar la iniciativa una vez más, como siempre lo hizo en su relación.
No contento con hacerla a un lado, cuando la mujer a quien realmente amaba volvió a aparecer en escena, quería acabar con sus destrozados sentimientos.

Pues bien, no halagaría su vanidad masculina.
Apartó la cabeza, apretó los puños y lo empujó por los hombros; en el límite de sus tuerzas, dijo entre dientes:

 — ¿No puedes dejarme en paz?

Sus esfuerzos para alejarlo fueron en vano; parecieron incrementar el deseo de él de dominarla, pensó frenética al notar su respiración agitada y el salvaje destello ensus ojos cuando la sujetó con más fuerza y exclamó:

 — ¿Por qué diablos debería hacerlo? ¡Maldita sea, aún eres mi esposa!

Luego el mundo se quedó inmóvil, silencioso, y en los oídos de Demi sólo resonaban los caóticos latidos de su corazón, sus propios sollozos y la respiración agitada de él que escapaba entre sus labios apretados, antes de que su boca se apoderara de la suya dándole un beso brutal, como nunca antes lo había hecho.

Suvigoroso cuerpo venció sus débiles intentos de huir, haciéndolos caer a ambos sobre el mullido suelo del bosque, y arrastrándolos hacia un calor oscuro y ardiente del que nohabía salida, y del cual habían desaparecido todos los sentidos y la razón, porque, aunque él ya no la quería en su vida, ella todavía era legalmente su posesión y quería grabar en ella su marca, por última vez, sólo para demostrar su dominio.

Eso iba a ser una violación...
PERO no fue una violación.
Por supuesto que no.

En lo que a Joe concernía, el cuerpo de Demi era todo fuego y furia, igualándose a lo que él sentía.

Hacía tanto tiempo que no la tocaba, que no la deseaba, que cuando Demi sintió el cuerpo duro cubriendo el suyo, todo pensamiento lógico huyó de su cabeza y le echó los brazos al cuello para acercarlo más.

Como si su ansiosa respuesta hubiera desencadenado un acercamiento más suave, la ternura que siempre fue una parte intrínseca de su pasión, desde los primeros días de su matrimonio, cambió la actitud de él y se hizo más suave; ahora su boca saboreaba la de ella, explorando un mundo dentro de otro mundo, buscando y encontrando la puerta que llevaba al alma de ella.

Porque su alma, su corazón, su mente y su cuerpo siempre le pertenecerían a él, sin importar lo que sucediera, pensó Demi y bloqueó su mente cuando los hábiles dedos de él desabotonaban su blusa y deslizaron la suave tela sobre sus hombros; cedió y elmomento... el futuro, el pasado, ya no eran importantes.

Con un suave gemido, Joe sepultó la cara en sus senos y Demi arqueó el cuello, mientras sus manos acariciaban ávidas la ancha espalda debajo de la sudadera.
No fue un viaje de descubrimiento; ella simplemente regresaba a casa.

Conocía y adoraba cada centímetro de ese duro cuerpo masculino y cuando él alzó la cabeza yla miró con ojos centelleantes, Demi sólo pudo murmurar su nombre.

 — Bésame — le ordenó él áspero.

Con la piel tensa sobre los angulosos pómulos y ella le enmarcó la cabeza entre sus manos, enredando los dedos en el cabello suave yoscuro, acercándolo a sus receptivos labios entreabiertos.

Y cuando se sintió morir bajo el dulce tormento de la boca de él, Joe serodó hacia un lado, mirándola a los ojos con ardiente intensidad mientras se desabrochaba la hebilla del cinturón.

Demi sintió que todo su cuerpo se estremecía condébiles temblores de necesidad.

Hacía tanto tiempo que ansiaba el amor que él le había negado, que su unión sobre el mullido suelo del bosque fue explosiva, provocándole una salvaje y tumultuosa liberación que la dejó saciada.

Con el delicado cuerpo sofocado por la pasión, se acurrucó contra el calor del cuerpo masculino y se quedó dormida como una niña.


An obsession with the past cap12


No podía entender  por qué el experimentó ese desagrado instantáneo hacia el inofensivo Wilmer. 
Debería estrecharle la mano y darle una palmada en la espalda. 

¡Después de todo, le había ofrecido a su indeseada esposa un trabajo, un salario y alojamiento!

Se estremeció cuando él cerró con fuerza la puerta del auto tan pronto como ella se instaló en el asiento y se mordió el labio cuando lo vio rodear el auto para ocupar su lugar al volante. 

Sabía que él era capaz de encolerizarse; había sostenido suficientes conversaciones confidenciales con las esposas de sus empleados y colegasde negocios, durante esos fines de semana de trabajo en South Park, para saber que aunque era justo y siempre estaba dispuesto a escuchar los puntos de vista de los demás, su helada ira, cuando alguien no estaba a la altura de sus exigencias, era algo que debía evitarse a toda costa.

Pero ella nunca antes la experimentó, hasta ahora. 
La hacía sentirse pequena y vulnerable, amenazada, como si se hubiera convertido en un desconocido peligroso y amenazador.

Cuando salieron del patio para dirigirse a la campiña, a lo que Demi consideró era una velocidad peligrosa, se obligó a mirar hacia adelante, sin dar muestras de ninguna emoción.

Ni siquiera le preguntaría a dónde diablos pensaba llevarla. 
No podía confiar en su voz. 
El también guardaba silencio, concentrado en conducir el veloz auto.

Demi no se sorprendió. 
Desde el accidente, se habían roto las líneas de comunicación. 
Antes, siempre podían hablar de cualquier cosa.

Eso fue una de las cosas que intensificaron su amor por él cuando empezó a trabajar en South Park.

Al fin, él detuvo el auto frente a un sendero que se adentraba en el bosque y Demi bajó, cerrando la puerta y apoyándose contra el coche, débil y aliviada.

La tensión, la cólera silenciosa de él eran más de lo que podía soportar y aspiró una bocanada de aire fresco, perfumado por los árboles del bosque y el olor penetrante del océano; se secó con el dorso de la mano las gotas de sudor que cubrían su labio superior.

El se quedó de pie frente a ella, una presencia sombría y silenciosa que hizo que el corazón le diera un vuelco al oírlo acercarse con pasos silenciosos.

Pero ahora había algo diferente, como si la concentración necesaria para conducir, el auto hubiera ahuyentado su cólera.

Lo miró a los ojos, pero bajó la vista al reconocer la expresión más suave en los ojos y los rasgos de él.

¿Compasión? 
¿Lástima?

No necesitaba eso.
Siempre la trató con amabilidad y respeto, incluso después de que perdió al hijo que él tanto anhelaba.

Debía sentir lástima de ella, sabiendo que estaba a punto de informarle el motivo del regreso de Zanna después de tanto tiempo.

No era un hombre deliberadamente cruel y no querría causarle un dolor, pero no podía evitarlo, para él, Zanna siempre fue una obsesión. 
Aún lo era y siempre lo sería.
Todos lo sabían y por eso, quienes la querían, sus padres y Miley , le advirtieron que no aceptara su proposición de matrimonio.

Debió escucharlos, pero estaba demasiado segura de su capacidad deshacerlo olvidar a la otra mujer y enseñarlo a amarla a ella.

Estaba segura de que lo lograría,sobre todo cuando le diera el hijo que él tanto deseaba.

 —Vamos a caminar  — su voz era apagada, seguramente por el pesar de lo queestaba a punto de decirle.

Pero ella no quería su compasión.
Quería su amor y jamás lo tuvo. 
Ahora sabía que jamás lo tendría.

 —Vamos — repitió él y le tendió una mano.

Ella la ignoró y se hizo a un lado, poniendo mucho espacio entre ellos cuando echó a andar por el solitario sendero en el bosque.

El la siguió y la alcanzó, caminando con pasos apresurados para seguir por un sendero más angosto y poco transitado; Demi lo siguió, pues no podía hacer otra cosa, sabiendo que él la llevaría a rastras si ella cedía a sus instintos y se sentaba en el suelo,echaba la cabeza hacia atrás y empezaba a gritar.

Justo cuando pensó que estaba condenada a seguirlo por ese solitario lugar durante una eternidad, él habló por encima del hombro.

 — Cuando me dejaste, debiste decirme que no soportas que te toque. ¡Tal vez entonces no me habría molestado en buscarte!

 — ¡No sé por qué lo hiciste! — gritó ella furiosa y con la respiración agitada, más porque sabía que al fin iba a empezar la última confrontación, que por el paso rápido de él.

Mientras él no supiera lo mucho que anhelaba su contacto y con qué frecuencia, durante los últimos tres meses, lloró hasta quedarse dormida, ansiando la intimidad  física que antes compartían y que él rechazó, podría aferrarse a su dignidad, que apenas empezaba a recuperar.

 —¡Pensé que estarías demasiado ocupado en South Park, con Zanna... y el pequeño Harry!

Habían llegado a un claro, en donde los altos árboles parecían formar la bóveda de una catedral; la luz del sol se filtraba entre las ramas, desvaneciendo las silenciosas sombras.

El se detuvo, se volvió a mirarla y por un momento, por su rostro cruzó una expresión de dolor, luegó desapareció. 
Sus rasgos parecían tallados en mármol cuando habló.

 —Comprendo tus celos, pero no permitas que te amarguen la existencia. Te lo aseguro, Demi , habrá otro hombre para ti.

No supo cómo logró contenerse para no abofetearlo y no gritar todo su disgusto y su cólera, pero lo hizo al recordar a tiempo que, puesto que él creía que el suyo era un matrimonio sin amor por ambas partes, daría por hecho que ella encontraría a alguien más.

Ahora era el momento de aclararlo todo y se preparó para eso, preguntándose si él podría escuchar el atemorizado latido de su corazón en medio del silencio. 
Así que se controló y respondió con toda calma:

—Ya sé por qué Zanna regresó con Harry. Los oí cuando hablaron el día que llegaron.
Ya estaba.

Ahora él no tendría que darle la "noticia". 
Lo oyó aspirar aire con fuerza y luego expulsarlo despacio y los hombros tensos se relajaron debajo de la suave tela oscura de la sudadera.

 —Así que por lo menos entiendes eso.

 Sus ojos se ensombrecieron con una expresión que ella no logró descifrar y casi demasiado tarde, vio que había caído en una trampa.


Le dijo que escuchó por casualidad esa conversación y que él debía recordar también las cosas que dijeron.

Cómo le informó a la mujer amada que su nefasto matrimonio con la inadecuada Demi Garner había llegado a su fin y que debido a eso, Zanna había regresado llevando a su hijo.

Había cuidado bien de él como madre soltera, pero Harry también necesitaba a su padre.
Fugazmente, Demi se preguntó por qué Zanna abandonó a Joe .

El profundo y obsesivo amor que había entre ambos fue la comidilla de la aldea durante meses.
Luego apartó a toda prisa esos pensamientos de su mente, dolorosamente consciente dela mirada fija de Joe .

En una forma o en otra debía salir de la trampa en la que había caído.

De alguna manera, tendría que hacerle creer una mentira a Joe , que lo abandonó no porque Zanna estaba de regreso y Joe quería el divorcio, sino porqueella, Demi , decidió que ya estaba harta de la situación.


viernes, 19 de abril de 2013

An obsession with the past cap11


Demi recordaba, como si hubiera sucedido ayer, la mañana en que Joe entróa la agencia de empleos.

Explicó que la señora Penny había sufrido una caída y tenía una cadera fracturada, y que pasaría meses antes de que estuviera en condiciones devolver a trabajar.

Todos sabían que no hacía mucho tiempo que Zanna se había alejadode su vida. 
Se compadeció de él, porque sabía lo que era un amor sin esperanza.

Pero  por lo menos, Joe conoció una época de intensa felicidad al lado de la mujer por la que todos sabían que estaba obsesionado.

 — Necesito un milagro... alguien capaz de desempeñar varias tareas  — confeso y sus rasgos austeros se suavizaron con una sonrisa que últimamente dejaba ver muy rara vez — Alguien que pueda actuar como una de llaves temporal, secretaria ocasional y a veces anfitriona, cuando yo reciba a mis colegas de negocios para trabajar durante los fines de semana. Sería por varios meses, hasta que la señora Penny este en condiciones de regresar. Para entonces, espero que habré encontrado a alguien que se encargue de las demás tareas.

Hasta ahora, Demi no sabía qué locura la impulsó a ofrecer sus servicios.

El cielo sabía que Miley y ella estaban demasiado ocupadas con la administración de la agencia en rápida expansión y que su amor secreto por Joseph Savage, ese sentimiento sin esperanza que se negaba morir o desaparecer, se convertiría en una conflagración si era lo bastante tonta para pasar tanto tiempo a su lado.

Por supuesto,Joe no tenía esos escrúpulos. 
¿Por qué debería tenerlos?

Se sintió francamente aliviado e incluso se suavizó la perenne severidad de sus ojos de luchador... todos notaban lo meditabundo que volvió desde que Zanna Hall lo abandonó.

 Respondió complacido:

—Eso sería ideal. Puesto que vives en la aldea, podrías regresar a casa todas las noches y ya que yo trabajaré en el distrito de negocios de Londres la mayor parte de la semana, dispondrás de mucho tiempo para organizar lo necesario para los fines de semana en que yo decida tener invitados. Contarás con ayuda diaria en la limpieza de la casa y no te será muy difícil ocupar el lugar de la señora Penny.

Pero sucedió que pasaba menos tiempo lejos de casa de lo que la hizo pensar, haciendo que su absurdo y desesperado amor por él fuera en aumento, tal y como ella lo predijo.

Wilmer era lo bastante perceptivo para captar ahora su inquietud, porque cuando juzgó que su mano era lo bastante firme para llevarle su taza de café, él la miró a los ojos con una expresión compasiva... y con un gesto interrogante.

Luego se volvióhacia Joe , cuyo silencio parecía contener una amenaza.

 —¿En dónde se aloja?

 —En Bolonia — con voz cortante, nombró uno de los hoteles de más prestigio y dejó el café sin terminar sobre la bandeja — Pero no he venido aquí para intercambiar palabras amables. Me gustaría hablar con Demi , en privado — se dirigió hacia la puerta, como si ya no pudiera soportar la reclusión, interrumpiendo el comienzo de las protestas del otro hombre con tono hosco — Comprendo que ella es su secretaria,Valderrrama, pero en primer lugar y antes que nada es mi esposa.

En el tenso silencio que siguió, Demi escuchó el latido de su propia sangre y resistió el impulso de gritar. 
Se sentía como un hueso por el cual disputaban dos perros.

 — ¿ Demi ? — la voz de Wilmer sonó indecisa — ¿Eso es lo que quieres?

Ella asintió muda. 
En el estado de ánimo en que se encontraba, Joe obtendría exactamente lo que quería, sin importarle los métodos que empleara.

Y  puesto que estaba allí, sería mejor que de una vez por todas terminaran con la desagradable discusión acerca de su futuro.

Cuando eso quedara arreglado, podría hacer las paces con su jefe y asegurarle que no se encontraría atrapado en un desagradable drama matrimonial.

Una vez que Joe obtuviera su aceptación paraun divorcio rápido, ciertamente no querría volver a verla y mucho menos desearía perder su valioso tiempo buscándola y perturbándola en su trabajo.

Joe esperaba en el vano de la puerta, con el ceño fruncido en un gesto de impaciencia y Demi caminó reacia hacia él, con un nudo en el estómago y los pies como si fueran de plomo.

Oírlo expresar en palabras su deseo de un divorcio sería una de las cosas más difíciles, que jamás le habían sucedido.

Pero sobreviviría, se aseguró con firmeza cuando cruzó la puerta con la cabeza erguida y negándose a mirarlo.

 — ¡Por aquí!

Demi se disponía a dirigirse hacia la banca de piedra junto a uno de los muros del patio, pues instintivamente sabía que necesitaría sentarse mientras escuchaba lo que él quería decirle.

Las piernas le temblaban, pero se dio media vuelta al oír labrusca orden; lo vio a abrir la puerta del auto y colérica, retuvo el aliento.

 —¡No me trates como si fuera un perro! — estalló furiosa. Era mejor que élviera su cólera y no su dolor  — No pienso obeceder tus órdenes.

 —Eso he visto. No obstante, sube al auto.

 —Puedes decirme aquí lo que tengas que decir — declaró con firmeza — No hay nadie cerca, estamos en privado.

 — No tengo intenciones de quedarme en la propiedad Valderrama. — le advirtió él hosco — ¿Vienes de buen grado, o tendré que obligarte?

Demi apretó los labios, para contener un tembloroso suspiro. 
La advertencia en la mirada implacable de él era inconfundible.

Sería mejor subir al auto por su propia voluntad, antes de que él la obligara. 
Si volvía a tocarla, su cuerpo la traicionaría, le demostraría lo mucho que aún lo deseaba, lo necesitaba y lo amaba.


An obsession with the past cap10


Demi se encogió en el asiento y cerró los ojos.
¿Por qué no pensó en eso?

Por supuesto que él no le permitiría alejarse simplemente.

Joseph Savage era un hombre determinativo, de un carácter rudo y siempre quería tener el control.
Odiaba los cabos sueltos.
Tenía que saber lo que estaba haciendo su esposa y en dónde lo estaba haciendo.

Además, querría un divorcio rápido, ¿o no?
Necesitaba vigilarla, saber exactamente en dónde estaba.

 — Muy acogedora — su tono sarcástico, cuando frenó el auto, la hizo abrir los ojos.

Estaban en el patio adoquinado frente a la vieja granja de piedra, las macetas de geranios le daban un toque de color a las paredes.

 — ¿Sí, verdad? — replicó con el mismo tono. Tal vez la había vencido, pero no permitiría que él lo viera — Me fascina y ya me siento como si fuera mi hogar.

Hogar.
La sola palabra la atravesó como la hoja de un cuchillo.
Su hogar era donde él estaba y ella jamás volvería a vivir allí.
Nunca escuchó otra palabra másinadecuada; parpadeó resuelta para ahuyentar las lágrimas y le dirigió una mirada centelleante, ignorando el gesto de cólera en los labios de Joe .

 — Entra si tienes algo que decirme. No creo que hayas venido hasta aquí sólo para cambiar de escenario.

Bajó del auto y cruzó el patio delante de él, obligándose a conservar la calma.

Hasta ahora, había evitado la agonía de oírlo decir que quería el divorcio, para quedar en libertad de casarse con Zanna y llevarla a vivir a su lado, junto con su hijo.

Había huido, pero no lo bastante lejos ni con la rapidez suficiente y él la había alcanzado, como Némesis.
Ahora tendría que escucharlos sin revelarle nada.

Si el supiera desde hacía cuanto tiempo lo amaba tan apasionadamente, sentiría lástima de ella y no podría soportar eso.
La humillación sería la última gota.

Era mejor para ambos que él siguiera creyendo que el suyo fue un matrimonio sin amor, por ambas partes, y que ella había decidido que ya no le bastaba con ese tipo de relación estéril.

En el vestíbulo reinaba el silencio y él se quedó atrás, de pie en el vano de la puerta, bloqueando la luz del sol y luego comentó con tono helado:

 — ¿Así que ahí viven los dos, tu y el famoso autor? Qué escenario tan idílico.

 — Así es — habló con voz débil, dura.

Tenía que ser así, porque negar lo que era obvio que él pensaba, sería revelar la pequeña grieta en su armadura.

No era necesario informarle que ella dormía en el anexo, igual que su predecesora, que tenía su propia salita y un pequeño baño privado y que sólo iba a la casa grande a trabajar y a la horade las comidas.

No era necesario hacerlo saber que, puesto que lo amaba, para ella no existía ningún otro hombre.

 — Vamos a la sala — lo invitó con tono sereno que desmentía los apresurados latidos de su corazón — Wilmer aún está en la cama, pero estoy segura de que no le importará.

Se disponía a alejarse hacia la puerta que estaba a un lado del estudio, pero élla sujetó con fuerza de una muñeca y con la boca apretada en una amarga línea, preguntó, atrayéndola hacia su cuerpo duro y delgado:

 — ¿Así que pasó una mala noche?

 — ¡Los dos lo hicimos!

Estar tan cerca de él, sintiendo el calor vital de su cuerpo, los músculos duros debajo del pantalón casual y la sudadera era un tormento agridulce y su reto fue una respuesta directa, un mecanismo de defensa; lo miró desafiante para disimular su angustia y vio el involuntario estremecimiento de un músculo en la mandíbula de él, eso la hizo experimentar un leve sentimiento de triunfo, porque después de todo, Joe sentía celos.

Pero el triunfo fue de corta vida.
Todavía era su esposa y, como tal, su propiedad.

Se había casado con ella, compartieron la misma cama y durante tres breves meses llevó en su seno un hijo de él.

Después de eso, Joe jamás volvió ahacerle el amor, porque no tenía objeto, sabiendo que las probabilidades de que ella volviera a concebir eran muy remotas.

No obstante, aun así la consideraba como su posesión; su vanidad masculina se sentiría herida si pensaba que ella se acostaba con otro hombre.

Con la garganta reseca, trató de apartarse, pero él sólo la sujetó con más fuerza y declaró con voz apagada:

 — Demi , debemos hablar. ¿No lo comprendes? — por un absurdo momento ella casi creyó que se interesaba en ella, que todavía quedaba algo de su matrimonio, que algo podría salvarse de las ruinas.

 Despacio, lo miró; sintió que el cuerpo de él se sacudía con un temblor revelador y entonces oyó a Wilmer desde lo alto de la escalera.

 — ¿Todo está bien, Demi ? — su voz sonó agresiva, porque no todos los días se encontraba con un perfecto desconocido maltratando a su secretaria.

Pasó un momento y pensó que debió imaginar los celos de Joe , porque cuando respondió por ella, su tono era casi aburrido, totalmente cortés y controlado.

 — Muy bien, Valderrama. Pasaba por aquí y decidí venir a visitar a mi esposa.

 — Oh, entiendo — respondió cauteloso mientras bajaba la escalera y Demi suspiró.

Cuando llegó allí, le informó a su jefe que estaba separada de su esposo.
Un matrimonio roto no era nada insólito en estos tiempos.

El aceptó eso e incluso si llegó ala conclusión de que la separación databa de tiempo atrás y fue amistosa, ella no lo desengañó.

Se sentía demasiado herida para entrar en detalles.
Ahora talvez él pensaría que cada mañana bajaría para encontrarse con su airado esposo frente a su puerta.

¡No necesitaba esa clase de complicaciones y si quería conservar su trabajo,tendría que convencerlo de que no sería así!

 — Demi , ¿quieres pedirle a Mariette que lleve café al estudio? ¿Quierea compañarnos, Savage?

Wilmer se enfrentó al hombre mucho más joven y más alto,con una expresión ligeramente belicosa.

Era obvio que acababa de ducharse y ahora vestía un ligero pantalón color café claro y una almidonada camisa blanca; su aspectoera alerta después de haber dormido y se veía más joven y vigoroso.

 — Gracias.

Joe inclinó la cabeza, pero su tono era casi desdeñoso y teníala boca apretada con un gesto hosco, así que Demi se alejó con las palmas de las manos húmedas.

Los dos hombres actuaban como adversarios, dispuestos a luchar a muerte por sus derechos territoriales.
No podría comprenderlo.
Aún estaba casada con Joe , pero eso no duraría, porque él quería deshacerse de ella.

Y aunque Wilmer tal vez estaba molesto porque un visitante indeseado había alterado su rutina de trabajo, debía saber que eso no volvería a suceder.
Tendría que aclararle eso tan pronto como Joe se fuera.

Necesitaba ese trabajo y estaba decidida a conservarlo, pues una vez que demostrara que era capaz y digna de confianza, tenía intenciones de pedirle que la empleara permanentemente.

Mariette no estaba en la cocina, así que Demi preparó el café, alegrándose detener ese momento de respiro.

Fue una sorpresa volver a ver tan pronto a Joe ; necesitaba tiempo para armarse de valor y actuar como si en realidad no le importaraque él le pidiera el divorcio.

Pero no podía tardarse toda la mañana en esa sencilla tarea y cuando llevó la bandeja al estudio no estaba más cerca de recuperar el controlde sus emociones que cuando Joe apareció de la nada, obligándola a subir a su auto.

El ambiente en la pequeña habitación atestada de libros no la ayudó a recobrar el equilibrio.

Wilmer estaba sentado frente a su escritorio, con la mirada centelleante y Joe recorría la habitación de un lado a otro, como un tigre enjaulado.

 — ¿Cuánto tiempo piensa quedarse en la región? — preguntó Wilmer bruscamente.

Joe, con los párpados entornados, observaba cada movimiento de Demi mientras servía el café y respondió con voz suave:

 — Todo el tiempo que sea necesario — los ojos grises se endurecieron cuando Demi le entregó su taza — ¿Tratas de hacerte indispensable con otro hombre?

Una oleada de calor invadió el rostro de Demi , pero sentía el cuerpo helado.

Era una referencia directa al hecho de que durante seis meses, antes que él le hiciera su sorprendente proposición de matrimonio, ella trabajó como ama de llaves y anfitriona en South Park.


miércoles, 17 de abril de 2013

An obsession with the past cap9



 — Será mejor que demos por terminado el día— Wilmer Valderrama se pasó los dedos por el encrespado cabello castaño claro, con el rostro tenso por la fatiga — Y gracias, Demi  . Creo que hemos hecho un buen trabajo

Dejó ver una sonrisa radiante que transformó sus rasgos ordinarios y Demi  se la devolvió sin poder evitarlo, incluso lo perdonaba por haberla despertado a las cuatro de la mañana, cuando su fértil mente rebosaba de ideas para la sección media de su actual libro, que hasta entonces había sido un punto escabroso.

 — ¿Quieres una taza de café?

Demi  cerró su libreta de notas y la dejó a unlado de la anticuada máquina de escribir, instalada encima del atestado escritorio, pero Wilmer movió la cabeza.

 —Pienso dormir un par de horas y te sugiero que hagas lo mismo. Si aún sigues dormida al mediodía, prepararé la comida y te despertaré. ¿De acuerdo?

Ella insistió distraída mientras él salía del estudio atestado de libros; el cansancio físico y la satisfacción, lo hacían verse mayor que sus cuarenta años, tenía una figura rechoncha y vestía un desgastado pantalón de pana y un holgado suéter.

Por un momento, su mirada se suavizó al contemplarlo con sus grandes ojos verdes.
Durante los diez días pasados en la vieja granja, había aprendido a apreciar y respetar al escritor.

A pesar de un enorme éxito comercial, no se daba importancia y aunque la hacía trabajar mucho, era justo; le pagaba un salario excelente e insistía enque se tomara muchos ratos libres para compensar sus extravagantes horarios de trabajo.

Pero, aunque trabajó arduamente durante las últimas cinco horas, tomando dictado, no estaba de humor para regresar a la cama.

No podría dormir y sólo sequedaría allí, presa de los pensamientos que aún luchaba por apartar de su mente.

Diez días no eran suficientes para recuperarse del trauma de perder a Joe , se dijo mientras subía la escalera para darse una ducha en el baño de techo inclinado instalado debajo del alero.

Dudaba que alguna vez llegara a recuperarse, pero esperaba que con el tiempo, llegaría a aceptarlo y podría seguir adelante con su vida, sin tener que vigilar de una manera absoluta sus pensamientos y sus emociones.

El viaje a Francia fue lo mejor que pudo hacer, se aseguró mientras preparaba el café en la cocina de techo de vigas.
Vestía una amplia falda de algodón verde esmeralda y una blusa azul marino sin manga.

Wilmer, que Dios lo bendijera, la hacía trabajar mucho y le dejaba muy poco tiempo para cavilar.

A su llegada, la recibió como si fuera su salvadora y su propia estimación aumentó cuando él la alabó por la actitud positiva con que se enfrentó al montón de hojas manuscritas que se había acumulado desde que se quedó sin secretaria.

Pero Mariette Voisin, que iba casi todos los días para encargarse de los quehaceres domésticos, llegaría en cualquier momento y aunque la anciana francesa hablaba un inglés deficiente, era incorregiblemente curiosa y sometía a Demi a largo interrogatorios a la menor oportunidad, así que lavó la cafetera y salió a disfrutar del sol matutino.

La granja se hallaba en un frondoso valle entre un laberinto de angostos caminos que iban de Bolonia a Le Wast, cuando al fin Demi logró encontrarla el día de su llegada, supo que era un lugar perfecto para ocultarse.

¿Ocultarse de quién?, se burló, pateando uno de los guijarros que cubrían el polvoriento camino.

Eso no era necesario, pues nadie la buscaría.
Joe debía sentirse muy agradecido al ver que ella se había alejado voluntariamente de su vida.

Con el ceno fruncido, apartó de su mente esos molestos pensamientos, y deliberadamente trató de relajarse.

Después de permanecer inclinada sobre su libretade notas durante cinco largas horas, su cuerpo ansiaba un poco de aire puro y ejercicio.

Mientras caminaba por esos encantadores senderos, bañados por el sol y con el bosque cerca, se dio cuenta de que era el lugar perfecto para disfrutar de eso.

De pronto, como a menudo le sucedía en esa región encantada, dio vuelta en un recodo y encontró un arqueado puente de piedra que cruzaba un arroyo; se apoyó en él para recobrar el aliento, agradecida por la sombra de los árboles.

En ese momento, el ruido de un motor perturbó el monótono canto de las aves yel zumbido de las abejas, así que se apartó contra el parapeto para dejar tanto espacio libre como le fuera posible en el angosto sendero, pero se volvió cuando el vehículo sedetuvo a su espalda; tal vez era un turista extraviado en los serpenteantes senderos.

La sonrisa cortés murió en sus labios, el corazón le dio un vuelco y luego empezó a latir desbocado cuando Joe le ordenó, a través de la ventana abierta del auto

—Sube.

No podía moverse, literalmente era incapaz de mover un solo músculo.
No sabía qué hacía él allí, cómo pudo encontrarla y por qué se molestó en hacerlo.

Abrió laboca, pero no pudo articular palabra alguna y se quedó allí, muda y ruborizada, desde el cuello hasta la raíz del pelo; luego oyó murmurar una violenta imprecación mientras bajaba del auto, dominándola con su estatura.

—No me mires con esa expresión confundida, mujer. Ya nos conocemos — apretó los dientes y recorrió con la mirada el rostro pálido de ella —  Soy el hombre con quien te casaste, ¿lo recuerdas? A quien prometiste amar, honrar y obedecer, así que sube al auto.

Tenía los puños apretados a los costados, contra el pantalón de algodón negro, parecía como si quisiera sacudirla hasta que se le cayera la cabeza; trató de que sus resecos labios pronunciaran la palabra "no” y lo vio apretar la boca, con la piel tensa sobre los pómulos y la agresiva mandíbula.

 — Estoy bloqueando el camino y no pienso moverme un solo centímetro sin ti

Eso debió advertirle a Demi que estaba dispuesto a obligarla a subir al auto, pero aún seguía en estado de choque cuando él rodeó el auto.

Cuando llegó a su lado logró decir con voz ronca:

 — Estoy trabajando aquí y ya me he retrasado

Lo que era una absurda mentira, pero él pareció creerla, porque la voz profunda se suavizó, aunque en ella había un dejo de amenaza que Demi nunca antes había escuchado.

 — Entonces guíame. Yo te llevaré.

No había forma de salir de esa situación.
Podía negarse categóricamente y él simplemente se alejaría de allí, con ella.

Para llevarla a cualquier parte, lo sabía por su estado de ánimo.
Nunca antes lo había visto tan encolerizado.

Algo en su interior se estremeció y se contrajo al contemplar su perfil rígido; le indicó la dirección con voz apagada, preguntándose si él sabía que la estaba haciendo pasar por un infierno.

Acababa de emprender el largo y arduo camino que la llevaría a aceptar su fracasado matrimonio, y él tenía que aparecer para enviarla de nuevo al punto de partida.

Temblaba en su interior cuando le preguntó en medio de un silencio difícil:

 — ¿Cómo supiste en dónde estaba?

 — ¿Por Miley?, ¿por quién más?

  Por supuesto.
¿Por quién más?

Ella y su mejor amiga de la escuela siempre se mantuvierón en contacto, incluso después que ella se casó y renunció a su trabajo en la agencia de empleos.
Tenía que ser la primera persona a quien Joe interrogara acerca de ella

 — ¿Porqué te molestaste? — le preguntó aturdida, moviendo la cabeza inconscientemente.

El la miró de reojo con una expresión dura y su mirada era un mal presagio para la paz mental de ella; luego respondió sombrío:

 — ¿Acaso pensaste por un momento que simplemente dejaría que te alejaras demi lado?


sábado, 13 de abril de 2013

Un Matrimonio Feliz? cap5



Y sin embargo tenía dolorosa conciencia del color de sus ojos, de las oscuras cejas que hacían juego con el cabello ondulado.

No lo había visto durante una larga semana y tuvo qué hacer un gran esfuerzo para no quedarse mirando la magnífica apostura de su cuerpo e imaginarlo desnudo, odiándose por desearlo tanto, aunque en ese momento se comportara de manera tan inexplicablemente hostil.

—Con toda seguridad te sientes cansado por el desfase del vuelo — empezó a decir en un tono incipientemente conciliatorio, pero él la interrumpió con una pregunta aparentemente casual.

—¿Vestido nuevo?

¿Por qué sintió que se ruborizaba?

—Sí — alzó la barbilla, desafiante — Sabes perfectamente bien que así es.

Era obvio que los ojos experimentados del hombre habían valorado la calidad y el corte soberbio de la prenda, y ese examen exhaustivo hizo que su piel hormigueara, con una oleada de deseo ardiendo en sus venas.

—No acostumbras a exhibirte tan generosamente — observó con aparente desenvoltura.

¡Ya era suficiente!
Miley decidió decirle la verdad.
De ese modo no tendría nada de qué culparse.

¿Por qué diablos había permitido que Andrew la metiera en ese lío?

 Lo que entonces había parecido perfectamente razonable, ahora se estaba convirtiendo en algo totalmente distinto.

—Tienes razón — contestó fríamente — No suelo exhibirme con tanta generosidad.

—Pero sí en esta ocasión, ¿no es así? — persistía con un tono imparcialmente analítico que ella sólo le había oído utilizar en su trabajo — Estoy intrigado por conocer la causa.

—Realmente yo no lo compré — comenzó a decir.

—Entonces, ¿quién lo hizo? — la interrumpió.

—La empresa.

—La empresa — repitió con suavidad, su grave voz llena de sarcasmo y una expresión insondable en sus ojos — ¿Es cierto?

—Sí, es cierto —respondió enfadada.

Él alzó las oscuras y bien delineadas cejas.

—¡Qué extraordinario! Debo decir que nunca se me ha ocurrido comprarle un vestido a ninguna mujer del personal de mi empresa! — enfatizó deliberadamente

—Especialmente un vestido excesivamente caro, diseñado para exhibir el cuerpo más que para cubrirlo. Vestidos hechos con la única intención de excitar a los hombres. Pero presumiblemente eso era lo que Andrew se proponía —continuo y la miró directamente a los ojos, con una fría y arrogante expresión en su atractivo rostro.

—Andrew no tuvo nada que ver en ello — replicó furiosa.

—¿No? — obviamente no le creía una sola palabra —. Se limitó a pagar la cuenta, ¿no es así?

—Como sigas hablándome en ese tono, no pienso continuar discutiendo contigo — replicó intentando retirarse, pero él la detuvo sujetando su brazo desnudo con una mano, gesto que le hizo sentir más deseo de su contacto físico, a pesar de su ira.

Volvió el rostro para mirarlo, los ojos muy abiertos, en un ruego silencioso.

—Nick … —susurró.

Pero no hubo ni un atisbo de emoción en la cara del hombre.

—Y entonces fue tu jefe quién te ayudó a elegirlo, ¿no es así, encanto? — dijo imitando la voz de Andrew con un tono amenazante, completamente novedoso para ella.

—¿De… de… qué estás hablando? — tartamudeó enfrentándose a los ojos fulgurantes de ira.

—¿Por qué no escuchas el contestador automático? — sugirió suavemente al tiempo que le soltaba el brazo.

Miley se aproximó al teléfono como un robot, con sus altos y finos tacones, consciente de la fría mirada que no la abandonaba.
Presionó un botón y la voz de Andrew se apoderó de la estancia.

—Miley ¿estás ahí? Son la diez y te llamo porque quería asegurarme de que habías vuelto a casa sana y salva. Encanto, llámame en cuanto llegues, si es que puedes oír este mensaje.

¡Maldito Andrew y sus estúpidos apelativos!

Miley se volvió hacia él, otra vez sintiendo un súbito temor.
Esa no era la manera en que ella deseaba recibir a Nick ; en absoluto.

—Puedo explicarlo —comenzó.

Negando con la cabeza se acercó sigilosamente.
El corazón de Miley comenzó a latir violentamente.

—¿Así que Andrew te ayudó a elegirlo? — insistió, deteniéndose a unos pocos centímetros de ella— ¿Y le gustó que te quedara tan ajustado? ¿Para realzar nítidamente bajo la seda negra tus pechos excitados, como si no llevaras nada encima? — inquirió brutalmente.

Por la expresión de su mirada supo que no podría confesarle que solo él tenía ese poder sobre su cuerpo.

—Nick …

—Y dime — continuó impertérrito.

Por su cruel expresión, Miley se dio cuenta de que sabía perfectamente bien el efecto excitante de sus palabras sobre ella. Sus ojos brillaban peligrosamente

—¿Llevas braguitas? ¿Se supone que debes llevarlas? ¿Qué dijo Andrew al respecto?

Miley sintió que la garra del deseo atenazaba su cuerpo de tal modo, que súbitamente se extinguió el orgullo que la caracterizaba.

De manera que en vez de precipitarse fuera de la habitación, lejos de sus viles acusaciones, se quedó clavada donde estaba, la piel ardiendo, despreciándose a sí misma, y sin embargo, ansiando aquello que podría ser la única conclusión posible a aquel duro enfrentamiento.

—¿Puedo? — preguntó el hombre en tono familiar, al tiempo que sus largos dedos le subían el vestido hasta dejar al descubierto las pequeñas bragas negras.

— Pero sí que llevas unas braguitas preciosas, y están húmedas — agregó con voz neutral, tocando la entrepierna de ella, que jadeaba por la impresión y el placer — Pero no las llevarás mucho tiempo más, ¿no es así, cariño? —continuó sin piedad.

Acto seguido, con ambas manos dio un fuerte tirón a la delicada prenda que se rasgó, resbalando lentamente hasta el suelo.

Miley se aferró a él, cuando tomándola en sus brazos, la tumbó sobre la alfombra y, por fin, comenzó a besarla.

Quería sentir rabia; pero la pasión y el amor que le inspiraba estaban tan reprimidos dentro de ella, que decidió perdonarle el absurdo despliegue de celos, liberando sus sentimientos a través de la violencia de su beso.

—Nick — se quejaba contra la boca del hombre —. Nick …

Pero él la besaba en silencio, recorriendo con los dedos la humedad de su deseo hasta que ella al borde del clímax, comenzó a bajarle la cremallera del pantalón con una prisa brutal que rivalizaba con la de él.

Con un quejido, le retiró la mano y terminó de liberarse de la ropa, penetrándola de una manera tan salvaje que ella se sintió desfallecer de placer.

En un rincón de su mente una voz le decía que se contuviera, que le demostrara que todavía podía controlarse, pero al instante sintió la ola del orgasmo que la invadía por completo, junto a la suave risa de triunfo que él dejó escapar antes de alcanzar su propio clímax.

Ambos yacían en la alfombra, intentando respirar.
Y ella sintió que la vergüenza la helaba como si le hubiesen lanzado un cubo de agua fría.

Porque, con el cuerpo ya satisfecho, la dignidad y el orgullo retornaron a su espíritu.
¡Y de qué manera!

—¡Bruto, aléjate de mí! —exclamó intentando apartarlo.

Pero él no se dio por aludido.
Con un ágil salto, se puso de pie, se cerró la cremallera del pantalón y la alzó en brazos mirándola fijamente.

Ella no quería mirarlo de frente, aunque notaba que gran parte de la hostilidad anterior había desaparecido. Sin embargo, todavía le era imposible saber qué estaba pensando.

Incluso la primera vez que le dijo que la amaba, su expresión no delató ningún sentimiento.
Incluso entonces.
Era un hombre siempre contenido, como si ocultara algo, y eso la frustraba, fascinándola a la vez.

Era una de las características de su personalidad que la había atraído en primera instancia, y paradójicamente, que siempre la mantenía en tensión frente a él.

Mientras Nick se dirigía a la habitación, ella rabiosamente lo golpeaba en el pecho.

—¡Bájame! — ordenó.

—No.

—¡Voy a gritar hasta que acuda la policía!

—¡Grita, entonces! ¿Y qué vas a gritar? ¿Que te han violado, cariño? —dijo con calma.

Ella percibió un ligero temblor de malestar consigo mismo que distorsionaba su voz, e intentando ser escrupulosamente justa, negó con la cabeza, sus cabellos rozando la cara del hombre.

—No haría eso, Nick , porque sería una mentira. Tú no me has violado — dijo con suavidad.


Un Matrimonio Feliz? cap4



Bostezando, Miley entró en el ascensor que la llevaría hasta su piso en el ático.
Le dolía la mandíbula de tanto sonreír, y los pies la estaban matando.

Había estado de pie en la barra del Henry's, la barra era el lugar adecuado para exhibirse, bebiendo obedientemente unas copas de champán con los dos eventuales clientes que, entusiasmados, habían escuchado atentamente sus ideas.

Miley decidió, que si lograban el contrato, no volvería a llevar otra vez un vestido con el escote tan amplio.
La verdad era que lo había adquirido porque estaba segura de que a Nick le encantaría.

Era de un corte maravilloso y él adoraba verla de negro.

Pero en el probador de la tienda se había dejado influir por la opinión de la vendedora.
Tenía conciencia de haber adquirido un vestido espectacular, pero también más escotado de lo habitual.

Atraía la atención hacia la exuberancia de sus pechos, y el severo color realzaba el tono cremoso de su delicada piel. Hecho que no le había pasado inadvertido al cliente más joven.

Miley , a su pesar, había aceptado la invitación a cenar de Andrew después de las copas, y los cuatro se habían trasladado al Savoy a tomar un exquisito caviar, seguido de una langosta Thermidor, todo acompañado de más champán.

En un momento se sintió saciada, cansada y hastiada, así que a las nueve y media se excusó anunciado que su marido llegaría muy pronto de los Estados Unidos, y que deseaba estar en casa para recibirlo.

Había sentido cómo se le aceleraba el pulso al pensar que muy pronto volvería a ver a Nick.

—Desde luego que sí — dijo Billy, el mayor de los clientes, sonriendo alegremente — Ha sido un gran placer conocerla, señora…

—Señorita — corrigió Miley al instante — Todavía soy Miley Walker. Decidí mantener mi nombre de soltera después de casarme.

—¿De veras? —preguntó el mirón con los ojos aún clavados en su escote, como lo había hecho durante toda la velada.

—Sí — dijo ella, poniéndose de pie rápidamente, pensando que si no se alejaba de esa mirada repulsiva podría decir o hacer algo grosero que estropearía los negocios — Mi nombre es conocido en el mundo de la publicidad, así que sería una lástima perderlo.

—Ahora lo hace mucha gente — dijo Billy sonriendo — Mientras a su marido no le importe.

Bueno, la verdad era que ella no lo habría asegurado totalmente.
Nick no había puesto objeciones cuando le dijo que no llevaría su apellido.
Se había limitado a dirigirle esa mirada tan suya, fríamente burlona, y a asentir sin hacer comentarios.

Andrew le acomodó el abrigo sobre los hombros tras un ligero pellizco, que Miley interpretó como una manera de decirle que la velada había sido todo un éxito.

—¿A qué clase de negocios se dedica su marido en Estados Unidos? — preguntó Billy mientras le estrechaba la mano.

—No son negocios realmente, más bien es un tipo de actividad complementaria. Tiene una fábrica aquí, al norte de Inglaterra y otras en Europa occidental, pero le interesa el sector inmobiliario sólo por entretenimiento.

—¿Para entretenerse? —protestó Andrew—. No me atrevería a calificar de pasatiempo el hecho de poseer numerosos pisos y hoteles en la parte este de Manhattan, o si no, que Dios nos proteja cuando decida tomárselo en serio.

—¿De veras? ¿Es posible que conozca a su marido, señora? —preguntó Billy, muy ansioso.

Miley se encogió de hombros.

—No lo sé. Es muy conocido en Inglaterra…

—Su nombre es Nick Calder — intervino Andrew secamente.

«Más valdría haber dicho que era el presidente de los Estados Unidos», pensó Miley sofocando una risilla mientras introducía la llave en la cerradura.

Porque los dos ejecutivos no pudieron haberse quedado más impresionados.
No tenía idea de que su marido fuera tan conocido en Nueva York por su talento empresarial.

Pero, ¿cómo podría haberlo sabido?
Él nunca la había llevado a Nueva York, y ciertamente no era un hombre vanidoso.

«Un hombre como Nick no tiene necesidad de jactarse», pensó con un suspiro de añoranza.

Cerró la puerta y bostezó, dejando caer el abrigo descuidadamente en el respaldo de un sofá.
Se quitaría el vestido y se daría un baño largo y perfumado, mientras esperaba a su maravilloso marido.

Le llevó un momento darse cuenta de que la luz de la habitación estaba encendida.
Cierto era que por la mañana había tenido que salir a toda prisa, tal vez olvidando apagarla.

La verdad era que se había quedado dormida tras una noche de sueños perturbadores relacionados con Nick .

Durante un segundo se quedó helada al sentir un ruido proveniente de la habitación; pero el miedo la abandonó al instante, al reconocer los conocidos pasos.

Se echó atrás el cabello, alborotado por el viento, y vio aparecer la silueta de su marido en el vano de la puerta, contra la suave luz de la lámpara situada a su espalda.

En la semioscuridad, su cuerpo parecía todo músculo y vigor.
Él acercó una mano al interruptor de la luz y la habitación quedó inundada por un cegador resplandor.

La sonrisa de bienvenida de Miley se heló en sus labios.
Miró el rostro duro y nada cordial de Nick y, de pronto, inexplicablemente, sintió miedo.

Nick escrutó a Miley durante unos instantes.
Ella sintió que la piel se le erizaba al enfrentarse a su severa y fría mirada.
Una mirada que nunca antes había visto.

En vez de caer extasiados uno en brazos del otro, como normalmente habrían hecho, permanecieron contemplándose en silencio a través de la amplia sala de estar.

—Hola, Miley — dijo al fin, sin moverse de su sitio.

El orgullo la mantuvo donde estaba.

—Hola, Nick — notó que su saludo era más frío de lo que se había propuesto — No te esperaba tan pronto.

—Ya lo veo — comentó con una sonrisa desdeñosa mientras recorría con la mirada el escotado vestido negro que se ajustaba a la estrecha cintura y muslos, dejando al descubierto gran parte de las largas y esbeltas piernas.

Ella captó una chispa de rabia en sus ojos junto a una clara expresión de desprecio.
Con una especie de bufido burlón, se acercó al mueble bar.

Tomó una botella que se enfriaba en un balde de hielo, que obviamente había abierto con anterioridad, y sirvió dos vasos de vino.

¿Cuánto rato hacía que la esperaba?

Una leve desesperación comenzó a apoderarse de ella al no ver ningún signo de relajación en la cara del hombre que se acercaba en silencio, tendiéndole una copa de Chablis.

Era su vino favorito; pero de pronto el pensamiento de beber hizo que el estómago se le revolviera.
Al ver que él continuaba mirándola con frialdad, la rabia comenzó a latir en el fondo de su garganta.

¿Con qué derecho permanecía frente a ella ofreciéndole una copa, con aquella mirada condenatoria que endurecía su rostro arrogante?
Exactamente como si fuera una delincuente.

—No quiero beber — espetó.

—No — replicó tajante esbozando una sonrisa burlona mientras dejaba los vasos en una mesa — debí imaginarme que ya no querrías más. Desde aquí puedo olerlo en tu aliento.

Ella había bebido muy poco, pero en ese momento la hacía sentirse como una borracha empedernida.

No tenía la menor intención de justificar su conducta frente a él.
No podía tratarla como si la estuviera sometiendo a un juicio.

Lo miró fijamente a la cara, sus ojos oscuros chispeando de ira; con una rabia que nunca había experimentado en su vida.