miércoles, 10 de julio de 2013

Celos que Matan cap 11


Sucedió demasiado rápido para que Demi se diera cuenta... durante un minuto se miraron como perros salvajes, al siguiente, Jake volaba por el cuarto y caía con la cabeza sobre la pared.

Ella corrió y se arrodilló a su lado horrorizada.

-¿Jake, estás bien? ¿Estás herido?

Él se tocó la cabeza y gruñó.

—Por supuesto que estoy herido. Tal vez tenga la cabeza dura, pero si me doy contra un muro, maldito si no duele.

Ella se volvió para mirar a Joseph.

—No había necesidad de hacer eso - dijo furiosa.

Joseph no contestó.
Estaba blanco y respiraba con dificultad.

Apretaba y aflojaba las manos.
Su cara estaba tensa por la furia.

—Eres una mujerzuela — dijo con respiración desacompasada, giró y salió cerrando la puerta a sus espaldas.

Sólo entonces se le ocurrió a ella lo que él pudo haber pensado.
La cegó tanto el saber que amaba a otra mujer que no se le ocurrió que Joseph pudiera dudar de su propia fidelidad.

Si hubiera tenido algo de humor hubiera reído.
En vez de eso, soltó una maldición y Jake soltó una risotada.

—Eso no lo hace una dama.

—Oh, Jake, siento que te haya golpeado. Me temo que sos­pechó...

—Sí, sospechó, ¿verdad? - observó Jake satisfecho.

—Jake, no tiene nada de gracia.

—Pero ya se fue y tú todavía estás aquí. ¿Ya se terminó, verdad, Demi ? ¿Se terminó para siempre?

Ella suspiró hondo.

-Sí — admitió.

 Joseph estaba enojado con ella, pero no se enga­ñaba imaginando que se sintió celoso o dolido.

Por lo que ella había visto y oído, podía imaginar que se había comportado con propiedad y corrección, sin jamás hacerle el amor a la otra mujer, manteniendo su distancia.

Eso le dolería ahora, porque mientras él mantenía lo que consideraba las reglas, podía pensar que ella las violó para tener una relación con otro hombre.

-No pongas esa cara triste. No lo vale. Es un tipo inflexible. Cuando abrí la puerta me miró de arriba abajo como si fuera una oruga que encontró en la ensalada.

-Seguramente se debió al delantal - observó ella.

Jake lo miró con un gesto divertido.

— ¡Dios, qué facha! Eso lo explica todo.

—Tengo que irme -dijo mientras se lo quitaba y se ponía el suéter- Te llamaré.

Cuando se fue, Demi entró al baño y se desnudó.

Dejó correr el agua y la regó con fragantes esencias seleccionadas de las muchas que Maggie tenía.
Se hundió en el agua caliente y perfumada e inhaló el delicioso vapor, empezando a relajarse.

¿Qué podía hacer ahora?

Después de lo que Joseph pensó que había descubierto, tal vez pla­neara nombrar a Jake como el tercero en discordia en el juicio del divorcio y ella tenía que impedirlo.

Podrían separarse sin ningún escándalo, pero si aparecía el nombre de Jake, la prensa no dejaría de aprovechar la oportunidad de dar publicidad al asunto y ella no quería perjudicar su carrera artística.

Una lágrima le rodó por el rostro, le llegó a la boca salada e inesperada.
Ni siquiera se dio cuenta que lloraba.
Se frotó los ojos con la mano, sollozando como una criatura.

—Oh, Joseph — se lamentó.

¿A dónde se había ido el amor?

¿Cómo era posible que la dulce y cercana dicha de los primeros días de su matrimonio se convirtiera en la helada indiferencia de los últimos meses?

¿Cuándo dejó de amarla y comenzó a querer a Linda Blare?

Se pasó los dedos mojados por el cabello y apretó los dientes.
Tenía que convencerse, a pesar de lo mucho que la hería, de que Joseph amaba a otra mujer.

Tenía que enfrentarse a ello.
Quizá no fue culpa de él.

¿No lo fue?

Comenzó a acalorarse y a enojarse, los celos le quemaban.

Pensó en la lejanía que desde hacía meses había entre ellos, la frialdad que él le demostró, las veces que le habló como si fuera una extraña.

¿Nada de eso era culpa suya?

¿Era ella la única culpable?


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