jueves, 18 de octubre de 2012

Dama de treboles cap 44




  —El mustang —decidió Miley

Gideon, a la vista del humor que lucían los patrones, ensilló el caballo sin rechistar.

   —Los quarters son más dóciles. Este es difícil de controlar si se pone nervioso —sugirió Nick.

Miley alzó las cejas desafiándolo con una mirada de soslayo y montó a horcajadas.

Nick, al acomodarse en la silla, tensó la mandíbula para ahogar un quejido y con la cabeza indicó a Gideon que abriese camino.

Salieron hacia el este y subieron la loma para rodear el bosque.
Nick cada vez estaba de peor humor.

La noche tirado sobre el heno con la ropa mojada le estaba pasando factura.
Los dolores lo estaban matando y lo que menos necesitaba era a Miley a su lado en pie de guerra.
La miró con disimulo.
Para colmo de males, al trote sus pechos parecían cobrar vida propia.

   —No llevas corsé.

   —Si usase corsé no podría trabajar —escupió girándose como una fiera—, tendría que estar todo el día paseando bajo una sombrilla.

Nick masticó un juramento, sería un milagro que no saliera el tema.
Intentó cogerla del brazo, pero Miley se escapó al galope.

A gran velocidad, se inclinó sobre el cuello del caballo para esquivar una rama.
A él se le paró el corazón al ver lo cerca que había estado de quedarse viudo y salió tras ella.

Gideon prefirió quedarse atrás, algo le decía que aquél iba a ser un viaje memorable.

   —Como vuelvas a hacer eso te envío de vuelta a casa de una patada en el trasero — le advirtió tirando de sus riendas —. Estoy seguro de que sabes montar incluso oculta en el flanco del caballo, así que se han acabado las exhibiciones.

   —Esas acrobacias son propias de comanches —dijo desdeñosa por su ignorancia—. ¿Aún no te has enterado de que soy lakota?

   Azuzó al mustang y sin mirar atrás lo dejó con la palabra en la boca.

El traslado de las reses fue una de las experiencias que más disfrutó Miley desde su llegada al rancho.
Le encantó cabalgar junto al ganado a través del valle.
Gideon le explicó que así se acortaban unas millas y además no se levantaban esas nubes de polvo, tan desagradables para los vaqueros.

Durante casi todo el camino fue conversando con él.
Supo que Nick habla decidido vender cuarenta y seis vacas de cría y dos toros a un ganadero de Lone Tree que había perdido un montón de cabezas envenenadas por trébol.
Miley quiso saber más y pensó que lo correcto era enterarse por boca de Nick.

 Se puso a su altura y su aspecto la preocupó.
Su rostro contraído reflejaba que debía de soportar un fuerte dolor.

   —No sabía que los tréboles eran venenosos —comentó.

   —El trébol dulce es una mala hierba. No tiene nada que ver con los tréboles a los que te refieres.

   —¿Puede ocurrir que tus vacas se envenenen con esa hierba? — preguntó preocupada.

   —Por suerte, en el rancho no crece trébol dulce.

   —Gideon me ha comentado que vas a vender las vacas a muy bajo precio. No entiendo por qué dice que es un buen negocio y que ni sabes lo que haces.

   —Estas vacas de cría son viejas. Solo aguantarán un par de partos más; después, sólo valdrán para hacer salchichas. En el Schweiger hacen falta y a mí me sobran. Voy a sacar por ellas mucho más de lo que me pagaría cualquier cliente.

 Nick clavó espuelas y la dejó atrás dando por concluida la conversación.


Durante el resto del camino, Miley se limitó a observar las maniobras de Nick y Gideon para agrupar el ganado.
Entendió por qué una silla de montar del Oeste era tan diferente de las sillas clásicas de paseo.
Al ser tan largas, distribuían mejor el peso sobre el lomo del animal, que tenía que aguantar al jinete durante largas jornadas.
Además de ser más cómoda para caballo y vaquero, facilitaba los movimientos de éste y evitaba caídas.

Contempló admirada cómo uno y otro mantenían el equilibrio al hacer un quiebro para agrupar alguna vaca que se apartaba del resto.
Aprendió a rodear el ganado para que ninguna se alejase del grupo.

Nick la colocó a la cola para azuzar a las que se quedaban rezagadas.
Pero no se atrevió a imitarlos en sus carreras y frenadas bruscas; con los pies en los estribos, estiraban las piernas echando la espalda atrás con una tranquilidad que a Miley le pareció demasiado arriesgada.

Pero en cuanto llegaron al cruce de Lone Tree, desapareció su entusiasmo.
Su esfuerzo no había merecido ni una palabra de alabanza por parte de Nick , ni siquiera una mirada de admiración.



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