Había sido la princesa mimada.
La bebé.
Había sido amada por su padre, por su hermano.
Querida después de la muerte de su madre.
—Mi nombre es Miley , — susurró.
No sabía qué decir, cómo sentirse.
Sólo sabía que si Nick la soltaba, se hundiría hasta el fondo por el dolor.
—Tan solo, como te llama él, ¿"Mils"? — Su pa-pa asintió con la cabeza a Nick detrás de ella.
Ella entrecerró los ojos. — Sólo Nick me llama " Mils".
—Ah. Y sólo tú lo llamas "Nick", cuando todos los demás le llaman. "Jonas". —Él asintió con la cabeza. — Sí. Es el camino del amor, ¿eh?
Ella le devolvió la mirada mientras se movía en silencio y se sentó en uno de los sillones que estaba cerca de la pared.
Se inclinó hacia delante, su cuerpo alto, ancho, casi demasiado grande, incluso para los muebles de Nick.
Sus codos apoyados sobre las rodillas, sus manos entrelazadas entre sí cuando la miró.
—Miley , — suspiró su nombre. —No tengo excusas por lo que fui. Y asumo toda la culpa por la forma en que Marco te aterrorizó. —Sacudió la cabeza, y cuando levantó los ojos, vio las lágrimas en ellos. —Por ti, yo habría muerto. Trace te buscaba, y temí que iba a morir en el intento de rescatarte. Se enfureció. Así que fui a las autoridades. Y, — le extendió las manos — te dejé ir. Fuiste el único trozo de inocencia en mi vida. Mi dulce hija. Y pensé que podría dejarte volar como sabía que debería hacerlo, lejos de la fealdad de quién y qué era yo. —Su expresión se volvió feroz. — Pero no puedo.
Él se puso de pie, rígido, y se volvió hacia ella.
—Eres mi pequeña. Mi hija. La que le dará hijos a este hombre. Sangre de mi sangre. —Se golpeó el pecho, cruzó los brazos sobre él. —Lucha contra mí todo lo que quieras. Voy a venir a esta ciudad si debo hacerlo. Voy a estar donde estés. Les diré a todos que tú eres mi hija, que te quiero, te atesoro. No voy a dejarte ir.
Miró a Nick, y luego a ella.
—Y mi nombre no es Gio. Mi nombre es Billy . —Levantó la cabeza con orgullo. —Por mi bisabuelo. Quién era puro. Quién no fue parte de esa vida que aborreces. Soy Billy Ray . Un inmigrante. —Su voz bajó. —Un padre.
Ella le devolvió la mirada en estado de shock.
—¿Y tú crees que es tan fácil? ¿Que sólo puedo perdonar?
Sacudió la cabeza, su mirada dirigiéndose una vez más a los brazos de Nick alrededor de ella.
—No es fácil, —dijo en voz baja. —Pero espero que, quizás con el tiempo, puedas encontrar en ti misma el recuerdo del hombre que amaba a su Miley . Su ángel precioso.
Esa primera lágrima se deslizó libre.
Su pa-pa nunca lloraba.
Él era feroz, y era fuerte.
—No. —Ella negó con la cabeza, sintiendo los ojos llenos de lágrimas.
Porque se acordó de su pa-pa.
Recordaba, y oh Dios, ¡cómo lo había extrañado!
—Billy Ray no ha cometido ningún delito, Miley , — Susurró Nick.
—¡No lo excuses!, —gritó ella.
—No lo estoy excusando, bebé. —Él se frotó la barbilla contra su cabeza. —Se le permite escoger, Miley . No es uno o lo otro. Y el infierno, no soy precisamente un santo. Los dos sabemos eso.
—Mató.
—Protegía a mi gente quizá no de la manera correcta, pero de todos modos, mía, — su pa-pa exhaló profundamente. —Pero a diferencia de Carlos y los otros, Miley , nunca dañé a inocentes. Nunca secuestré a una mujer o un niño y les causé dolor. Tampoco apruebo tal acción. Nunca he podido. Fuiste mi guía, hija. —Negó con la cabeza. —Desde el día en que naciste, tú eras mi guía. Tu dulzura y luz garantizaron que ningún niño resultara herido por mi mano.
—Giovanni Federico era conocido como el Gigante Gio. El Gigante Gentil, — le recordó Nick.
—¿Por qué lo defiendes?
—Debido a que la necesidad de un hijo por su padre nunca se va, Miley , —dijo. —Nunca dejarás el duelo por él. Y te vas a romper por dentro. Es mejor escoger tus batallas con él, y asegurarte de que sigue por el camino que ha elegido para él de aquí en adelante. Es menos amenazante para nuestra paz mental de esa manera. Además, alguien tiene que llevarte cuando nos casamos. No creo que Casey o el Turco se vieran bien en un esmoquin.
Ella se dio la vuelta.
Parpadeó incredula y sorprendida.
—¿Pensaste que te dejaría escapar de mí? —Su sonrisa era pura confianza masculina y un toque de maldad. Después de todo, su padre estaba allí de pie.
—No me has pedido que me case contigo —ella hizo un mohín. —¿Te has parado a pensar que tal vez me gustaría que lo hicieras con todos los adornos?
Él soltó un bufido.
—Naa. No lo haces. O no habrías escogido al hombre con el carácter más sombrío de la ciudad para hacerlo caer por ese furtivo corazón tuyo. He caído, Miley . Derecho a tus pies.
No te estoy pidiendo matrimonio, más bien lo exijo. —Le tocó la mejilla, ahuecándola con la mano. —Y tu padre no está pidiendo perdón, sólo una oportunidad.
Ella se volvió hacia su pa-pa, y lo observó mientras se pasaba las manos por la cara y la miraba con tristeza.
Gio el gigante estaba muerto.
Billy Ray podía no ser perfecto, pero ella todavía recordaba el amor.
Su pa-pa abrazándola, protegiéndola, riendo con ella.
—Pa-pa — murmuró, temblando, dándose cuenta que Nick la había dejado ir lentamente.
Los labios de su padre temblaban.
Dio un paso, y entonces él estuvo allí.
Cruzó la distancia entre ellos, sus brazos fuertes envueltos a su alrededor, apretándola contra él, y llevándole el olor y los sonidos de su infancia.
El padre que había adorado.
¿Podría olvidar sus crímenes?
No podía olvidarlos.
Pero tampoco podía olvidar que él la había salvado.
Habida cuenta de sí mismo y todo lo que poseía para protegerla.
No era perfecto, pero seguía siendo su pa-pa.
Nick los miró, cruzó los brazos sobre el pecho, y miró a Gio.
Era la mirada de un hombre determinado, imponiendo su propia voluntad.
Si el padre de Miley le hacía daño otra vez, si alguna vez sufría algún daño a causa de él, entonces Gio el gigante estaría muerto, de verdad, igual que en la ficción.
Era una mirada que el otro hombre entendió a la perfección, y sobre la cabeza de su hija, asintió con la cabeza.
—Te doy a mi hija, — dijo con voz ronca cuando finalmente Miley se apartó de sus brazos. Tomando su mano, la colocó en la de Nick. — Ella es la luz de mi alma, —continuó Gio. —Mi tesoro.
Nick sonrió y arrastró a su mujer cerca de nuevo.
—Ella es la mía desde el primer minuto en que se mudó aquí y puse los ojos en ella, Señor Ray Tropecé con mis propios pies y perdí mi corazón.
—¿En serio? —Miley le miró, sorprendida. —No lo hiciste. Lo habría notado.
—Lo escondí condenadamente bien. —Sonrió. —Pero no cabe duda, cariño, tú eres la primera mujer que me hace caer. Por completo.
Gio Federico miró a la pareja.
Trace, él no estaría contento, pero ¡ah!, su hijo a menudo era demasiado arrogante, demasiado seguro de sí mismo.
Había querido mantener a Miley entre ellos.
Tener a este hombre, tan áspero, tan evidentemente un hombre de verdad, protegiendo a su preciosa hermana sería una espina en su orgullo.
Pero su Miley estaba a salvo.
Era muy querida.
Y Gio tuvo la sensación de que si algún hombre trataba de tomar lo que Jonas consideraba suyo, se encontraría tal vez llamando a las puertas del infierno.
No, Nick Jonas no era un hombre fácil.
Pero era sin duda el hombre de Miley .
Ella era su hija.
Pero era la mujer de Jonas.
Y estaba a salvo.
Y se alegró.
Tal vez pronto, habría bebés.
¡Ah, sí! pensó Gio. Nietos.
La vida tal vez estaba a punto de ser muy, muy buena.
FIN