A la mañana siguiente, su
padre entró en el comedor como un terremoto.
—¿Se puede saber qué
estabas haciendo ayer por la noche en la habitación de Nick Jonas? ¿No se
suponía que estabas trabajando?
Miley lo miró con la boca
abierta. Fred estaba furioso.
—¿Cómo... ?
—Uno de sus hombres, el
que fue a decirle que uno de los toros estaba mal, lo vio sacarte por la puerta
de atrás —le aclaró su padre —.¿Qué demonios te ha pasado en la cara? —Añadió
mirándola de cerca—. Nick me dijo que un cliente te había dado problemas y que
te traía a casa. ¿Qué demonios ha pasado, Miley?
Estaba buscando una
contestación que no preocupara a su padre cuando oyeron un coche que llegaba a
la casa.
Dos segundos después,
Nick estaba en el comedor. Pasó junto a Fred, dejó el sombrero en la mesa y fue
directo a mirarle la cara a Miley.
—¡Maldita sea! —exclamó
viendo el gran moratón que le había salido—. ¡No creí que te hubiera dado tan
fuerte!
—¿Cómo dado? —explotó
Fred—. ¿Quién le ha pegado y qué estaba haciendo en tu habitación anoche?
—¿Te lo ha contado ella?
—¡Claro que no! —exclamó Miley
—Uno de tus hombres se lo
comentó a uno de los míos —le aclaró Fred.
—Muy bien. Lo despido hoy
mismo. ¡Nadie, absolutamente nadie, tiene nada que contar sobre Miley !
Padre e hija se miraron asombrados.
—¿Por qué te asombras
tanto? —preguntó Nick a Miley —. ¿Crees que suelo llevar mujeres
a mi casa todos los días?
Miley no lo había pensado.
Nick miró a Fred.
—Supongo que tienes
derecho a saberlo todo. Ayer, Jack Clark estuvo en Shea's y se pasó con tu
hija. De hecho, le puso un cuchillo en el cuello —le dijo. Fred tuvo que
sentarse—. Harley y yo estábamos fuera, habíamos llegado a la vez, y entramos
corriendo al oír jaleo. Allí nos encontramos con Miley con el cuchillo en el cuello. Los
dos intentamos pegarle, pero pudo con nosotros. Menos mal que apareció Grier,
lo redujo y se lo llevó —añadió mirando a Miley —. Tu hija estaba cubierta de
sangre y tenía tal susto en el cuerpo que no podía ni andar. Pensé que era
mejor que no la vieras así. Por eso, la llevé a mi casa, le curé las heridas y
la tranquilicé.
Fred tomó la mano de su
hija entre las suyas.
—¡Ay, cariño, cuánto lo
siento!
—No pasa nada, papá.
Queríamos evitarte un disgusto.
Nick sacó el móvil y
marcó el número de su capataz.
—Le dices a Carl Tumey
que está despedido. Le pagas y que recoja sus cosas antes de que yo vuelva.
..Sí, es cierto, pero Clark está detenido. Sí, sí. Bueno, que Carl no esté
cuando yo llegue.
Colgó furioso. No se
podía creer que uno de sus hombres se pusiera a contar cotilleos.
—Eso, por cotilla.
—Gracias, Nick —dijo
Fred—. Perdona por haber sacado conclusiones equivocadas, pero es que...
bueno... normalmente, cuando un hombre se lleva a casa a una mujer por la
noche... es para...
—¿Seducirla? —dijo Nick
mirando a Miley .
—Sí —contestó Fred
incómodo.
—No sé si es el momento
de decírtelo, pero te aseguro que, en el futuro, lo haré.
FRED se quedó como si se
hubiera tragado un pollo entero.
Se puso rojo.
Se puso rojo.
Intentó olvidar que Nick
le había prestado el dinero para sacar adelante el rancho. Lo único que le
importaba era el bienestar de su hija
—Mira, Nick...
—Era broma —le aseguró
Nick—. No tienes de qué preocuparte, Fred. Conmigo, siempre estará a salvo
—añadió tomándola de la mano y levantándola —.Tenemos que ir a ver al juez.
Quiero que vea cómo le ha dejado la cara. No creo que haya problema para
denunciarlo por agresión — concluyó con frialdad.
Miley se sentía protegida a su
lado.
Nick la miró con ternura.
Nick la miró con ternura.
Fred se dio cuenta de lo
que estaba pasando.
A juzgar por su mirada, su hija, no.
A juzgar por su mirada, su hija, no.
Miley debía de creer que Nick
solo se estaba comportando como un hermano mayor.
—¿No queréis desayunar
primero? —ofreció Fred.
Nick miró la mesa.
Beicon, huevos revueltos, café y... bizcochos. ¡Bizcochos! Soltó la mano de Miley y se acercó, tomó uno y lo partió.
Estaba esponjoso y olía de maravilla.
Sin darse cuenta, se
sentó, tomó un plato, puso mantequilla y mermelada sobre un bizcocho y lo
probó. Suspiró de placer.
—Se me había olvidado lo
de los bizcochos —comentó Miley a su padre.
—Tal vez los tendríamos
que haber guardado para darle una sorpresa.
Nick cerró los ojos en
éxtasis mientras masticaba.
—Llegamos tarde al
juzgado, seguro —comentó ella.
—Si sigue a esa
velocidad, se los habrá terminado en diez minutos —río Fred.
—Voy a por otro plato. Tú
y yo nos podemos tomar los huevos y el beicon —apuntó Miley encantada con que sus esfuerzos
culinarios se vieran, por fin, recompensados.
Nick siguió comiendo como
si estuviera solo en el mundo.
—¿Quién los ha hecho?
—preguntó cuando se los terminó.
—Yo —contestó Miley .
—Pero si no tenías ni
idea de cocinar...
—Bueno, como Marilee me
dijo que no te gustaba precisamente por eso... aprendí.
Nick le tomó la mano.
—Te mintió, pero
permíteme decirte que estos bizcochos están deliciosos.
Miley sonrió tímidamente.
—Te los hago cuando
quieras.
—Todas las mañanas
—contestó él mirándola posesivo—. Estoy dispuesto a venir a desayunar todos los
días... si a tu padre no le importa.
—A su padre no le importa
— murmuró el aludido.
—Estás como si le
estuvieras dando vueltas a algo —le dijo Nick a Fred.
—No, estaba pensando en
mis cosas. Nada preocupante.
Nick miró a Fred a los
ojos y comprendió.
Asintió y sonrió.
Estaba claro que Fred no estaba ciego.
Asintió y sonrió.
Estaba claro que Fred no estaba ciego.
—Bueno, me voy a ver al
ganado —anunció el hombre levantándose—. Por cierto, ¿qué tal tu toro?
—Tiene cólico. Ya está en
tratamiento. Nada grave.
—Me alegro. Ya me estaba
temiendo que Clark le hubiera hecho algo.
—No, ese tipo se va a
pasar una buena temporada entre rejas. Lo que me recuerda, Miley que tenemos que irnos.
—Sí, vamos —contestó ella
levantándose.
Nick la miraba con
fascinación y Fred se dio cuenta de que su amigo estaba completamente
enamorado.
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