lunes, 13 de mayo de 2013

Un Matrimonio Feliz? cap6


Él la depositó en la cama inclinándose hacia ella.

—Llamémoslo seducción, entonces — dijo con una mirada súbitamente tierna —. Lo siento, corazón.

Le costó no ablandarse de inmediato bajo aquella suave mirada.
Apartándose hacia el otro extremo de la cama, arrojó los zapatos lejos de sí, sin importarle donde caían.
Muy a su pesar se volvió hacia él con mirada hosca.

—No me basta que digas que lo sientes después de lo que ha ocurrido. Te has comportado de un modo indignante.

Él intentaba parecer arrepentido, con una expresión casi infantil reflejada en el rostro.
Miley apenas pudo reprimir el deseo de rodearle el cuello con los brazos.
Pero algo la impulsó a continuar, indignada.

—¿Y eso es todo lo que puedes decir?

Él comenzó a desabotonarse la camisa de seda.

—¿Qué más quieres que te diga? Ya he dicho que lo siento — dijo alzando los hombros.

—Y todo se arregla con eso. Una palabra tuya y se supone que debo olvidar lo ocurrido, ¿no es así?

—Eso depende de ti —respondió con calma—. Si quieres convertirlo en un conflicto, es cosa tuya.

La camisa se abrió revelando su pecho ligeramente bronceado. Por primera vez desde que se conocían,  Miley se mostró impasible ante la vista del torso desnudo.

—¿Yo? ¿Que yo lo estoy convirtiendo en un conflicto? —balbuceó indignada.

Se quitó los pantalones. Ella intentó sin éxito bajar la cremallera del vestido.

—Déjame a mí —dijo con suavidad.

Y lo hizo con un movimiento que denotaba tanta práctica que ella se sintió explotar de rabia, aunque no era la primera vez que la ayudaba.

—Debería suponer que eres el hombre más hábil del mundo en bajar cremalleras y abrir sujetadores al mismo tiempo.

—Cariño.

—¡No me llames «cariño»!

La cara del hombre repentinamente se puso seria.

—La única práctica que he tenido en los últimos tres años ha sido desvestirte a ti, amor mío.

Miley enarcó las cejas con suspicacia.

—Pero sí sólo hace ocho meses que me conoces.

—Sí. Y llevo seis meses casado contigo.

—Pero — tartamudeó.

Ese era un tema que nunca habían abordado abiertamente.
Había dado por sentado que antes de conocerla se había acostado con muchas otras mujeres.

—¿Sí?

—Pero eso significa que tú… que tú no… —titubeó buscando una forma delicada de decirlo, pero no encontraba las palabras —. ¿Durante dos años? — terminó casi chillando.

—Me imagino lo que intentas decir — comenzó con voz risueña.

—No te atrevas a utilizar ese tono condescendiente conmigo.

Él negó con la cabeza.

—Ni en sueños me arriesgaría a hacerlo. Sólo intentaba poner en palabras lo que no te atrevías a expresar. En suma, que fui célibe durante dos años antes de conocerte.

Ella le lanzó una mirada feroz al tiempo que arrojaba el vestido contra la pared y rápidamente se ponía un albornoz.

—¡No te creo!

El se encogió de hombros, esbozando una especie de sonrisa carente de humor mientras se quitaba los calzoncillos de seda y los calcetines.

Luego orgullosa y desvergonzadamente desnudo se volvió hacia ella.

—Desde luego que ese privilegio te corresponde, Miley .

Lo dijo con el propósito de cerrar un capítulo que no hubiera deseado abordar, pero Alessandra no se rendía tan fácilmente.

—Debes admitir que es un poco inverosímil.

—Aunque tú pasaste los primeros veinticuatro años de tu vida sin relaciones íntimas, crees que un hombre no puede hacerlo, ¿no es eso?

Miley comenzó a cepillarse el pelo enérgicamente.

—Bueno, algunos hombres tal vez —dijo deliberadamente.

—¿Y yo no? —inquirió él.

Ella asintió con la cabeza, sin deseos de abandonar el tema, todavía enfadada por la facilidad con la que se había entregado a él tras haberla acusado virtualmente de infidelidad.


Pero también notó que Nick , a pesar de ser tan reservado, estaba hablando mucho más abiertamente de lo que era habitual en él, y quería que continuase.

—No, tú no —accedió con un ligero tono de reto.

—¿No te importaría ampliar tu respuesta? —sugirió con suavidad.

—Creo que tú eres un hombre de ciertos… apetitos —comenzó a decir con delicadeza.

Él echó la cabeza hacia atrás con una carcajada.

—Algunos apetitos —repitió—. ¡Cielo santo, Miley , qué palabra tan gloriosamente arcaica! Podrías haber dicho «deseos carnales» que es mucho más expresivo.

—Bien, ¿quieres que te lo diga con más crudeza? —replicó cortante.

—Sí, por supuesto que sí.

—Te gusta el sexo, ¿no es así, Nick ? —dijo con brusca franqueza—. ¡Mucho sexo!


—No sólo me gusta, sino que me encanta —contestó suavemente—. Y también a ti, corazón. Es posible que hayas empezado tarde, Miley , pero te has empeñado en aprovechar el tiempo perdido. Nunca he conocido a una mujer que se excite con más rapidez que tú.

—Y yo nunca había conocido a un hombre que le rompiera la ropa a su mujer, la arrojara al suelo y… y la hiciera…

—¿Temblar extasiada en sus brazos? —terminó por ella en tono sarcástico.


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