Pero al ver que su boca comenzaba a temblar, se precipitó hacia ella abrazándola con tanta fuerza y calidez, que la hizo vibrar de emoción.
—Cariño, cariño — rogó — No te enfades, por favor. No debí haberlo hecho. Tienes razón. Soy un bruto. Un bruto irreflexivo, egoísta y arrogante. Pero te amo.
—No tú no eres así, y yo también te amo. Sólo que no comprendo por qué tú, por qué tú….
Se sentó junto a ella y suavemente la atrajo hacia sí.
—No me entiendo a mí mismo — le dijo con suavidad—. Tú sacas a la luz algo escondido en mi interior, y a veces no estoy seguro de sentirme orgulloso de eso — suspiró mientras ella lo miraba confundida—. Toda la maldita semana te he echado terriblemente de menos. No quería estar lejos de ti. Había imaginado cada detalle de mi vuelta a casa, cómo sería nuestro encuentro.
—Pero llegaste pronto — protestó —. Y no me lo dijiste con anticipación.
—Quería darte una sorpresa.
—Pero yo llamé a tu compañía aérea y me confirmaron tu reserva para el último vuelo.
—No utilicé mi pasaje.
—Y entonces, ¿cómo…?
—Compré un avión — dijo alzándose de hombros, como si se diera cuenta de lo increíble que sonaban sus palabras.
Miley lo miró incrédula.
—¿Has hecho eso?
—Es un pequeño jet Lear —agregó, aunque bien podría haberlo dicho en chino, por lo poco que entendió ella— Tan capaz de cruzar el Atlántico como de llevarme a Manchester.
Los ojos de Miley seguían abiertos de par en par.
—Nick , ¿por qué?
—¿Y por qué no?
—Porque la gente no anda por ahí comprando aviones.
—Algunos lo hacen. Yo lo hago. Nosotros lo hacemos — se corrigió —. Podemos permitírnoslo. Mira, sucede que no te veo mucho. Mi fábrica está en Manchester. Tu trabajo está en Londres. Tú no deseas mudarte…
—¿Por qué debería mudarme? —objetó frunciendo ligeramente el ceño—. Sabes que este trabajo es muy importante para mí.
—Sí, Miley , lo sé. Lo has dejado suficientemente claro.
—Pero desde luego que tú, como hombre, esperas que yo como mujer simplemente lo deje todo y me traslade a Manchester.
—No queda exactamente en el fin del mundo, como sabes. Y en el norte también tenemos agencias publicitarias.
Ella negó con la cabeza.
—Pero ninguna con la variedad de trabajo y responsabilidad que tengo en la Holloway. Andrew insinuó que cabía la posibilidad de que el próximo año me hiciera cargo de la dirección adjunta de la empresa. He trabajado mucho para ascender en mi puesto, Nick — volvió los ojos hacia él como apelando a su comprensión—. Por favor, no me pidas que tire todo por la borda —terminó con calma, sin saber lo que diría si él continuaba insistiendo.
—Y no lo hago.
—Porque ésta es la mujer de la cual te enamoraste — declaró con énfasis apoyando el índice sobre el esternón. Sus ojos oscuros lo miraban con intensidad, como desafiándolo a negarse — ¡Yo! Una mujer profesional. No una mujer que se rinde sólo por amor.
—¿Sólo por amor? —la miró interrogante.
—Quiero ese ascenso — declaró tercamente.
Pero su tenacidad nacía del miedo.
Miedo a que si cambiaba demasiado, a que si le permitía introducirse en su vida con tanta facilidad, dejaría de amarla.
—Y conseguirás tu ascenso si Andrew lo desea, porque yo no intentaré detenerte. La sola condición que pongo es que deje de llamarte «encanto» — dijo dirigiéndole esa vaga sonrisa que la cautivaba—. Amor mío, no nos enfademos. Ésa es la razón principal que me llevó a comprar el avión. Para facilitarnos la vida. Así no tendré que soportar esperas y vuelos programados. Podré ir y venir a mi gusto.
—¿Siempre con la esperanza de encontrarme esperándote en casa, como una buena mujercita? —interrogó, sabiendo que lo estaba estropeando todo, pero sin poder evitarlo.
—Eso no es lo que he dicho —replicó con ecuanimidad.
—Pero en el fondo es verdad. Si no es así, ¿qué fue lo que te incitó a montar la horrible escena de esta noche? ¿El hecho de que, según tu opinión, llegaba tarde, aunque lo hiciera incluso antes de lo convenido?
—Como ya te dije, había planeado mi vuelta a casa hasta el último detalle.
—¿Incluso el vino?
—Incluso el vino. Luces atenuadas. Tenía que haber una música suave…
—Pero efectiva —interrumpió secamente—. Con toda la escenografía preparada para…
—Seducirte —terminó, con un destello impío en los ojos.
—Pero no hubo seducción, ¿no es así Nick ? —preguntó con tranquilidad. Con los sentidos ya calmados, le molestaba pensar en su propio comportamiento—. Más bien un tipo de acto sexual bastante primitivo…
Los ojos del hombre se entornaron.
—Por favor no me digas que no disfrutaste —puntualizó con una brutal suavidad—. Cuando te vi temblando y sentí que alcanzabas el orgasmo bajo mi cuerpo…
—Sí, disfruté. Y también alcancé el orgasmo. Siempre lo hago. Supongo que ése es tu único modo de medir una relación gratificante.
Tras mirarlo fijamente, intentó apartarse, pero él se lo impidió poniendo una mano suavemente en su hombro.
—No, no lo es. Y créeme —suspiró—, ciertamente no era mi intención comportarme como lo hice.
—¿Y entonces por qué lo hiciste? —preguntó con un hilo de voz.
—Porque…